07/13/2023 por Sergio León

Crónica de un libro y su autor, Cuarto mandamiento, al revés

Por Carlos Decker – Molina

¿Podrá un mandamiento tener un revés? El diccionario de la RAE dice que revés es la parte opuesta de algo. Además, en literatura un mandamiento de los diez que Moisés recibió en dos tablas en el Monte de Sinaí puede estar desfasado en el tiempo, lo convertiría en un mandamiento al revés. Algo de ello surge en Los diez mandamientos en siglo XXI, libro de Fernando Savater y en la novela Cuarto mandamiento (Editorial 3600) de Erick Ortega.

El periodista y escritor boliviano nos presenta una novela sobre ese anacronismo. Ninguno de los varios personajes que desfilan en las 199 páginas honra al padre ni a la madre, quizá un poco ella, porque el que sale perdiendo es el alfa macho Mariano, que socarronamente se llama igual a un dictador boliviano de 1864. Mariano sí es católico y patriotero, pero no va al confesionario a rendir cuentas de su disipada vida.

Alguna vez ya lo dije, vivo en un país donde la familia ha desaparecido como núcleo numeroso formado por tías y sobrinos, primos y yernos y nueras. Vale el núcleo principal y a veces ni eso porque hay muchos divorcios. El concubinato también está presenta como norma generalizada, cuando éstos se separan no entran en las estadísticas de divorciados. En fin, Suecia no es católica, aunque luterana, es más bien una sociedad laica.

Vuelvo a Erick y su Cuarto mandamiento, es una novela coral. Y ese hecho ya es importante porque Erick escribe todos los días para un diario, es periodista: “retrato todos los días realidades que ya quisiera ponerles un poco de sazón”, y se da el tiempo de crear una excelente ficción en base a sus observaciones.

El machismo de un expolicía que cuenta sus hazañas a su hija menor Manuelita que alquila a un pistolero de pacotilla para liquidar a su progenitor porque descubre quién es.

Pero… la novela comienza cuando Simón (en alusión el libertador Bolívar) va en busca de su hermanastro John Candela por encargo de su padre que pretende reunir a sus hijos legítimos ante Dios y las leyes con los otros, los ilegales.

Lo coral en literatura no es fácil porque cada voz debe tener su propio lenguaje para diferenciar a los personajes. Erick logra desemparejarlos a través del lenguaje de clases, unos son menos clase media que otros, alguno como John Candela está en los linderos del submundo de tabernas y boliches baratos. Bolivia es la hija más linda, aunque sin brújula moral. Lo contrario de la más chiquita que es Manuelita, una adolescente que despierta y no vuelve a cerrar los ojos cuando ve lo que le pasa a su tía Marta.

Otra peculiaridad de esta novela es el humor negro. Hace años en un programa de radio escuché que el humor latinoamericano tiene sus grandes diferencias entre el humor negro de los mexicanos, el sexista de los chilenos, el sutil de los brasileños y el ceremonioso de los países con raíz indígena. Erick se burla del cuarto mudamiento y destila humor negro incluso en los nombres de sus personajes. “Lo que pasa –me dice– es que con los años aprendí a perder la inocencia. En el colegio Don Bosco era muy católico, en la universidad muy de izquierda, la vida y la profesión me enseñaron a ironizar”.

– “La policía dice que se mató…

Silencio

– Dicen que se disparó en la cabeza … pobre Marta

Silencio

– ¿Habrá comprado gas para esta semana…?

Ya no sé qué decirle …..(…) De lo único que estoy completamente segura es que sí tenemos gas, porque antes de ayer Marta fue a comprar”.

La novela Cuarto mandamiento convoca a su lectura, lenguaje sencillo, boliviano urbano, clase mediero de un sector de los tantos tipos de clase media boliviana. Los escenarios de Erick son lo que podrían asemejarse a los de Miraflores o Sopocachi.

Cuando le pregunto sobre sus tiempos de escritor, me dice que lo hace en las madrugadas o en vacaciones, porque “tengo que trabajar”.

A propósito de incentivos estatales –como en algunos países de Europa– le pregunto, presiento que se ríe, porque luego dice: “Estuve al menos un par de años en la edición del área de Cultura y, más allá de los gobiernos de turno, resulta imposible pensar que hay un horizonte en ese ámbito”.

Luego me cuenta una anécdota muy decidora: “Hace año y medio le preguntaba a la ministra de cultura sobre la literatura boliviana, en la presentación de la FIL de La Paz. No supo hacer referencia a los autores nacionales. Es que no sabe, o simplemente no le interesa”.

Erick a quien conocí en Estocolmo, sabe que me gusta el fútbol porque ambos somos hinchas del mismo equipo, hace una interpolación entre cultura y deporte y me cuenta una anécdota: “El otro día el técnico de fútbol decía algo así como que los mejores jugadores son los que llegan desde los potreros en Argentina y que son llevados a escuelas de fútbol y los otros que no pueden hacerlo están ahí ‘desperdiciados’. Algo así pasa con los escritores, los que no tiene dinero para salir y hacer cursos y relacionarse con el mundo literario exterior están ‘desperdiciados’”.

En efecto, los escritores bolivianos en el exterior son poco conocidos, poco publicados. Lo que crea falsos supuestos sobre la cultura nacional. A pesar de las dificultades están surgiendo muy buenos escritores bolivianos, es un tiempo que lo llamó actitud de espera, no es nada más que una quietud de superficie porque no solo depende de la economía o los contactos, depende también del lector que suele ser el mejor vendedor.

Borges dice que la ficción no depende sólo de quien construye sino también de quien la lee. En la novela de Erick no todo es ficción, pero se lee como ficción por eso deja pensando al lector. Y, ese proceso implica que la obra leída dejó un rastro, y, de alguna manera, cumplió el cometido del escritor que es hacer pensar a través de una pieza entretenida.

Cuarto mandamiento es una buena novela. Sé que se lanzó en la FIL de La Paz en 2018, la leí con atraso de 5 años, y es un libro que no ha envejecido. Los que no la leyeron vayan a buscarla, su “coralidad” literaria de Erick Ortega es musical y la historia es imperdible, termina de la mejor manera posible.

Fuente: Letra Siete