Por Jorge Saravia Chuquimia
Antes de morir en 1924 Franz Kafka dejó un conjunto de escritos a Max Brod, persona muy cercana a él. La colección está compuesta por cuadernos y manuscritos que debían ser destruidos, tal cual reza el testamento del autor nacido en Praga. Quiso el destino que la petición sea desobedecida por el amigo y de esta forma es que los publica para consagrar la magnífica obra kafkiana.
Una parte del grupo de papeles son los trece diarios (1910-1923) que conservan un nivel literario similar a las obras. El contenido que desprenden estos escritos dan a conocer opiniones personales, anotaciones, rastros de lectura, retazos de primeras versiones y un sinfín de relatos de experiencias vividas que ofrece información complementaria de la prodigiosa obra literaria de Kafka.
Por ejemplo: “15 de noviembre de 1910, las diez de la noche. No dejaré que me domine el cansancio. Me lanzaré de un salto a mi narración corta, aunque me despedace la cara”. El apunte confirma la poca simpatía de Kafka por los relatos novelescos largos.
De igual forma, Carlos Medinaceli antes de dejarnos en 1949 lega otra buena cantidad de cuadernos y escritos originales a su familia y el encargado de esta tenencia es el hermano menor Waldo. En este cúmulo de documentos (de gran calidad) sobresalen diversos cuadernos de anotaciones escritas a mano: Los diarios literarios. Libretas que son el archivo inequívoco de una producción literaria en constante progreso.
En esta ruta, expongo un primer diario que contiene fragmentos de citas de lecturas, construcciones líricas, notas para conferencias, referencias y ejercicios de escritura en francés y portugués. La producción irradia, de modo directo, el temperamento creativo y permanente del autor chuquisaqueño.
Infiero que el adjunto de los diarios no es sino un anuncio: El escritor construye su tiempo sin tiempo. Sin duda es un lapso eterno, pero de esta inflexión me sirvo para leer lo narrativo del diario como una elaboración independiente del tiempo cronológico que actúa como un conglomerado textual imperecedero. Por tanto, Medinaceli es el escritor que está consagrado a redactar, en sus diarios, sensaciones literarias personales impulsadas por un visible carácter creativo continuo y de gran beneficio.
De hecho, estoy ante el dispositivo que tiene una dimensión de 8×14 cm. Es un cuadernillo de tapas de cartulina verde muy bien conservado y no tiene hojas en blanco (léase como una metáfora). Las hojas reticuladas fueron esbozadas totalmente a pulso con diferentes colores de bolígrafos, lápiz y pluma fuente, en el período comprendido entre junio y septiembre de 1937. El dato de la cosecha textual lo coloca el propio Medinaceli. Así, comenzaré transcribiendo el primer apunte realizado con estilográfica de tinta china, de color negro: La ilusión de la guerra y la desilusión de la paz. (Bonito título para una conferencia sobre la Guerra del Chaco).
Seguidamente escribe de un tirón: “El caso de Bolivia y del Paraguay -me parece- es el mismo que Ganivet señala en su Idearum (v. p(ág)s. 145-146) entre España y Holanda”.
A la postre transcribe dos citas textuales del libro mencionado: “Bajo la casa de Austria, España fue una nación inmensa, y por serlo cayó en la postración y la parálisis; en tiempo de Carlos II, España fue como una ballena muerta flotando en el mar e interceptando el paso a los navegantes; en cambio, más cuantas provincias desligadas de España, las provincias huidas, hábilmente gobernadas por Guillermo de Orange; se transformaban en centro político de Europa y contrarrestaban el poder a la sazón omnipotente de Francia” (pág. 145).
Sigue: “Holanda, independiente, movida por sus propias ideas, era una nación más fuerte, más ágil que el gran imperio español, paralizado, impotente para coordinar una acción bien determinada los esfuerzos perdidos en sostener el equilibrio entre varias políticas contradictorias” y finalmente: “los ciudadanos trabajaron lo suficiente para resolver el problema de no trabajar”.
Está claro que el autor chuquisaqueño forja una idea de sentido sobre dos países en conflicto. Esta imagen proviene de la lectura del libro Idearium español de 1896, ensayo perteneciente al español Ángel Ganivet. Breviario donde asoman reflexiones sobre la crisis del ser y la historia de España, de finales del siglo XIX.
Asimismo, esboza un “bonito título” para una posible charla sobre la Guerra del Chaco. De este primer vistazo percibo el ritmo de producción lecto-escritural constante del autor y esta labor creativa es su compromiso con el tiempo literario que vive.
