Por Marcelo Paz Soldán
En Matilde, en las ojeras de la noche (una opera de Cergio Prudencio), Mati, la protagonista, pregunta: “¿A quién le pertenece un verso escrito en la barra de un bar? / ¿En las paredes de un mundo? / ¿En el firmamento?” Ella misma se responde con otra pregunta: “¿A quién? / ¿A la poeta que lo escribió? / ¿A quién lo arranca de la punta de un risco, y lo trae hacia su oscuridad? / ¿A quién lo necesita?” Parte del poema le pertenece a Matilde Casazola, quien lo publicó en su libro La casa del silencio (1998). Las autoras del guion de la opera, Magela Baudoin, Alba Balderrama, Paola Senseve, Ros Amils, Denise Arancibia y Adriana Lea Plaza —“la muchedumbre”, como se definen—, toman libremente fragmentos de la poética de Casazola para que Mati las recite: así ella vaya de la mano de la poeta, y luego se desprende de ella, cuando encuentra su propia voz musical/poética.
Como lo comenta Magela, la Mati no deja de cuestionar a Matilde, le interroga sobre sus dioses, le pregunta por sus muertos y pone a los suyos, le cuestiona sus lugares de escritura, sin que Mati y Matilde se amalgamen. Matilde escribe: “—¡Dios ha muerto! —gritó la caravana. / De sus túnicas grises emergían, espectrales / rostros comidos por la vigilia eterna. / —¡Ha muerto!, nosotros lo hemos visto tendido sobre la tierra negra” (La noche abrupta, 1968). Mati contesta: “No quiero más / tu música infernal, discutido Dios, / quiero escribir con mi sangre / en las ojeras de la noche / para mañana tener una mota de sol”.
La Mati toma su camino de la mano de Matilde, pero también necesita soltarse de ella. El crítico norteamericano Harold Bloom sostenía que los grandes escritores se inspiran y se rebelan contra sus predecesores, creando una tradición literaria de constante renovación. Mati es la renovación de Matilde. “La muchedumbre” busca ser, a su vez, la escritura rebelde de Matilde, una resonancia. Mati habrá de inspirar a otra poetisa que quiera escribir como ella, una hija poética, para que esta, a su vez, intente matarla en el tiempo, perpetuando el ciclo. En fragmentos de la opera, Mati se va desprendiendo de las prendas emblemáticas de Matilde como el poncho.
La poesía de Matilde abre el portal a Mati, la chica que quiere escribir su propia historia a partir de ella, como sucede en Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll. Magela lo menciona al señalar esa transformación de la Mati. Porque el personaje de Mati, al igual que Matilde, es cuestionador, rebelde y político. Ambas utilizan la música, la primera con su voz y la segunda con su guitarra, para que las palabras se conviertan en cuestionadoras.
Fuente: Editorial Nuevo Milenio