Por Iván Gutiérrez M.
Hay libros que están precedidos por el peso del nombre del autor. Libros que incluso antes de comenzar a leerlos ya establecen una impronta de autoridad que hace que como lectores tiemblen las manos al sujetarlos. Jorge Suárez es de esos autores, de esos en los que la escritura tiene el material de las edificaciones gigantes y maravillosas. El autor de El otro gallo es responsable de una serie de libros que llevan a la literatura boliviana a un nivel más alto de dedicación y apreciación.
El año 2017 se publica la Obra reunida como parte del proyecto de la Biblioteca del Bicentenario. Un acierto por parte de los editores al que los lectores debemos levantar el pulgar. En el índice podemos encontrarnos con su poesía, narrativa y unos textos recuperados en la división de anexos. No está demás decir que la belleza de la poesía en la escritura de Suárez es una muestra de la excelencia de la calidez y del humor de un escritor que se esfuerza por esa búsqueda compleja de encontrar un lenguaje que logre transmitir esa templanza vitalista que al parecer tenía su alma.
En torno a Suárez se tiene escritos que muchas veces pierden lo importante de su obra y se concentran en la recuperación anecdótica sobre la tarea diciplinada y apasionada que llevaba adelante en la dirección de los talleres del cuento nuevo. Eventos que sin duda resultaban trascendentales para los que pudieron presenciar alguna o muchas sesiones, que por las opiniones que se reproducen de esas aulas, demostraba el vigor de la vocación lectora y la profesión de un curioso profesional de las letras como dicen que fue Jorge Suárez.
El otro gran porcentaje de lo escrito sobre el autor se centra en resaltar las virtudes de su novela más icónica, El otro gallo, a la que sin duda no hay forma de dejar de dedicarle un halago. La calidad literaria y el atrevimiento en ese proyecto desenfocan al lector y principalmente, hace de la experiencia de la lectura un habitar de ficciones que se asientan en la cabeza para reproducirse para siempre en el corazón. Personajes amables desde el primer contacto con ellos, una historia que mantiene la tensión de la curiosidad al límite y una forma de relatar que se convierte en una manera de caricia salvaje al disfrute de una historia.
El poder disfrutar de la Obra reunida, me permitió conocer más de esa narrativa que había disfrutado tanto con la obra ya celebrada. Suárez despierta pasiones por aventura de su narrativa rebelde. Pasión que espero pueda ser contagiada. Es necesario para el ejercicio de propuestas de La lengua popular que tengan en su consideración más cercana la novela “Las realidades y los símbolos” novela póstuma publicada el año 2001.
Al inicio se corre el riesgo de caer en una escueta y quejumbrosa introducción que hace el encargado de las gestiones de publicación de la novela, en la que solo queda por recuperar la afirmación de homenaje al escritor que supo “hacer de la palabra un arma y una caricia”. Afirmación que durante la novela pasa de ser un halago a ser la esencia de la escritura de Suárez.
Las realidades y lo símbolos, es una novela sobre la dictadura, sobre el final del desastre de ocho años de gobierno de Banzer, lamentablemente hoy nefasto personaje recordado y aplaudido por algunos sectores de la sociedad, y la transición de una demagógica realidad discursiva democrática que se convierte en el telón de las ambiciones militares, en su continua meta histórica por la apropiación del poder y control del país.
El relato de la novela nos permite reconocer no solo el hilo de los acontecimientos históricos de finales de la década del setenta, sino que nos abre la cabeza a una radiografía de las ficciones sociales que cicatrizaron sin la más mínima reflexión de la profundidad de la herida, dejando apenas un rasguño superficial que contiene un fondo abismal y podrido. La muerte de Luís Espinal, el delirio de poder de Natusch Busch ensimismado en la película de la pureza de la sangre y el derecho al patronaje de un país bajo la licencia de la bota militar, la gestión de terror y los manejos turbios de las organizaciones civiles asociadas al negocio de la autoridad de control, la disminución de la autoridad y el miedo que despertó en los tiranos de uniforme la inteligencia de Walter Guevara Arce, la frágil, funcional y acorralada gestión de Lidia Gueiler Tejada y el ofuscamiento que recibió por parte de su perverso primo y colaborador cercano, protagonistas de una de las tragedias más repugnantes de los golpes militares Luis García Meza y Arce Gómez. Presentados en la novela bajo los nombres de Caballo y Sapo; nombres que sirven como esa alusión al engaño de Troya por un lado y por otro lado a la boca torpe del segundo.
Las realidades y lo símbolos es una novela que nos permite como lectores profundizar las artimañas de las instituciones que concentran el poder de la fuerza del Estado, en este caso las instancias militares y sus oficiales que históricamente han manipulado a su antojo los recursos estatales para alcanzar las ambiciones personales, empoderados por una clase media que encuentra en sus discursos de protección el descanso a sus anhelos occidentalizados de supuestos progresismos y selectiva pertenencia a un discurso de jerarquía social al que llaman patriotismo, nación y república de “gente culta”.
A la vez, de forma paralela, nos permite ver cómo se van estableciendo imaginarios construidos por los portavoces de las narrativas sociales, problematizando la tarea del periodismo, su sobrevivencia como negocio y ante principalmente ante el ojo vigía del autoritarismo militar. Además, está el conflicto individual por el contar qué y cómo la realidad.
Uno de los grandes vacíos de nuestra literatura boliviana es la falta de proyectos de escritura que encare un período tan nefasto y tan poco asimilado y visto como el de las dictaduras militares en nuestro país. La novela de Suárez enfrenta con maestría la posibilidad de narrar la tensión de estos sucesos; sin recaer en la posición ideológica, ni en el dramatismo de telenovela. Más bien con una firmeza en el lenguaje nos transporta al asco y al enojo de la manipulación del aparato de la fuerza para la deformación de un espacio público.
Paramilitares, masacres, discursos patrioteros, artimañas tácticas, autoritarismo, rezos, discursos y una aplastante estrategia por la ocupación del poder son elementos que hoy, debido a nuestra reciente historia como país el año 2019, se sienten muy frescos y de repente en esa actualidad también recae su trascendencia discursiva pero principalmente la fortaleza de la novela se encuentra atrincherada en su estatuto po-ético de materia literaria. Las realidades y lo símbolos, es un trabajo trenzado por la mano de un cirujano de la observación social, permitiéndonos palpar el testimonio de la perversa maquinaria del terror que capitalizan los dueños de la pólvora. Leer a Jorge Suárez en este proyecto es afirmar la importancia de una lucha continua contra la impunidad y el olvido, para tener siempre presente la rebeldía de hacer del oficio de la escritura una rebelión constante.
Fuente: La Ramona