02/08/2023 por Sergio León

Andrea Abreu: la niña del volcán

Por Dídac Peyret

“Hay seres que se ven anegados por la realidad de los otros, su manera de hablar, de cruzar las piernas, de encender un cigarrillo. Atrapados en la presencia de los otros. Un día, más bien una noche, se dejan arrastrar por el deseo y la voluntad de un único Otro. Se disuelven y miran cómo obra, cómo obedece, arrastrado por el curso desconocido de las cosas, su reflejo. Van siempre por detrás de la voluntad del Otro. Les lleva siempre un tiempo de ventaja”. Con un solo párrafo, Annie Ernaux logró atrapar en Memoria de chica (Cabaret Voltaire) las grietas de la adolescencia. ¿Qué nos hace sumisos a la mirada del otro? ¿Qué hacemos con el deseo? ¿Qué tecla toca alguien para instalarse en nuestra cabeza? ¿Cómo empieza una obsesión?

Andrea Abreu (1995, Icod de los vinos, Tenerife) también nos sitúa con Panza de burro (Editorial Barrett – Dum Dum Editoria)  en ese imaginario vibrante, torpe, al borde del precipicio que es la pubertad. “Las maestras del comedor nos preguntaron que si mojo rojo o mojo verde e Isora respondió que mojo rojo, y yo pensé que qué echadita palante, mojo rojo, y no tiene miedo de que sea picón, no tiene miedo de comer cosas de gente grande, y yo quiero ser como ella, tan echadita palante, tan sin miedo”, dice el alter ego de la autora.

“El gran tema de mi primera novela son los límites difusos entre el amor y la amistad”, reconoce. El resultado es un fenómeno editorial que va por la decimoséptima edición, se ha traducido a varios idiomas y ha vendido los derechos para una adaptación cinematográfica.

Intimidad 

Abreu es la culpable de tanto revuelo y también motivo de escrutinio en pleno auge de la autoficción. “La raza humana es muy alcahueta. Nos encanta saber las intimidades de la gente, nos hace sentir especiales, poseedores de una información única. La gente está empeñada en preguntar a las mujeres sobre el porcentaje de autobiografía de sus obras. Sobre todo en mi generación por la relación tan fuerte que tenemos con los géneros del yo. Me da rabia: aunque un libro sea full biográfico la destreza de la escritura se siente”.

La tinerfeña ha logrado una novela salvaje entre la fiebre poética y la oralidad canaria que se consume como la música de Rosalia. Hay en ella un desafío a los formatos y una patada a las convenciones. “Estoy a favor de subrayar los libros, dibujarlos, destrozarlos, hacerles el amor, usarlos y restregarse con ellos”.

También mucha verdad, porque es un retrato ácido de la adolescencia, donde conviven lo bello y lo sórdido y hay dolor, mucho dolor, soterrado y torrencial. “Hice pipí y me aparté para que hiciera Isora. Lo hizo y, después de subirse los pantalones, después de ver su pepe peludo como un helecho abriéndose en el suelo del monte, se alongó sobre lo blanco del váter, estiró el dedo índice y el medio y se los metió dentro de la boca. Nunca había visto algo así”.

Una novela con ansia de vida. Un grito de auxilio. Una niña bajo el volcán.

Fuente: www.epe.es/