08/03/2010 por Marcelo Paz Soldan
El maestro Alberto Villalpando visto por Luis Moya

El maestro Alberto Villalpando visto por Luis Moya


Villalpando en el oído de Moya
Por: Rocha Monroy Ramón
Fotografía: Rodolfo Goitia

Luis Moya Salguero acaba de entregar una tesis de maestría sobre la obra musical de Alberto Villalpando, que editó la Facultad de Humanidades de la UMSS (Invenciones sobre la sonoridad andina, Ed. Agalma, 2009). Pocas veces he encontrado una conjunción más completa de maestro y discípulo, de maestro que ha excedido los límites de su arte musical para labrar una estética común a todas las artes, y de un discípulo que estudia la obra del maestro con la devoción de Sócrates por la obra de Platón.
El libro es un homenaje al talento de Villalpando (Premio Nacional de Cultura), escrito en los mejores términos por su calidad conceptual y metodológica, por el rigor del análisis y por el cuidado que tuvo Moya en engarzar entrevistas, conocimientos de psicología y de estética y estudios de otros expertos para conformar una obra sólida y echar luz sobre el hecho estético que nos sirve a todos los que nos quemamos las alas aproximándonos a veces demasiado a ese fulgor, o bien las entumecemos por alejarnos también demasiado.
Hay momentos constitutivos de la obra de Villalpando que el libro de Moya hace visibles: un recuerdo de infancia, la conciencia de la geografía a su retorno al país luego de haber estudiado en Buenos Aires, la construcción de una estética personal y la expresión musical de estas pulsiones y razonamientos. El propio Villalpando cuenta que en su infancia, maravillado por el nacimiento que armaba la madre por Navidad, se sentó al piano y tocó, sin saber tocar, una melodía jubilosa y plena que juró repetir por el resto de sus días. Luego, al retornar ya por el norte argentino e ingresar en el paisaje andino, Villalpando siente como la geografía suena, como ese paisaje aparentemente inerte está formado de silencios, silbidos, rugidos y truenos del viento y de los elementos que la música autóctona imita con una profusión de instrumentos de viento y percusión. Luego construye su estética reflexionando y escribiendo sobre ella: él quiere construir un lenguaje musical propio, “que sea idéntico a lo que yo soy” y no sea una voz impostada sino auténtica, propia y total. Por último, reflexiona sobre el piano, la infancia y el nacimiento y concluye que ese es el bien perdido que quiere recuperar a través de una experiencia mística, pero ese retorno al pasado no puede darse sino a través del arte, de la sublimación de la nostalgia y la recuperación de la unidad con ese momento de júbilo. Con esos elementos, Villalpando inicia su obra imitando los sonidos de la geografía andina; luego expresa los sentimientos íntimos que le provoca esa contemplación y, por fin, encuentra esa voz que es “yo mismo”, que ya no expresa sólo la geografía andina sino ese estado de completitud, equilibrio y reencuentro alcanzado por el gran artista.
El libro está precedido por un prólogo de Agustín Fernández, uno de nuestros grandes músicos, bachiller del Instituto Laredo, como Moya, y residente en Newcastle, Inglaterra. El prólogo es una incitación a la lectura del libro y bien hace en destacar la tercera parte, en la cual Moya extrema su lucidez al sugerir las claves del arte de Villalpando.
Luis Moya estudió una maestría en Gestión del Patrimonio y Desarrollo Territorial y este es el fruto de su esfuerzo.
Fuente: Los Tiempos