02/12/2021 por Sergio León

Alcides Parejas, entre la Histórica y la Poética

Por Óscar Rivera Rodas

El distinguido historiador Alcides Parejas Moreno, autor de más de una veintena de libros particularmente enfocados en la historia del oriente boliviano, ha publicado su décima novela histórica: Tío Rómulo, mi fantasma (Santa Cruz de la Sierra, Editorial La Hoguera, 2020). Su obra novelística inició el 2008, con El Señor de El dorado, novela inspirada en uno de los mitos medievales europeos que las invasiones españolas del siglo XVI deseaban encontrar en el supuesto «nuevo mundo»; pero el mito se convirtió en utopía para la imaginación fabulosa de los europeos.

 La décima obra de ficción de Parejas no es sólo una legítima novela histórica, sino que implica una reflexión sobre la compleja tarea del historiador en su lectura hermenéutica de los documentos que debe conceptualizarlos antes de escribir según la Histórica, disciplina filosófica de la historiografía, y término empleado por el filósofo alemán Reinhart Koselleck (1923-2006) en su obra historia/Historia (1974: 47).

Así también, la novelística de Parejas se deslinda de una variedad de narraciones publicadas en las últimas décadas, que si bien enfocados en hechos históricos permanecen como relatos de testimonio, biografía o autobiografía, porque carecen de la distancia espacio-temporal entre el historiador y los hechos referidos por su escritura.

La trama

La novela representa a un personaje historiador que investiga y escribe sobre el pasado de un tío cruceño, que por decisión de la madre había sido enviado muy joven a la Argentina para educarse. Adulto se convirtió en el teniente coronel Rómulo Jiménez Mercado, del ejército argentino, en tiempos de Hipólito Yrigoyen (1852-1933), y nunca retornó a Bolivia. El historiador, que no menciona su propio nombre, resulta ser por un conjunto de implicaciones del proceso narrativo, homónimo de Alcides Parejas Moreno.

Así, el narrador es el personaje historiador de la ficción, y se identifica con el autor real de la novela; deviene al cabo único personaje-narrador de la misma.

 Una noche en su biblioteca, entregado a cavilaciones profundas respecto a su personaje, el historiador percibe con su imaginación asombrada la presencia de un espíritu: “¿Es acaso que estaba soñando? Esta cosa que se me presenta con forma humana, que me mira y que me habla…, es una broma…, no puede ser… El fantasma (por llamarlo de alguna forma) se detuvo frente a mí. Lo empecé a observar detenidamente mientras se erguía” (2020: 11). Era Rómulo. Claro está que esa figuración imaginaria corresponde a la ficción de la novela, y al que podríamos designar el “nivel ficticio” de la estructura narrativa; que entraba en relación, además, con al “nivel histórico” de la misma.

 En el primer nivel, ficticio, transcurre la trama de la novela, cuyo contexto espacio-temporal corresponde al historiador-personaje-narrador, en el recinto de la biblioteca en su casa, Santa Cruz de la Sierra, año 2020. El segundo nivel, histórico, reconstruye al teniente coronel Rómulo, cuya temporalidad y contexto social se remontan a la Argentina de finales del siglo XIX y principios del XX.

 El aparecer de Rómulo queda plenamente explicado como procedimiento estético del discurso literario que, por definición, solo corresponde en este caso a la percepción subjetiva del narrador; no al personaje aparecido. El discurso de la ficción acude a una representación estética para obtener un nuevo estrato para el discurso histórico. Asimismo, el aparecer de Rómulo queda plenamente justificado por el relato historiográfico que, para la filosofía de la historia expuesta por el pensador estadounidense Hayden White (1928-2018), construye “las cosas ya no perceptibles, … entendiendo por ello imaginar y conceptualizar, sus objetos de interés antes de poder proceder a aplicarles los tipos de procedimientos que desea usar para explicarlos o comprenderlos” (El texto histórico como artefacto literario y otros escritos, 2003: 44).

 Con el aparecer de Rómulo, además, el nivel ficticio gana un segundo protagonista que sostiene diálogo con el autor. De este modo, lo que hubiera sido el soliloquio del narrador en sus cavilaciones, se convierte en un coloquio entre el historiador y su personaje.

Sin embargo, éste admite haber perdido la memoria y el historiador reconoce su propio monólogo: “Mi fantasma escuchaba fascinado las historias (no necesariamente fascinantes) sobre Portachuelo y mis antepasados. Y así se pasaron los días, prácticamente en un monólogo con un único espectador, pero que francamente disfruté yo también, poniendo mi memoria en ejercicio” (2020: 44).

La estructura

La novela está integrada por un “Introito” y once capítulos. El relato inicial refiere la noche en que el historiador percibió por primera vez el espíritu de su tío. Sentado junto a su escritorio, y bajo la luz de una lámpara vio los libros que leía, particularmente El reino de este mundo, del cubano Alejo Carpentier, y reflexionó sobre la herencia literaria que dejó este escritor a la narrativa regional. Casi en seguida oyó un ruido que provenía del fondo del escritorio, de entre los estantes de libros, y se sobresaltó. Fue entonces cuando la figura de Rómulo “poco a poco iba cobrando sentido”, hasta que se le acercó: “-Hola -me dijo. La voz era profunda y firme, como la de alguien que tiene autoridad” (2020: 11).