Tanto el rótulo como la cita desnudan la identidad del Medinaceli crítico y del Medinaceli escritor que se fusionan. Él escribe desde ambas condiciones fortaleciendo lo que sostiene Roland Barthes: “El crítico es un escritor”. De esta combinación, es oportuno apreciar que encuentra similitudes de problemas históricos y sociales entre dos países europeos y dos países sudamericanos en apremio, últimos provenientes de la conflagración del Chaco.
La segunda anotación ofrece un esbozo textual para una reunión que prepara: “(Para la conferencia). Explicar el sentido de la respuesta de Jaimes Freyre” y sugiere que: “Todo Tamayo está en Habla Olimpo. Su orgullo, su sentimiento napoleónico de la vida, su énfasis prosopopéyico y amor a la musicalidad onomatopéyica y la graficidad, la plasticidad colorida”. Lo primero que me viene a la cabeza de leer esta referencia es que el autor, ¿lee o leyó la interpelación de Franz Tamayo a Ricardo Jaimes Freyre de 1922?
El tercer apunte tiene fecha: junio 8-1937: “-He acabado de leer el Idearum español de Ganivet. Realmente es admirable y responde a la justa fama que disfruta: es un breviario para la restauración espiritual de España; ¡Si pudiera escribir un libro así para Bolivia! Es lo que nos falta -Comentarlo en carta a Haquicho-”. Este extracto equivale a distinguir a un Medinaceli que aglutina material para escribir próximamente.
Para la cuarta acotación cambia a un bolígrafo rojo y proyecta un texto extenso de cuatro páginas, y remata reproduciendo el poema Corderito, de Otero Reiche. A primera vista advierto que Medinaceli registra el nombre de H. Howard Wright. Después, escribe un esquema para un artículo sobre cuadros de la niñez y la mujer, en base a citas del libro La dama errante de Pío Baroja. Copio un fragmento sobre la niñez: “En nuestra época y en nuestro país es muy difícil ser niño. La vida se marchita pronto, cuando no brota ya musita por herencia. La mayoría de los hombres y de las mujeres no han vivido nunca la niñez. Es verdad también que casi nadie llega a vivir la juventud. El padre, la madre, el criado, el profesor, la institutriz, el municipal, todos conspiran contra la infancia; como el negocio, el dinero, la posición social, a vanidad política, el deseo de representar conspira contra la juventud. En España y en nuestros tiempos de industrialismo, de lujo y de laxitud, para estar en buena armonía con el ambiente se necesita ser viejo desde la cuna, y, para consolarse en poco, decir de cuando en cuando: ‘Es preciso ser joven, hay que reír, hay que vivir’. Pero nadie ríe, ni nadie vive. Y España es hoy el país ideal para los decrépitos, para los fracasados, para los indianos, para todos los que no tienen nada que hacer en la vida, porque lo han hecho ya, o porque su único plan es ir vegetando…”.
Cierra el párrafo con: “Pío Baroja. -La dama errante- p. 19. 15 de junio de 1937”
Del mismo apartado traslado aquí una cita referente a la mujer: (aplica a Bolivia) “La vida de la mujer española actual es realmente triste. Sin sensualidad y sin romanticismo, con la religión convertida en costumbre, perdida también la idea de la eternidad del amor, no le queda a la española sostén espiritual alguno. Así tiene que ser y es en la familia un elemento deprimente, castigador de debilidades y anulador de la energía y de la dignidad del hombre. Vivir a la defensiva y representar es todo su plan… Baroja -La dama errante”. Las dos fracciones reproducidas revelan el compromiso del autor relativo a la niñez y la mujer boliviana y el rol social que desempeñan en la nación de principios de siglo XX.
Más adelante hay cuatro apuntes recordatorios: El primero es escribir una nota a La Paz acerca de la situación del preceptor de la Escuela fiscal Tumusla. En el segundo graba “labriego (bonita palabra)”. El tercer apunte es: “Ver Spengler, pág. 261 III” y el cuarto es “Llevar a Cotagaita La Chaska-ñahui para leerle a Haquicho”. En la última cita me parece que Medinaceli socializa la preparación de su novela con lectores. La obra cumbre esta fermentada. Él escribe Chaska-ñahui y no Chakañawi y además intriga saber quién es Haquicho, ya que lo nombra en dos oportunidades.
