01/15/2008 por Marcelo Paz Soldan
Acerca de la novela negra en Bolivia

Acerca de la novela negra en Bolivia

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La hermana fea de la familia
Por: Wilmer Urrelo Zarate (Ganador del Premio Nacional de Novela)

Voy a comenzar esta nota con una anécdota personal: tenía alrededor de 19 años cuando leí, por primera vez, American visa de Juan de Recacoechea. Confieso que fue una lectura un poco desconfiada al principio, pues querámoslo o no una buena parte de la novelas premiadas con el desaparecido Erich Guttentag (que American visa ganó) no son precisamente lo que uno puede esperar de una obra galardonada. En fin, resulta que mientras la iba leyendo me daba con una grata sorpresa. Al fin encontraba a un autor boliviano que escribía de acuerdo a los códigos de lectura que hasta ese momento había cosechado (que en su mayor parte eran novelas negras y películas del mismo género). No obstante, como podrán imaginar la alegría no me duró mucho, pues a lo largo de un tiempo uno empieza a darse de frente con otra realidad. Si bien existen novelas inscritas dentro del género del que hablamos no existe en el país una novelista o novelista cuya producción entera esté dedicada a ese género. Tenemos, más bien, un fenómeno al cual podría bautizarse como de saltos esporádicos o coqueteos momentáneos con lo negro. Ahí están, por ejemplo, Ramón Rocha Monroy, Gonzalo Lema o Edmundo Paz Soldán (de las novelistas no tengo muchas noticias, la verdad). Los autores que pasaron por la novela negra escriben también libros de otro corte. Históricos, tecnológicos, quizá existenciales, etc. Pero en ninguno de ellos la producción fue enteramente inserta en este género (del cine mejor no hablo: ahí la vergüenza sí es grande). En otros países (¿se dieron cuenta cómo en Bolivia siempre decimos “¿en otros países?” para denunciar nuestras limitaciones?) esta realidad es distinta. Basta echar un vistazo a ciertos autores cubanos, mexicanos y estadounidenses para percatarnos de otra realidad. El mismo De Recacoechea escribió novelas que tienen que ver con otro género. Entonces ahí sale la pregunta del millón: ¿por qué todavía no tenemos una tradición negra en la novelística boliviana? La respuesta es muy complicada. Quizá, creo yo, el primer atisbo de respuesta sea el siguiente: que aún la literatura negra no cobra su mayoría de edad en el país. No tiene carnet. Sigue siendo la hermana menor de la literatura (como lo fue, por mucho tiempo, en América Latina). Y que pese a existir novelas que pueden llegar a defenderse muy bien frente a otras de rumbos distintos aún no llegamos a crear una tradición. Y acá vuelvo al lugar común de nuestras letras. Es decir, mencionar que nuestra realidad es tan rica, tan sorprendente que carecer de una tradición de novelistas del género negro es medio raro. Impensable. ¿Pero es suficiente vivir en un país cuya realidad es tan rica para hacer buena literatura? ¿Buena literatura de género negro? Claro que no nos sirve de nada. Hacen falta lectores, por su puesto. Y también escritores, claro. Pero esencialmente un público acostumbrado a una literatura y a un cine (importante) que vaya por ese lado. ¿Por qué la gente desconfía cuando uno dice que su novela es del género negro? Por muchas cosas: todavía los bolivianos creemos que eso no es “serio” (es decir, que es una literatura que puede ser considerada de peso). Que lo “serio” es que sólo nos hablen de cuestiones sociales, existenciales o históricas. La novela del género negro todavía es vista por encima del hombro. En fin, que sólo es una lectura “de la que no se puede aprender nada” (nefasta enseñanza esta última repetida una y mil veces por los profesores de literatura de colegio). ¿Estoy muy quejón? Es de humanos quejarse, che. Sin embargo, pese a todo lo anotado anteriormente, tengo la esperanza, quizá un poco absurda, que en cualquier momento la literatura boliviana empezará a ver a la fea de la casa con otros ojos. Será, esperemos, como esas historias familiares tan comunes en nuestra sociedad: de pronto a la fea le cae una herencia de una tía olvidada y todos empezarán a revolotear a su lado a ver con qué pueden quedarse. Ojalá sea así. Pero ojo: no es cuestión de que la novela negra cuente mejor una realidad que sus hermanas más bonitas, sino que es otra forma de hacerlo. Una forma exquisita, si quieren.
Yo, por lo pronto, me quedo con la hermana fea de la familia, aunque sea pobre y poco atractiva a los ojos de los demás.