03/04/2024 por Marcelo Paz Soldan

Conjugando la narrativa con el ensayo en El hombre que soñaba literatura

Conjugando la narrativa con el ensayo en El hombre que soñaba literatura

Bernard Gutiérrez

El hombre que soñaba literatura. Ensayos contados, de Eduardo Scott-Moreno, es un aporte importante en varias dimensiones, quisiera referirme, al menos, a dos de ellas. Por un lado, conjuga la narrativa con el ensayo, dos géneros que no es común encontrar en un mismo cuerpo, en este caso, dialogan orgánicamente. Por otro, hacen parte de un maridaje que invita a degustar cada sección con la convicción de que, cada sorbo y bocado cuenta, porque en ellos existen notas que esperan ser descubiertas por quien tiene la suerte –o el privilegio– de acceder a ellas.

Como el buen vino, no es de acceso universal y, por lo mismo, está reservado a paladares curiosos; su consistencia, profundidad y complejidad, desafían al lector a releer párrafos, buscar referencias, consultar fuentes, y, lo que es más importante aún, a reflexionar.

El arte en general y la literatura en particular puede y debe ser una experiencia sobrecogedora, feliz, como apunta el maestro JLB [Jorge Luis Borges], no un ejercicio vano que se cuenta por volúmenes. No son millas acumulables, la lectura –si es la indicada– no se agota con el párrafo, el capítulo, o el volumen que se ha avanzado; por el contrario, es precisamente ahí donde empieza la experiencia que, en ocasiones, se convierte en una comunión de largo plazo. Los libros no son objetos comunes, ni sus lomos están diseñados para decorar nuestros estantes o ser un suplemento para el ego. El libro –cuando tenemos la suerte de hallar el preciso– es una ventana capaz de ayudarnos a encontrar algunas respuestas o, mejor aún, plantearnos o sugerirnos preguntas que intentaremos resolver con curiosidad y determinación.

Tengo algunos ensayos/cuentos ya leídos, no he abordado tu obra de forma correlativa, voy eligiendo secciones con el mismo temperamento que decido sobre mis reservas en la cava. Quien te diga que leyó pronto, es probable que no lo haya hecho aún, o lo hizo tan a prisa que pasó por alto las innumerables claves que has dejado. Sólo voy a citar tres de las avanzadas.

1. El cuento que da nombre al libro y está dedicado al maestro Borges, no puede comprenderse bien sin estar familiarizados con los elementos simbólicos y las metáforas propias de su obra, a las que acude con frecuencia –de manera transversal, podría decirse– e, incluso, desde su condición y limitaciones físicas que marcaron la segunda mitad de su existencia. Reparar sobre ellas a tiempo de leer tu creación, enriquece el proceso y anima a reconstruir la memoria de aquel autor imprescindible.

2. ¡Que la tierra te sea leve! nos obliga a revisar dos conceptos que suelen considerarse de manera correlativa, digamos yuxtapuesta: justicia y legalidad, aunque en la práctica no existe nada más contrapuesto que tales términos. Provoca, al menos recordar –idealmente volver a presenciar– el curso de filosofía jurídica del profesor Michael Sandel (Harvard University), en el que se exponen los dilemas morales que enfrenta el sistema legal y sus actores (disponible en You Tube).

3. El principio antrópico y las trampas de la fe, ensayo con el que inauguras el libro, es provocador y nos recuerda el debate esencial sobre los dos grandes misterios: tiempo y espacio. Sé, porque te he escuchado insistir un par de veces en ello, que las creencias religiosas se inscriben, desde tu punto de vista, en el campo de la superstición. Resulta paradójico que abordes el debate precisamente desde un ángulo opuesto al de las convenciones científicas generalmente aceptadas, precisamente por eso comprendo el valor, no sólo del producto sino del proceso que ha implicado la creación de este artefacto literario. Esta temática es particularmente significativa porque la curiosidad que me inspira tiene la misma edad que los años de conciencia sobre mí mismo y el universo (multiverso) del que somos parte. Es un campo vasto, tanto como su objeto de estudio, su abordaje nos induce a revisar teorías científicas, planteamientos filosóficos y, por supuesto, tratarlos desde la literatura donde se goza de licencias inexistentes en el ámbito de la ciencia y la religión. Celebro que hayas dedicado tu tiempo y talento a un tema tan fascinante.

Finalizo reiterando que es un privilegio el tener esta obra en mis manos, e insisto con la analogía: lo estoy disfrutando sorbo a sorbo, como se degusta un gran reserva. Un homenaje, Eduardo, a tu dedicación.

(No me gusta beber solo; con tu autorización compartiré estas líneas en mi página con el propósito de invitar a otros catadores a participar de la experiencia.)

Fuente: Editorial Nuevo Milenio