04/30/2010 por Marcelo Paz Soldan
Correr, escribir, leer: el oficio solitario

Correr, escribir, leer: el oficio solitario


Correr, escribir, leer: el oficio solitario
Por Fadrique Iglesias Mendizábal

El ser humano siempre ha buscado aficiones y actividades extraordinarias en torno a características personales y sociales. En la época posmoderna actual, con la exaltación de la “persona de vanguardia” y los medios de masas, aquellas búsquedas se han exacerbado. Todos poco a poco buscamos introducirnos en “clubes selectos” de punks, de ecologistas, de cristianos, de intelectuales o de deportistas. Sin cuestionar el valor moral de dichas actividades, asumamos que es saludable para todo el mundo cultivar pasiones. Y si de salud hablamos, mencionemos la afición a correr.
Esta semana ha muerto el escritor británico Alan Sillitoe. Escribió una de las obras de referencia para los corredores y atletas populares a nivel planetario: “La soledad del corredor de fondo” entre otros títulos y fue llevada al cine en los años 60 por Tony Richardson. Además en el mes que ha terminado, ha sido publicada en nuestra lengua la propuesta a modo de ensayo-relato del escritor japonés Haruki Murakami “De qué hablo cuando hablo de correr” a propósito de su experiencia como corredor de maratón, y se ha convertido en uno de los textos más vendidos en España el pasado día internacional del libro.
Murakami, que viene sonando estos años como posible premio Nobel, en su libro abunda sobre las similitudes que percibe cuando se concibe como novelista y cuando lo hace como atleta aficionado: la soledad y su enfrentamiento (o disfrute). Condición necesaria (según él) para triunfar en estos dos modelos, vinculando a éstos, a su vez, el concepto de disciplina.
Se dice de escritores como Murakami o Vargas Llosa se sientan en el escritorio a desarrollar el oficio varias horas al día. Se puede pensar en el aparente antagónico: escritores como Bukowsky o Saenz y posiblemente deportistas como Jan Üllrich o Maradona, con esa aureola de indóciles caóticos con talento pero sin disciplina litúrgica. Pues Murakami precisamente apunta a su falta de talento innato desbordante (modesto el autor) para indicar la compensación con su trabajo, resaltando una visión muy japonesa.
Durante mis días de atleta, en Valladolid, conocí a un grupo humano de entrenamiento magnífico y disciplinado. El capitán del equipo era el ex campeón y recordista europeo de medio fondo Isaac Viciosa. Otro de los grandes, el olímpico Teodoro Cuñado me obsequió amablemente la obra La soledad del corredor de fondo. Me ayudó a entender el oficio del deportista individual y sus conexiones con el mundo real. Antonio Postigo, que fuera mi entrenador y de las selecciones nacionales de atletismo de España y Chile también tenía esa visión integral y humanista del deporte vinculada al resto de actividades vitales, desde la alimentación, pasando por disfrute cultural, hasta el equilibrio espiritual.
En Bolivia también hay escritores que vinculan su vida con el hecho de salir a correr. Gonzalo Lema y Eduardo Scott-Moreno, ganadores del Premio Nacional de Novela, son asiduos corredores populares y no es raro verlos en el estadio de Cala Cala o en la laguna Alalay. Fue muy interesante escucharlos contar sus anécdotas referidas a las actividades creativas y su relación con el deporte en un coloquio realizado en el Martadero poco antes de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008.
Si bien la actividad de salir a correr no está hecha para todo el mundo, ya que alguno la considerará soporífera, habrán quienes quizás dándose un asomo por las piezas literarias indicadas, logre el disfrute de la actividad física en carne propia, o sino a través de las letras de Murakami y Sillitoe mediante la propia imaginación, que al fin y al cabo es lo que persigue la literatura.
Fuente: Ecdotica