Por Caio Ruvenal
El escritor y filósofo cochabambino Iván Gutiérrez presenta en su nueva novela, El último ninja, un futuro en el que se combinan tradición y tecnología, artes antiguas y maquinas, tomando como protagonista al sobreviviente de esta estirpe guerrera. “Violencia, traición, venganza; y el amor en medio de un mundo que se cae a pedazos, en donde el olvido se presenta frente a los protagonistas como única salida”, advierte la contratapa del libro.
“El último ninja” será presentado el 3 de junio en el marco de la 23ava Feria Internacional del Libro de Santa Cruz, junto a “Las cenizas son producto de su combustión” de Rodrigo Villegas. Ambas del sello local Electrodependiente, quien después de 6 años y 50 publicaciones en formato artesanal, cartonero, han decidido ingresar a una nueva fase de edición tradicional, para poder entrar a competir con los otras editoriales y difundir el trabajo de quienes componen su catálogo. “Para nadie es un misterio que no tenemos cabida en eventos como las ferias del libro”, afirmó uno de los directores de Electrodependiente, Mauricio Gatica.
Compartimos una entrevista con Gutiérrez (1988) quien fue ganador en 2009 del Primer Premio en el Concurso Nacional Petrobras Noveles Escritores con “Laura se ve hermosa así”. Es docente en la facultad de Filosofías y Letras en la Universidad Católica Boliviana y ha publicado otras novelas, como “La fogata” o la trilogía de “Ella es una skinhead motorizada”, “Los decapitados” y “Caballos salvajes”.
¿Cómo llegaste a esta mitología de los ninjas y cuándo decidiste que querías escribir sobre ellos?
El proyecto comienza como un ejercicio para encontrar nuevos retos en mi escritura. El impulso inicial era hacer literatura tipo clase B, emular las películas de bajo presupuesto en las que lo único que vale es el placer de hacerlas, romper toda posibilidad de la seriedad temática y más bien animarse a reír y a crear fuera de lo que se viene haciendo como convencional. A partir de esta novela, quiero por un tiempo mantener esa línea. Disfrutar el acto de escribir sin la presión de querer sonar interesante, sofisticado, o internacional.
Pareciera que en “El último ninja” se combinará tradición y tecnología, ciencia ficción e historia, futuro y pasado. ¿Encontraremos una atmosfera steampunk o más a bien algo distópico/apocalíptico?
De repente se pueda encontrar todas las vertientes que dices. La verdad no soy lector de ciencia ficción, es una tarea pendiente que espero pronto comenzaré a realizar, por lo tanto, no podría decirte a cabalidad técnica el cumplimiento de esos marcos conceptuales. Pero sí hay esa articulación tradición y tecnología. La tecnología pensada como algo ya dado y que se acomoda a la necesidad de sobrevivir en un mundo cada vez más cambiante. Un futuro ficcional pero que no es avasallado por la presencia tecnológica de trasnacionales, sino que más bien es una sobrevivencia social desde los recursos inmediatos que tenemos y que son reinventados desde la creatividad de las urgencias de la calle, de repente eso también es crear otro tipo de perspectiva de uso y creación tecnológica. De todas formas, el punto central no es esa estructuración discursiva sobre las relaciones del progreso. La novela tiene como temperatura lo existencial, el saber que siempre estamos al borde de perder algo, ese perder es lo que se convierte en el aliento de crear. Por lo tanto, en la novela el crear una ilusión es lo que más importa.
La tecnología, manejo de planos temporales y la ciencia en sí no parecen ser un tema recurrente en tus anteriores obras, al menos en las que he leído. ¿Cómo fueron las pesquisas para abordar estos elementos?
En cada proyecto que escribo trato de plantearme un modelo diferente a resolver en la trama. Por eso incluso a pesar de tener una trilogía, busqué cambiar las posibilidades de narrar cada parte. En este caso el reto era salir de ese espacio formal y plantearme una temática que de primera impresión suena totalmente inverosímil, pero que con el trabajo narrativo se vuelva disfrutable. El punto de partida fueron las películas clase B de artes marciales, mientras las veía, pensaba en el reto que se convierte escribir ese tipo de acción, que parece centralmente visual. Sumé al ejercicio algo que en mis otros proyectos tampoco tocaba y ese es el de la geografía específica. Siempre he tratado de no nombrar un territorio, describirlo, pero no nombrarlo. Ahora hay una ciudad y hay elementos totalmente específicos nombrados. Eso también se convierte en un nuevo elemento dentro de la propuesta que voy planteando.
¿De dónde surgió la idea de hacer un libro ilustrado? ¿Cómo crees que complementan la historia?
En “Los decapitados” aumenté a la experiencia del libro un disco para acompañar desde lo auditivo la lectura. En este caso, por el tipo de historia quería sumar la experiencia visual. Es importante para mí expandir la experiencia del lector. Que el texto exija a todo el cuerpo involucrarse con lo que está leyendo. Me gusta la literatura corporal, más que la mental. Cuando leo, estudio mucho el ritmo, la melodía, la propuesta sensitiva de las palabras. Eso es lo que trato de proponer con mi escritura.
Ya conocía el trabajo de Sarahí, no en ilustración, porque este es su primer proyecto en esa área y al tener más acercamiento con ella, despertó en mí la admiración por la sensibilidad que tiene para pensar la imagen. Antes ya había conversado con otras personas sobre hacer el proyecto; pero ella logró captar el color y las sombras de algo que incluso yo no veía.
La novela crece muchísimo, algunas personas me decían que prefieren no tener imágenes en la lectura porque eso les molesta en la posibilidad de imaginar el texto. Pero en este caso es algo que no pasará, porque la ilustración juega mucho con lo simbólico y lo onírico, no es una imagen de enciclopedia. La técnica de Sarahí para este proyecto es de collage digital, lo que crea una sensación de textura y sobre posición que aporta a la mística del secreto del mismo libro.
A los escritores que se dedican solo al cuento se los suele cuestionar por qué ese género, pregunta que no suele surgir con los que escriben novela. ¿Por qué siempre has escrito relatos largos?
No es un propósito único o de consigna el que tenga solo novelas por ahora. Me gustaría pronto publicar en más formas. La novela me permite pensar un problema desde muchos flancos y me exige reconstruir mi lenguaje en el proceso de su avance. Concretamente me hace ver desde una panorámica enorme el mundo que me rodea y a la vez el cómo desde la narración también me voy testificando.
¿Cómo la filosofía interviene o se comunica con el resto de tus obras y con “El último ninja?
No hay forma de separar la filosofía de la escritura. La unidad de la vida humana es la unidad de un relato de búsqueda, desde la literatura tanto escribiéndola como leyéndola, visualizamos un poco esas siluetas con las que convivimos y no podemos nombrar. “El último ninja” al igual que mis otros proyectos se convierten en extensiones del ejercicio que tengo de pensar la filosofía, por ahora esta novela es la que define mi actualidad, y en esa misma línea el proyecto de lo que espero hacer.
¿Qué libros has estado leyendo últimamente y crees que influenciaron a “El último ninja”?
Últimamente leí al mexicano Alberto Chimal, un libro de cuentos que se llama “Ciudad imaginada” una joya de texto, es de esas experiencias que se convierten en una clase magistral de escritura, no por lo formal, sino por la rebeldía, por la forma de animarse a narrar sobre lo menos esperado. Por el trabajo por esta etapa me mantengo leyendo más libros del área de mi carrera, que es la filosofía la cual también disfruto con toda la vida. Aunque si tuviese que decir que influenció a “El último ninja” serían las películas clase B y el rock punk.
Fuente: Opinión