11/29/2021 por Sergio León

Augusto Céspedes desde el destierro

Por Jorge Saravia Chuquimia

La percepción y sensibilidad del ilustre escritor Augusto Céspedes (1903-1997), en la manera como mira y escribe de Bolivia desde el exilio, se traduce en una extensa carta (tal globo de ensayo literario), que envía a Franz Tamayo el 16 de julio de 1950, desde Buenos Aires. La correspondencia es publicada como “La masacre de Villa Victoria”, en el periódico En marcha, el 18 de mayo de 1952.

Es oportuno elogiar la calidad literaria del discurso epistolar que, en el fondo, gira sobre el eje de la eclosión de ideas provocadoras, ácidas y animosas sobre sucesos políticos funestos que bullen del escrito del Chueco que, dicho sea de paso, pareciera un digno pasquín charquino. Es oportuno enfocar con claridad y en primer plano la condición de literariedad de la producción epistolar, que además puede ser calificada como dispositivo literario político. Todo esto sin perder de vista el contexto histórico y el lugar de enunciación del escritor confinado.

El autor de Sangre de mestizos está confinado en Argentina desde 1946. En esta condición, dirige una carta a Bolivia y el interlocutor válido es Tamayo. Válido porque certifica que es el ser de más pureza bolivianista. La nota empieza revelando la voz de un escritor sin miedo a la censura. Luego, siente que el destinatario respira angustiosamente cuando expresa la “condolencia a la comuna de Potosí por la muerte de Guzmán de Rojas (…) una de las auténticas afloraciones de nuestra sustancia”.

Aclara que apela al creador de la Pedagogía nacional para transmitirle “en recurso de queja” cómo evalúa la situación histórica de la nación y de La Paz sobre la desaparición forzada de la clase indígena. Desde allá, percibe que el despertar de la conciencia nativa hace que la Rosca mate más gente que antes. En este caso, la insinuación es por la matanza de trabajadores fabriles del 18 de mayo de 1950, o la Masacre de Villa Victoria en La Paz, durante el gobierno de Mamerto Urriolagoitia.

Complementa que el nefasto hecho consumado por “ese grupo, asociación o consorcio” que se apodero del país desde el 21 de julio de 1946, propicia que le escriba al “viejo amauta” por la posición de líder que asume en el país y por ser un digno espíritu que se dejó influir por la siembra autóctona del erial del pensamiento boliviano. En este terreno de angustia por las masacres, el escritor expatriado considera que eliminar el germen nativo provoca que se sofoque a la nación en todas sus expresiones.

Puntualizando el propósito de este comentario, elogio el tono histórico de la misiva. Pero también resalto la existencia combinatoria de elementos literarios que denotan la apariencia de literariedad (formalistas rusos) del comunicado, dotándole, además, de un lenguaje connotativo. Identifico que recurre reiteradas veces a la referencia literaria de frases de célebres autores para imponer la calidad poética del discurso epistolar. En consecuencia, Céspedes interpreta que la Rosca suprime la posibilidad de publicar nada que no esté regido a intereses del gobierno. Por tanto, expone que ante esta circunstancia siempre hay una supervivencia espiritual.

Desde aquí, explicaré algunas referencias literarias a las que apela el remitente. En principio evoca a Paul Valéry: “La mano atraviesa la llama, pero la llama continua”. Con esta cita, Céspedes participa a Tamayo: “He aquí por qué le escribo, en una instancia suprema a lo que significa Ud., como opinión boliviana aún no vulnerada por la tiranía”.

Especulo que el rol del procedimiento verbal de citar el enunciado del francés sirve como fuente de reflexión la labor del escritor expatriado ante el contexto inmediato que lo perturba. Céspedes toma el texto Valeriano para transmitir, sobre la idea poética, un pensamiento íntegro con sustancia y que llegue al lector de la carta con esta significación. En este empeño,  “la mano atraviesa la llama”, sería la labor de manufactura del autor que, con la escritura, traspasa la hoja blanca o formula la posibilidad de opinar en libertad; y “la llama continua” daría a entender que el fuego emanado de este entretejido literal es la médula que crea pulsión de censura ante las situaciones infaustas que atraviesa el país.

Como se puede inferir, la modalidad de usar la cita literaria esencialmente es de poner en tensión forma/fondo. En el caso de la carta del Chueco, lo superficial radicaría en producir significancia poética a la misiva. Mientras que el sentido de hondura sentaría admitir que perennemente existirán voces de reclamo ante las injusticias. De igual manera, la acción de plasmar la cita de Valéry es un acto complejo, ya que sospecho es consciente de la calidad de autoridad moral que posee el francés como pensador y poeta, y, más que nada, le carga de mucho sentido lírico al tenor de la carta.

En esta línea, es incesante la visión de Céspedes sobre el terruño fuera de la patria. Por eso, recurre a su memoria y extrae la frase de Cecilio Guzmán de Rojas, antes de morir: “El único valor de la vida boliviana en este siglo (XX) siempre era el indio. En sus cuadros se percibía como un relato de aquella fragua en que se funde la historia de nuestro país de masas, gran río étnico”. En esta veta, la referencia es en clara alusión al “Goethe aimara”, pues sería partícipe de la idea del soberbio pintor potosino, puesto que tuvo la vivencia del indio. Concluye que esta inclinación se traduce y resume en la anchura y diversidad de pensamiento coincidentes con su ser y su obra.

Con la evidencia anterior, admite que como miembro de la generación del Chaco enjuicia a Tamayo porque “fracasara en su intento de dar ánimo y altura a esa llamada ‘conducción’ de la guerra del Chaco”. En efecto, en la visualización de esta frustración considera que el indio no atina a calcular “qué es lo que hacemos de su sangre” (recurre a una expresión de Baptista). Por lo cual, le recuerda cómo se guarece en la meditación en su casona de la calle Loayza, “laboratorio de poeta y pensador: nulla die sine linea”. La locución latina significa “ningún día sin una línea”.

La frase procede de Plinio el Viejo, cuando refiere que el pintor griego Apeles de Colofón, pinta todos los días mínimamente una línea. A este respecto, la comunicación transmite que el solitario Tamayo, en el encierro, no deja de escribir y pensar. Con la escritura sigue confeccionando el sentido del espíritu boliviano. Igualmente, la epístola relata que el gobierno se esfuerza en destruir la conciencia nativa desapareciendo al “ser nacional”, ayudado por “los pedagogos del estaño, estilo Arguedas u Ormachea Zalles”, se simula cultura en la universidad y los militares demuestran “su pericia en la carne de los trabajadores sean bolivianos y estén desarmados o armados únicamente con hondas” y lo más inconcebible, aíslan a Tamayo ¿Para qué?, para oprimir a la nación en toda forma.

En último lugar, el propósito de consumar la lectura de la carta de Céspedes a Tamayo es identificar la figura de un dispositivo textual con señales de literariedad. Dentro de este marco, las referencias literarias son algunos de los mecanismos estratégicos que construyen el discurso epistolar. El análisis expuesto está subordinado a referencias textuales de un autor en el confinamiento. De ahí surge otra importante oscilación: Ausencia/presencia.

Fuente: Letra Siete