12/23/2020 por Sergio León

Cinco prólogos de Gamaliel Churata

Por Jorge Saravia Chuquimia

Las fechas determinan en el tiempo la existencia de los hombres. Arturo Pablo Peralta Miranda es un escritor que nace en Puno, el 19 de junio de 1897 y fallece en Lima, el 9 de noviembre de 1969. Estos datos tienen que estar ligados a la presencia del escritor y periodista peruano en Bolivia por 32 años. En la primera estadía vive nueve meses en Potosí (1918) y en la segunda incursión reside la mayor parte en La Paz (1932-1964).

Produce casi la totalidad de su obra literaria cambiando de nombre que le fue dado en su nacimiento para adoptar sobrenombres como nombres literarios. Este deseo se materializa cuando produce cinco prólogos para tantos libros bolivianos con dos seudónimos, Luis Cajal y Gamaliel Churata, respectivamente. Desde este enfoque sospecho que los seudónimos serían, para Peralta, las diferentes pieles o mudas que cambia el escritor acorde al lugar de enunciación que pronuncie.

En principio, con el seudónimo Luis Cajal escribe Prólogo. Armando Alba, para el poemario Voces áulicas (1918), del poeta potosino Armando Alba; como Gamaliel Churata escribe el paratexto Borrachera verde, para la novela Borrachera verde (1938), del autor paceño Raúl Botelho Gosálvez; luego el texto introductorio De Gamaliel Churata, del libro Lo que se come en Bolivia (1948), del escritor potosino Luis Téllez Herrero; seguidamente prologa Carlos Medinaceli, para La Chaskañawi (1955) y finalmente el Prólogo-Poesía Lírica, Filosófica y Terrígena, para el poemario Ensueños y realidades (1960), perteneciente al poeta Emilio de Medinaceli. Cinco textos que conforman parte de su producción para el género prologal en estas tierras.

En nuestro medio Peralta es reconocido como Gamaliel Churata. Este detalle lo confirman cuando determina un primer significado del seudónimo Churata el periodista Gonzalo Viscarra, en el libro El 4to. poder (1984): “En 1924 adoptó la identidad de Gamaliel Churata, seudónimo aymara que traducido al castellano significa ?iluminado’, y con este nombre se lo conoció en el ambiente periodístico y todavía hoy lo recuerdan sus viejos colegas, y el medio literario”. Una segunda versión brinda Elizabeth Monasterios Pérez, quien cuenta que Peralta firma como Churata desde el ensayo Versículos de germinación, el 19 de mayo de 1924: “Peralta adoptó el nombre bíblico-aymara de Gamaliel Churata y lo caracterizó como ‘seudónimo ultraórbico’, neologismo que expresaba un proceso estético vanguardista mediante el cual aquello que está más allá (Gamaliel, síntoma de pretéritos/futuros, de recuerdos y esperanzas) resulta asociado con el acá (Churata, síntoma del presente, del aquí y ahora)”, existiendo una relación de entrecruce del tiempo y espacio.

El propio escritor peruano da otra versión al afirmar que “en cambio el paso de usar el seudónimo literario de Gamaliel Churata, ‘plasma la naturaleza de mi ideología’”, y desde este ambiente emana los textos prologales. Juan Cajal escribe el texto introductorio para el primer libro del autor potosino y bárbaro Armando Alba, Voces áulicas. Libro que, al mismo tiempo, inaugura la biblioteca Gesta Bárbara y la escritura de Cajal resaltaría inmanentemente la juventud del autor con sus, apenas, 17 años.

El prologuista plantea la idea de las dificultades de publicar un libro: “Publicar un libro es algo tan noble, como hacer un hijo (…). El alto concepto que tengo de todo esfuerzo intelectual, me inclina siempre a reconocer los méritos de toda obra, antes de que los desméritos; razón por la que no debe buscarse en este prólogo la crítica, en el más estricto sentido de la palabra”, sentencia Cajal.

Como Gamaliel Churata escribe el prólogo del ensayo Lo que se come en Bolivia, donde afirma: “Dos páginas son insuficientes para presentar a este sociólogo cuya obra constituirá en el país un hecho de resonancia perdurable. El lector tiene en manos un libro que se leerá con provecho para sus consecuencias prácticas, tanto como por su expresión de pensamiento y cultura”. En cambio, en el texto inicial a La Chaskañawi aflora el alma de bárbaro: “(René)-Moreno era más paleógrafo que Medinaceli, pero es que Moreno no fue poeta: a veces fue más bien –y de una categoría eminente– un árido archivero. En lo que le ganó sin disputa es en la perspectiva de la ubicación mental, pues juzgó a Bolivia y a los bolivianos desde tierras casi enemigas, y pudo medirlos en la proporción que toda perspectiva concede. El gran escritor que hubo en Medinaceli vivió obliterado, como Nietzsche, en el horizonte. Quien dijo que la deuda del Estado con él no podía pagarse jamás, no exagera. Si Medinaceli hubiese sido enviado a España o a Gran Bretaña en un cargo diplomático, su obra habría logrado cualidades inesperadas. Cerebro capaz de absorber todo fluido nutrido, vivió del alimento amargo y dulce que le dio su tierra, mundo y sociedad pequeños para su genio, hasta su muerte”. Estos dos escritos nacieron como artículos periodísticos, fueron tomados como prólogos a partir de segunda edición de ambos obras.

Gamaliel Churata es parte de la Generación del Chaco, desde esta concepción asevera sobre Borrachera verde, que: “Una guerra precipita todos los valores y todos los defectos de un pueblo, porque una guerra, en favor o en contra de ella, define a los individuos y las doctrinas sociales o morales de la colectividad. Esta generación está más allá del socialismo que se trata de implantar en el país, porque ha visto que, como el asno de la fábula este socialismo sólo tiene la epidermis del león, y que dentro de él se agitan las alimañas del fascismo”, y del derrotismo.

Finalmente tiene palabras encomiables para el poemario de Emilio de Medinaceli: “Hoy en 1960, ya es un consumado poeta, lírico profundo, poeta-filosofo, didáctico y terrígena, con solo su libro, tan complejo y suprasintético, equivalente a cuatro libros, o dos, en uno: de poesía lírico-filosófica y épico-didáctico”, del poeta nativo.

Concluyo que Gamaliel Churata es el artífice de prologar cinco libros literarios nacionales con la convicción de que usa el seudónimo como metamorfosis epidérmica imaginaria que experimenta el escritor foráneo en tierras ajenas (pero sentidas como propias), para exclamar voz crítica con varios matices. Desde la posición del uso del seudónimo pierde la corporalidad, el escritor; asume y sobrepone pliegues imaginarios, el prologuista. Churata el prologuista asume una decisión y no una necesidad en sus escritos paratextuales. En fin, el uso del seudónimo es el lugar de conocimiento que desarrolla en 32 años de permanencia en tierras bolivianas. Los cinco escritos prologales contienen la ideología que experimenta Gamaliel Churata en determinado tiempo y espacio, en Bolivia.

Fuente: Letra Siete