El profesor de literatura de Christian Vera o sobre la enseñanza volando por los aires
Por: Pedro Garrido
En Notas de cocina, la obra que abre Cenizas escogidas de Rodrigo García, un padre emborracha a su hijo cada mañana antes de mandarlo a la escuela. Dice que es mucho mejor que no se entere de nada: en la escuela solo enseñan gilipolleces.
El profesor de literatura es una novela de Christian Vera, publicada previamente en Bolivia bajo el título Click. Ahora llega a España gracias a la editorial Caballo de Troya y a la buena labor de Constantino Bértolo, que siempre nos ofrece a autores primerizos que tienen algo interesante que decir.
La obra de Christian Vera narra lo que ocurre en poco más de una hora de la vida de un profesor de literatura que ha decidido volar el colegio en el que imparte clases. Por el camino descubriremos que el profesor vende fármacos a sus alumnos para potenciar su inteligencia, o más bien para sacarlos de la rutina e inducir en ellos un estado de dispersión mental que favorezca su aprendizaje. Los niños que acuden al colegio son inadaptados, o es más bien el sistema el que los ha inadaptado. Por eso se rebelan contra ese sistema agrediendo a los profesores y tratando de crear un nuevo sistema que supere esas antiguas estructuras educativas ya obsoletas. El edificio del colegio fue prisión y manicomio antes de que los alumnos corrieran por sus pasillos. Pero el colegio no ha dejado de ser ni prisión ni manicomio, y ahora los alumnos se desplazan por las dependencias del edificio como zombis encarcelados.
La influencia de Vila-Matas sobre esta obra de Vera es innegable. El profesor quiere ser inane, una sombra traslúcida, no pesar sobre la tierra. Ser un fantasma. Sin embargo, a diferencia del Bartleby de Melville y su famoso «preferiría no hacerlo» o de Walser antes de salir a dar ese paseo por la nieve que sería el último, el profesor de literatura sí tiene un objetivo final, que llevará a trámite sin que nada se interponga en su camino. Y de ese modo se deshará de un plumazo de su familia (su madre fue profesora del mismo colegio), de los profesores (con los que tuvo conflictos o a los que incluso sufrió como alumno) y de un sistema de enseñanza agotado.
La acción de la novela se sitúa en una isla y en una ciudad llamada La Faz, que puede ser La Paz, pero también cualquier otra ciudad del mundo. El narrador de la novela no está claramente definido. Por momentos parece ser un alumno del profesor, pero en otros no es tan claro, de modo que el narrador se desdibuja y nos quedamos ante una voz que a veces suena como la de un autor literario que lucha por escribir una obra que tenga sentido y otras como la de un narrador clásico que de vez en cuando tiene dificultades para adentrarse en la mente del protagonista, cuyas ideas «tienen una textura sintética, plástica, inexistente».
En ese afán por volverse banal, el profesor reviste todo aquello que le rodea de esa misma aura de intrascendencia, que acaso sea la postura más acertada en la vida. Así «el sentido de la literatura es un artificio parecido al humo, un constructo inútil, abstracto, marcado por la ilegibilidad y la instransferencia». Sin embargo, esa insistencia en la aspiración del profesor de convertirse en nada quizá es demasiado repetitiva en la novela, y pasa de ser un leitmotiv a convertirse en un martillo machacón que a veces impide concentrarse en el resto de cuestiones que plantea. Sin embargo, el estilo parco y sin muchas florituras de Christian Vera ayuda a que la lectura sea fluida.
Es una novela que invita a que la leamos con calma, para intentar adentrarnos en la mente del vanidoso y neurótico profesor que la protagoniza, y que nos planteemos qué leches estamos haciendo con el sistema educativo y, lo que es más importante, qué tipo de individuos queremos que conformen las nuevas generaciones. En nuestras manos queda.
Fuente: areaesquizoide.wordpress.com/
