05/02/2024 por Sergio León

De dos amistades literarias

Por Jorge Saravia Chuquimia

Todos sabemos que no conoceríamos gran parte de la obra literaria de Franz Kafka, si no fuera por su amigo Max Brod. Este hecho se condensa perfectamente en la importancia trascendental de la amistad. Así, en este comentario forjaré un breve recorrido de dos amistades, pero amistades literarias bolivianas que rindieron frutos poéticos. Duplas que consolidan una relación afectiva por medio de cartas de elevada retórica. De esto, distinguiré la relación afecto-literaria de los amigos escritores Carlos Medinaceli (1898-1949) con José Enrique Viaña (1898-1971) y Jaime Saenz (1921-1986) con Ricardo Bonel Valdés (¿?). En los libros y en la vida, estos dos binomios, profesan su amor pasional por el arte literario. Y, sobre todo, son relaciones encomiables porque profesan el valor por la amistad perdurable.

Carlos Medinaceli tiene pocos (pero grandes) apegos. Uno de ellos es José Enrique Viaña. En esta dependencia, sin duda, brotan excelentes escritos para las letras nacionales. Es un vínculo que mantuvieron desde el aprecio mutuo y se refleja en un ampuloso número de epístolas que tienen y que trasunta al plano literario. Son documentos dignos de catalogarlos como textos poéticos por la alta literaturidad comprometida en éstos. Es una colección de cartas que los publica Mariano Baptista Gumucio (1933) en su Atrevámonos a ser bolivianos. Vida y epistolario de Carlos Medinaceli (2012). De esta labor, en el acápite “A José Enrique Viana (1928-1937)”, rescato una del 10 de diciembre de 1930, donde Medinaceli discurre observaciones sobre el tema de la alta poesía y la publicación de un libro. Como muestra toma La dulzura del valle, de Viaña, a la sazón, copio el fragmento donde le manifiesta a su conocido que “No hay por qué apresurarse en publicar libros, una vez que uno lo hace no por lucro, sino por arte.

Recuerda que Flaubert publicaba un libro cada diez años. No ha dejado más que cinco o seis libros maestros, que vivirán más que las doscientas novelas de Zola y los tres mil tomos de Galdós.

Este es el consejo que me dio Torres López y lo encontré aceptable no porque me lo dijera, sino porque lo encontraba bueno.

(…) Es preferible que el libro tenga pocas páginas, pero lo más perfectas posibles. (…) Tú no eres periodista como yo, que escribe a salga lo que salgare, como decía un chusco de mi tierra, sino que debes tener el alto concepto del poeta, que nadie lo tiene en Bolivia, y en Potosí menos”.

El crítico bárbaro en esta misiva demanda a Viaña que él, siendo un poeta, debe tener una “visión de lo perfecto”, además y “por eso mismo –porque uno es y debe ser el polo opuesto de su medio”. Un ambiente donde predomina la “chatura mental”. Esta reflexión se puede leer como el consejo de amigo por la búsqueda de la verdadera poesía. Pero podría entrar en debate con el texto “Hay que apresurarse…”, del igual chuquisaqueño Ignacio Prudencio Bustillo (1895-1928), donde se plantea la cuestión de publicar antes que la muerte te encuentre.

En este sentido, en Memoria solicitada, de Blanca Wiethüchter (1947-2004), hay una epístola de Jaime Saenz a su amigo escritor Ricardo Bonel Valdés. Es la misiva del 1 de noviembre de 1973, que empieza hablando que “la contigüidad de la muerte es la suprema gracia que puede esperar el artista”. Esto podría entenderse como que cada creación poética es una forma de muerte y a este esfuerzo del poeta le deviene un nuevo comienzo.

Parte de la carta de Saenz expone que “El poeta –y se dice poeta al creador– ha de crear antes que nada la substancia de su creación, por cuanto no podrá crear sino con esta substancia de su creación. Quiere decir que sólo se podrá crear después de haber creado, no antes. Quiere decir que el conocimiento en el vivir es insuficiente para alcanzar la substancia de la creación, por lo que habrá que remitirse al estar muerto”.

La cita evidencia que el poeta es un ser creador y la substancia de su creación es la muerte. En esa ecuación, crear poesía es verse ante la muerte. Y después de la muerte se debe empezar otra vida y esta imagen sería el emerger artísticamente del poeta en “alguna tumba imaginable” o libro. después de todo, el “sentir del poeta” es vivir entre diversas muertes.

En el ámbito de estas dos amistades literarias, el terreno fértil para forjar su afecto es la creación epistolar. Correspondencias donde encontraron la amistad a través de temas en común: poesía-muerte-libro. Y que pueden observarse estas producciones, por un lado, como discursos confesionales por su sentir de frustración del ambiente literario que experimentan. Por el otro, como expresiones poéticas plenas donde desarrollan una fuerte explosión creativa textual. O, finalmente, como sitios, donde, edifican un intercambio intelectual mostrando la admiración por el talento del otro y vertiendo crítica constructiva a sus creaciones.

Fuente: La Ramona