03/27/2018 por Marcelo Paz Soldan
Asma

Asma


Asma
Por: Iván Gutiérrez M.

Existe una extraña sensación de vacío cuando estamos a punto de perder algo. El sentimiento de pérdida, se potencializa a partir del vértigo de los minutos previos al impacto de haber perdido. Cohabitamos nuestra historia personal con distintos tejidos de pérdidas. Hay esas pérdidas inconscientes, que se elaboran por la distracción, el momento más alto de su significado proviene en el posterior, cuando nos percatamos de que hemos perdido algo, que de repente sino es esencialmente trascendental para nuestra vida, por lo menos en la funcionalidad del presente resultaba siendo importante; como los lápices amarillos Faber HB que solíamos dejar tirados en la banca de la escuela. Hay esas pérdidas que están compuestas por un huracán previo, sintonizan con la presencia de lo premonitorio, de la intuición, del sabor agrio espumoso, casi vomitivo de saber que estamos a punto de perder algo; como el tinkazo de tener que escoger otra calle en vez de la que hemos elegido para llegar tarde a casa y así evitar un accidente fortuito. Hay esas pérdidas que implican trabajo y son las que están forradas de la piel del transcurso del tiempo, son las que se componen por la resistencia a un final inminente; son traumáticas porque corresponden al vértigo del dolor de asumir una despedida hacia algo o alguien; como decirle adiós al convaleciente, al que de a poco nos ha advertido que se muere, que se va, que inevitablemente; se aleja y después de esa pérdida no volveremos a ser iguales.
Cada tejido de las pérdidas en forma proporcionalmente diferente, nos enseña a que la palabra extrañar, sea entrañable. Es decir que toda pérdida más allá de su repercusión nos expone a nuestra frágil condición de requerir el abrazo del mundo en ese, o eso amigable, y de repudiar la traición de ese otro que se vuelve ajeno. Todo esto y como apunte personal me parece que es algo constitutivo de lo humano. A través de la desaparición o la permanencia; el perder nos hace conscientes de esos dos terrenos antagónicos, que son separados por una delgada línea de segundos, que constantemente nos están demandando domiciliarnos en uno u otro lado. Pero más concretamente nuestras pérdidas nos conducen a esos pequeños establos en los que entendemos la imposibilidad y la incertidumbre de un proyecto; en esa medida nos ajena y nos obliga a pensar en el conflicto de sobrevivir sin lo que ya no contamos.
Asma de Aldo Medinaceli es un libro de cuentos publicado por la editorial Nuevo Milenio el año 2015. Es un libro que se caracteriza por el desenfado de su escritura. Cada cuento termina atrapando al lector por una sensación de asfixia. Todo está diseñado para que los personajes sean víctimas de la derrota. En este caso la pérdida no es una instancia del destino de cada sujeto que habita las páginas de Asma, sino al contrario la pérdida es como que la única posibilidad de salvación que tienen los personajes, para que exista algo increíble para contar sobre ellos.
Los cuentos “Casa museo” y “Reina de Corazones” resultan siendo fascinantes por el concepto de abandono que sostiene el relato. Con Asma el perder, más que todo en los dos cuentos que cito se vuelve el sostén de la narrativa. Aunque lo determinante es que el entendimiento de la pérdida no es un conflicto existencial, sino al contrario, los personajes no se inmutan a la posibilidad de fracaso, haciendo que no exista una comprensión real de la situación en la que se encuentran y solamente prime; el ánimo de hacer algo. La búsqueda de movimiento es más importante que la reflexión de lo que pasa concretamente en cada mundo.
En el cuento “Casa museo” el personaje es acechado constantemente por la idea de perder; desde las simples ganas de un trasnoche, la motivación de la vida, concluyendo en el abandono de su novia. En cada situación existe una total apatía, o para ser más exacta la característica del personaje es la total desvinculación real con el mundo. Haciendo que finalmente lo esencial en el cuento es que se trate de una narración de un sujeto extraviado, en una ciudad que no lo corresponde y con una mujer que en términos más concretos tampoco le es suya. “Casa museo”, paradójicamente, nos incita a pensar en el tiempo estático en la posibilidad del recuerdo y de una vinculación de hogar, el personaje sin embargo lo último que tiene es algún tipo de estabilidad, es en sí mismo un ser perdido:
“Jan no había oído hablar demasiado de Sudamérica, le expliqué que llegué a Europa para tomar clases de fotografía, pero que no sacaba ni una sola foto desde hacía mucho tiempo, que ahora preferiría solamente ver las cosas, eso, ver las cosas. Le fui contando acerca de los sitios donde trabajé. Revistas, estudios, pero que luego todo se complicó, varias agencias cerraron, me negaron los papeles.

Me quedé sin saber a dónde ir, le dije”.

“[…] Johana se obligaba y me obligaba a pasar buenos ratos junto a ella mientras él había estado siempre entre nosotros, todo el tiempo, como un fantasma. Así ella intentara convencerse de que lo ocurrido anoche no significaba nada, así riera y bromeara a nuestra costa. Las cosas jamás serían iguales.
Voy a quedarme, dijo Johana”. (Cuento: “Casa museo”).
En “Reina de corazones”; existe la misma sensación que en el cuento anterior y comparten estructuras de la historia como ser; personas que están lejos de casas. Ese permanecer afuera dé: genera un conflicto de asfixia, de pérdida de sentido y de una búsqueda lacerante de sobrevivencia:
“El viaje a Palermo es largo. Tomo el autobús, o el bondi, como le dicen acá.
Poco a poco esas palabras se me han ido pegando. No digo chica sino mina. No digo niño sino pibe. A la plata le digo guita y a las salchichas panchitos. Las cervezas son birras, lo zapatos tamango, las tiendas de cosas usadas cambalaches. Las fiestas de cumbia son bailantas. Los charlatanes, otarios y las armas de fuego, los fierros. Algunas nenas son unas yeguas y a quienes llevan la mala suerte sobre la espalda como yo se les dice yetas. Mi castellano se ha ido transformando desde que decidí emigrar” (Cuento: “Reina de corazones”).
Asma, después de Billie Ruth de Edmundo Paz Soldán (2012), y de Iluminación de Sebastián Antezana (2017), es uno de los mejores libros de cuentos que recientemente se ha publicado en nuestro país. Permitirnos su lectura es de alguna manera reconocer nuestras pérdidas y saber que a pesar de ellas queda la dimensión de las estrellas que aún guarda la posibilidad de esperar otro final.
Fuente: La Ramona