04/01/2024 por Sergio León

Cuando lo espeluznante cobra belleza (sobre Un montón de pájaros muertos de Munckel Alfaro)

Por Daniel Averanga

 Shirley Jackson, Samanta Schweblin, Richard Matheson, Guillermo Ruiz y Mariana Enriquez, esos nombres me han llegado a la mente al leer el más reciente libro de cuentos (el tercero, para ser más precisos) de Gustavo Munckel Alfaro: Un montón de pájaros muertos (2024).

Inquietantes argumentos de por medio, debo ser sincero al declarar que sus anteriores libros, me refiero a El día del fuego (2020) e Imposible regresar al lugar del que te fuiste (2021), ambos publicados por Editorial Nuevo Milenio, me despertaron esa nostalgia de principios de siglo, es decir, de mis primeras lecturas de literatura de género oscuro, que no terror necesariamente, como El país de octubre de Bradbury o Cuentos de amor, de locura y de muerte de Quiroga. Allí, en ese sitio omnisciente, a veces tatuado de un contexto local, a veces lleno de una ajenidad universal; vuelvo al punto: Allí, en los cuentos de esos primeros libros, estaba la sombra, que esperaba ser detectada por los protagonistas-víctimas, semi-oculta, aferrada al tejido de la realidad con sus garras de tristeza y su mirada de pupila roja, sin exponerse del todo.

Ambos libros, incómodos en el sentido bueno de leer algo sin mucha expectativa y terminar con un gustito a inquietud en el paladar y con más preguntas que certidumbres, poseían el horror velado y no obstante presente, percibido como un sexto sentido que, en este libro, repito el nombre: Un montón de pájaros muertos, también publicado por Editorial Nuevo Milenio, cobra vida con más notoriedad y dominio del suspenso que nunca.

Doce cuentos, doce experiencias, doce posibilidades, desde los sueños y dibujos de un niño hasta una lenta e inexorable inundación, espeluznan (y mucho) por varios motivos: los personajes se enfrentan a situaciones cotidianas que se ven inmersas de improviso en el absurdo o en lo fantástico, y lo más rescatable es que, en el ínterin, no se ven las costuras entre la realidad y el horror de cada situación detallada, o mejor dicho, no se encuentra la juntura entre lo verosímil y lo increíble de lo narrado.

Los narradores de cada cuento se presentan como seres omniscientes, personajes principales u observadores cómplices, a veces declaran su estupor ante lo que acontece frente a sus personajes-víctimas o frente a sí mismos, y no esperan asustar al lector con giros impresionantes de trama en los últimos párrafos de lo narrado, basta con leer lo que te cuentan para que el horror aparezca sin pausas, sin screamers ni baratos golpes de efecto. Y todo adquiere sentido lógico porque el horror, lo fantástico, lo truculento e incluso lo maravilloso, no se presentan a mitad del relato, lo hacen desde las primeras líneas de cada cuento. Poe lo hizo en El corazón revelador, más conocido como El corazón delator (por la traducción de Cortázar), porque, ¿cómo inicia aquel famoso trabajo?, así: “¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso.”; si vemos el inicio de cada cuento de Munckel, por ejemplo, Guía de aves, nos encontraremos con la siguiente frase: “Otra vez me soñé con pájaros” (Pág. 11), ¿qué tiene de espeluznante eso? Uno dirá que nada, pero hasta terminar el cuento uno cae en cuenta sobre lo macabro de esa declaración. Otro ejemplo en Juego de niños: “Dos niños juegan en la acera” (Pág. 25); ¿un ejemplo más? Satan loves you inicia con: “Ahí están de nuevo, las letras, las palabras en la televisión: SATAN LOVES YOU” (Pág. 67).

El horror, lo fantástico, lo truculento y lo maravilloso siempre estuvieron ahí.

Por eso no se encuentran las junturas, las costuras, las pegas, porque los elementos sorpresa están desde el inicio, visibles para cualquier lector, y no espeluznan al lector al instante, sino a cuarta parte del cuento, cuando el lector se da cuenta y… ¡zaz!

Y acá es cuando lo espeluznante cobra belleza.

Pocos autores logran eso. Pocos, y eso, eso mismo, es digno de aplauso.

Antoine Albalat afirma que la consolidación de un estilo en narrativa de ficción se establece a partir de la pericia entre escoger las palabras y las situaciones, a fin de que todas ellas consoliden un sentido de realidad incuestionable. Munckel ha logrado que sus cuentos no se cuestionen, que el lector, que yo como aficionado a la lectura de relatos de terror, no cuestione sus argumentos.

También me recordó de buena manera a grandes autores, desde uno de sus cuentos a lo Samanta Schweblin, pasando por los personajes, ancianas, mujeres viudas, hombres tristes y niños a prueba de estupefacciones a lo Richard Matheson, situaciones prosaicas que se tornan en pesadillas a lo Mariana Enriquez, inquietantes finales a lo Guillermo Ruiz y la crueldad humana y animal a lo Shirley Jackson… yo creo que es suficiente con todo esto para lograr la atención de los lectores y que este libro no sea olvidado, es más, que alcance más y más lectores, porque se lo merece.

Fuente: Ecdótica