11/04/2008 por Marcelo Paz Soldan
A Wolfango Montes D.

A Wolfango Montes D.

wolfango-en-santa-cruz.jpg

A Wolfango Montes D. In Memoriam
Por: Wolfango Montes V.

Nuevamente nos despedimos de vos, papá; han pasado muchos años y aún te recordamos, lo que significa que todavía vives en nosotros. Una vida, después de terminada, para sobrevivir entre los que quedamos, necesita del afecto y de la narrativa para pervivir. Existe un concepto moderno, el complejo de Abel, se refiere a aquellas personas como el infeliz Abel de la Biblia, que mueren sin haber vivido, y no lo hicieron porque no tuvieron su historia contada. Hoy quiero recordarme de tu historia, en estas palabras que son conversación con un ausente.
¿En qué se transforma el dolor con los años? Se lo hace en nostalgia y después miramos para atrás y vemos a la persona con más y más realismo, con más y más claridad, y quien tiene que ser admirado recibe este privilegio y quien tiene que ser detestado lo lanzamos al pozo del olvido.
En tu vida testimoniaste todo el espectro de la condición humana: desde las grandezas hasta las villanías y miserias, desde el heroísmo hasta la cobardía y la entrega. Tu generación, en experiencias, fue más privilegiada que la nuestra; con la salvedad de que pocos elaboran tamaña experiencia, la cual es bienvenida a aquel que hará de ella buen provecho. Comencemos desde un hecho: tu generación tuvo la Guerra del Chaco. Afirman que todos en algún tiempo deberíamos tener una guerra para madurar. Qué maduración dolorosa. Por lo que sé, la guerra cayó y escogiste ir para el frente del combate. Existían caminos más fáciles: el certificado médico que te ofrecieron como inhábil, el viaje para estudios fuera del país. Escogiste el bautismo de fuego. Sobreviviste, con tus medallas, con tu graduación de suboficial ganada en el campo de batalla. Esa guerra fue crisol donde se formó una generación de las más ricas de nuestra historia republicana. ¿Por qué ustedes se quedaron con tanta grandeza, con tantos personajes admirables y nos dejaron a nosotros en este mundo en el cual ni con mil lámparas de Diógenes encontraríamos un hombre? Ustedes fueron ricos en líderes, como nosotros somos pobres en fin…
Pero volvió la vida cotidiana, ahí escogiste el derecho como profesión. Recorriste un camino que fue desde el ejercicio privado, la enseñanza la cátedra en la Universidad Gabriel René Moreno, hasta la magistratura: fuiste Fiscal de Partido, de Distrito, Vocal de la Corte Superior, de la cual eras decano, fiscal General de la República. ¿Existe mejor camino para ejercitar el carácter y las virtudes ciudadanas que aquel que escogiste? La justicia, la verdadera, aquélla que realmente iguala a ricos y pobres, a privilegiados y parias sólo reside en las almas rectas y justas. Con orgullo puedo decir: viviste con honradez. Tu criterio de hombre honrado era: no haré nada que avergüence a mis hijos. Aplicaste con modificaciones la máxima socrática: No quiero que mis hijos vivan con la mancha de tener un padre ladrón o corrupto. Esa fue nuestra mayor herencia.
Hasta hoy recuerdo tu modestia, nunca te vanagloriaste de tus conocimientos ni te dejaste embriagar por la vanidad de puestos eminentes.
Recuerdo cierta vez, cuando eras fiscal General, estábamos en Sucre y había estado de sitio. Íbamos a viajar y te acompañé a la policía a recoger un permiso de viaje (salvoconducto). El comandante admirado, te dice: doctor, usted no necesita, basta que presente su documento de identidad. Le respondiste: soy un ciudadano común a todos. Es lindo ver cómo el cargo no fue mayor que tu persona.
Hasta tu muerte la encaraste con la sabiduría antigua. Te preparaste para ella, dejaste todos tus negocios en orden y te fuiste, sin dejarnos ningún problema; apenas este dolor que jamás se extinguirá.
Vos, que lo viste todo, que tenías respuesta para las cuestiones más complejas, ¿de qué forma nos aconsejarías en este trance histórico, cómo tendremos que ser para continuar siendo libres y dignos? Tu pérdida y la de tantos varones dignos de tu generación la sufrimos más ahora, que necesitamos guías como tú, sabios y valientes.
Fuente: El Deber