 El “Introito” cumple así la función de presentar a los dos personajes: el historiador y el fantasma. También registra algo más importante: la reflexión del narrador respecto a la obra de Carpentier, que compendia una definición teórica de Parejas Moreno sobre la novela histórica, que debe tener “un buen caudal de documentación al que hay que añadir los maravillosos aportes del imaginario colectivo; que hay que trabajar con fuentes de todo tipo: documentos de archivos, fuentes literarias, sueños, testimonios orales, etcétera; que hay que convertir el pasado en lo que pudo o debió haber sido”; más aún, reitera rotundamente: “no se reconstruye el pasado, sino que simplemente se construye una visión del pasado” (2020: 10).

 De acuerdo con esta definición, la novela histórica está conformada, por una parte, por el “caudal de documentación” como textos escritos (anales, memorias, crónicas), puesto que se desea recuperar un pasado no percibido, o en palabras del crítico literario húngaro Georg Lukács (1885-1971) en su estudio La novela histórica, se trata de “resucitar viejos y remotos tiempos y darles una vida experimentable”. (1966: 42).

Por otra parte, la novela histórica acude a fuentes literarias de ficción o fábulas del imaginario individual o colectivo.

 La teoría de Parejas Moreno sobre la novela histórica organiza la estructura de los once capítulos, en los que se alternan el discurso ficticio con el discurso histórico. El autor ha querido diferenciarlos empleando letra regular para el primero y letra cursiva para el segundo. En esa alternancia, algunos capítulos corresponden sólo a la ficción (caps. II y IV), y otros únicamente a la historia (cap. VI).

Discurso ficticio  y discurso histórico

Es importante señalar que el discurso ficticio se expresa subjetiva y libremente, ajeno a todo modelo objetivo. Como afirmó el filósofo austriaco y teórico literario Rudolf Steiner (1861-1925), “frente a un concepto del mundo puramente realista, tienen que aparecer en el arte toda clase de irrealidades, las más diversas ilusiones que en la vida se hacen figurar” (El arte y la ciencia del arte, 1986: 54). El discurso histórico, por su parte, surge por el contrario de la modalidad objetiva: la documental. En Tío Rómulo este motivo surge en el capítulo I, cuando el fantasma, intrigado por los documentos que el historiador recibe en su computadora, demanda una explicación. El historiador explica: “eran, más que nada, registros oficiales y militares sobre algunos familiares que, por algún motivo, habían terminado sus días en Argentina. (…).

-¿Y ahora me vas a explicar el contenido de los documentos? -me increpó de inmediato el fantasma.

-No hay mucho que explicar –repliqué– como historiador, cada tanto recibo documentos de este tipo…, en este caso, corresponden a parientes míos.

-¿Y yo qué tengo que ver con eso? -preguntó el fantasma. (2020:18).

El historiador agrega una explicación: “Los documentos que me pasaron son solo eso, fechas, datos, nombres y apellidos…” (2020: 19).

 Ciertamente, los documentos sólo constituyen una necesaria “evidencia documental” de la que el historiador debe obtener la “evidencia conceptual”, en términos del filósofo estadounidense Arthur C. Danto (1924-2013) en su obra Historia y narración. Ensayos de filosofía analítica de la historia (Barcelona: Paidós, 1989). Explica que con “esos conceptos no solamente funcionan como criterios de plausibilidad para las narraciones ya escritas, sino que también proporcionan una cierta base para construir una nueva narración” (1989: 69).

 Por su parte, el investigador francés Michel de Certeau (1925-1986) en La escritura de la historia (México, 2006), advirtió respecto a la lectura de los documentos: “es necesario recordar que una lectura del pasado, por más controlada que esté por el análisis de los documentos siempre está guiada por una lectura del presente” (2006: 37).

 Esta “evidencia conceptual” es referida constantemente por el discurso histórico de la novela de Parejas Moreno, lo cual no debe sorprender por ser un escritor que supo estructurar su obra entre la Histórica y la Poética. Más aún cuando el personaje histórico desde su circunstancia de fantasma es incapaz de hablar de sí mismo y afirma: “-Mirá, te confieso…, que la memoria no me funciona como antes…, no te puedo decir qué hago acá, ni qué relación tengo con eso que recibiste vos…” (2020: 18).

Historia y novela histórica

Alcides, a quien recuerdo historiador y director de la carrera de Historia de la Universidad Mayor de San Andrés, La Paz, en la década de 1970, ahora, después de cinco décadas reconozco no solo al prestigioso historiador; también a un eximio narrador de novela histórica. Y aunque en esta se libere en la ilimitada ficción irreal, reafirma su convicción en la filosofía de la historia, recurso sobre el que fundamenta la estructura legítima de la novela histórica que ha cultivado en la última década.

 Alcides nació en Portachuelo, Santa Cruz (1944), y obtuvo su doctorado en Historia a sus 27 años en la Universidad de Sevilla, España. Miembro de Número de la Academia Boliviana de Historia, de la Academia Nacional de Ciencias y de otras sociedades dedicadas a la investigación histórica, fue un promotor para que la Unesco declarara en 1990 a la región de Chiquitos Patrimonio Cultural de la Humanidad. También es el novelista que, de vez en cuando, se desentiende del rigor de la Historia y abraza la ficción histórica libre. No en vano, el griego Aristóteles (Poética, 1974: 157-58), para hablar de la Histórica necesitaba mencionar a la Poética, que en este caso da acogida y bienvenida a la novelística de Alcides Parejas Moreno.

Fuente: Letra Siete