Al principio dije que de los apuntes del diario surge un anuncio: La construcción de un tiempo sin tiempo o eterno. En esa dimensión explicaré que lo expuesto hasta aquí confirma que Medinaceli escribe y escribe en un tiempo perenne, en un lapso que se ajusta a su medida, es un tiempo para sí mismo.
Él abolió el tiempo real para convertirlo en una sucesión de temporalidades dentro un mismo ciclo. Porque el hecho de escribir recordatorios, títulos, notas y creaciones literarias a un ritmo in crescendo establece que los escritos están dentro un tiempo monótono. Monótono entendido como un tiempo que siempre es igual.
Lo que viene seguidamente concierne a escritos en francés y portugués. Copio las notas confeccionadas en bolígrafo azul: “Elle entrait. Toute fraiche du soir et rose du chemui, Belle de Fonté simple et de joie idonnér. Andre Rivoire – Souris Ancieis – tiedeur. O pouvrete profondre, et claste des campagues eu de novelles. Pelitre église avec quelques maisón autour wrailles”. La cita pertenece al escritor francés André Rivoire y lo que resalto de ésta es que Medinaceli estudia en otra lengua. De este emprendimiento lingüístico asienta palabras en el idioma galo: “Éclat: Brillo, resplandor; luz brillante; Éclat de rire: Carcajada; Éclat de vois: Grito. Eclataut: fig. Evidente, palpable, visible”.
Es indudable que Medinaceli aprende el idioma francés de forma autodidacta. Es una persona que se forma a través de su propio aprendizaje. Explora lecturas y diccionarios, pues le inquieta e interesa leerlos desde el autoaprendizaje. Es consciente que esta inquietud no la puede solventar en centros adecuados.
Paralelamente está inserto en el diario dos poemas en portugués. El primero titula Velhas Árvores: “Olha estas árvores, mais belas / Do que as árvores novas, mais amigas: / Tanto mais belas, quanto mais antigas, / Vencedoras da idade e das procelas…
O homem, a fera, e o inseto, à sombra delas, / Vivem, livres de fomes e fadigas; / E em seus galhos abrigam-se as cantigas / E os amores das aves tagarelas.
Não choremos, amigo, a mocidade! / Envelheçamos rindo! Envelheçamos / Como as árvores fortes envelhecem: / Na glória da alegria e da bondade, / Agasalhando os pássaros nos ramos, / Dando sombra e consolo aos que padecem!”.
La segunda poesía es Defesa: “Cada alma é um mundo à parte em cada peito… / Nem se conhecem, no auge do transporte, / Os jungidos do vínculo mais forte, / Almas e corpos num casal perfeito:
Dormindo no calor do mesmo leito, / Votando os corações à mesma sorte, / Consigo levam à velhice e à norte / Um recato de orgulho e de respeito…
Ficam, por toda a vida, as duas vidas / Na mais profunda comunhão estranhas, / No mais completo amor desconhecidas.
E os dois seres, sentindo-se tão perto, / Até num beijo, são duas montanhas / Separadas por léguas de deserto”.
Las dos piezas líricas pertenecen al escritor brasileño del movimiento Parnasianista Olavo Brás Martins dos Guimarães Bilac. Velhas Árvores compone el libro Alma inquieta de 1902 y la inspiración Defesa es un poema-discurso del libro Defesa nacional, de 1917.
A esto viene un comentario crítico producido con bolígrafo rojo, que pareciera aludir a la lectura de algún libro del poeta carioca: “Su libro me ha ‘humanizado’. Me ha enseñado a ver la realidad. Es uno de esos libros que hacen época -sin pensar- y que tienen porvenir, hay una sencillez fecunda cuyos frutos germinan. Es un libro de un hombre de bien, honrado, sincero, claro. Septiembre 5-1-1937”.
Con este esbozo crítico termina uno de los diarios literarios de Carlos Medinaceli. La relación de hechos del presente texto me causa bastante interés por que me proporciona un tipo de perfil del autor.
Simultáneamente, refleja el modo de existir del escritor en la literatura. No es un diario íntimo o relatos de sus memorias. Tampoco son anotaciones diarias, tal que abarca lecturas dentro de un período de tiempo de cuatro meses y cada anotación representa la voluntad creadora del autor. Este arresto lo configura probablemente como material de utilidad para la futura obra creativa. En conclusión, sostengo que el diario literario de Medinaceli es un documento que guarda escritos hechos sin tiempo.
Fuente: Letra Siete