Si el hombre se agota en su realidad temporal, es sólo un personaje, un argumento de novela y nada más. En resumen: nuestro semejante. Émile M. Cioran.
Por Juan Jose Pacheco
(Texto leído en la presentación del libro, realizado en el Archivo y Bibliotecas Nacionales de Bolivia, en la ciudad de Sucre, noviembre del 2022)
La nueva novela de Eduardo Scott M. es novedosa, e inquietante, en varios aspectos.
Pudiera decirse que en ella se consuman de forma casi natural varios aspectos que regularmente uno no espera encontrarse conjugados en un mismo texto literario.
Inicialmente, los más notorios, son el tratamiento de la filosofía como un soporte de conceptos que irán gestando la urdimbre del relato y la capacidad de desarrollo de un “discurso erótico” que acompañará la trama, la enriquecerá y la dotará de un atractivo singular.
Asimismo, también encontraremos otros aspectos de no menor interés al adentrarnos en el desarrollo del tema, como ser los elementos de thriller policial que suscitan situaciones de interés, posibilidades de suspenso como logro en tanto a lo narrado. A esto debe sumarse un análisis, casi sociológico, de una clase media ilustrada que determinará el carácter de la relación que la novela persigue.
Será recurrente el tratamiento de temáticas de referencia a la literatura universal, la ciencia, la política, e incluso la economía, con guiños sugerentes a lo que constituye un sólido (sino erudito) conocimiento del autor acerca de las más amplias temáticas puestas a disposición del enriquecimiento del entramado de la obra, así como de la construcción de los personajes.
La trama de la novela es consistente (a la vez de complejo su tratamiento): una doctora en Filosofía descrita como muy atractiva (cual pretexto perfecto para desarrollar conceptos filosóficos que sustenten la trama) atrapada en un entorno de situaciones, al menos complicadas, que determinan para ella una vida sin sentido. Casada con una persona mucho mayor acomodada económicamente de manera non santa, inicia una relación amorosa con un estudiante de filosofía con quien será capaz de entregarse a la posibilidad de una redención, por intermedio de lo que pudiera ser una relación imposible.
A partir de un trabajo de construcción de personajes notable, Scott permite para un lector sucrense, tal es mi caso, reconocer el sabor de los mismos atravesando los escenarios, instituciones y algunas típicas situaciones locales desde el tratamiento de un fino erotismo que renueva la mirada de lo bien conocido hacia nuevos retratos, con un hálito de contubernio íntimo.
Estos personajes locales son muy típicos: una abuela centenaria siempre acompañada de una monja, aun cuando esta sea una agnóstica inundada de dudas; la casona solariega familiar casi en ruinas; la ciudad a la que se percibe entre la niebla del tiempo, pero que seduce con su carácter único; las escenas (cargadas de delicado erotismo) en calles, plazas y plazuelas de la ciudad (una escena muy íntima se desarrollará justamente en Munaypata: la colina del Amor).
El carácter singular de la novela, que desarrolla una tipología de conceptos filosóficos y de historia de la literatura para apoyar el andamiaje de la trama erótica, la dota de un contenido existencial profundo, puesto que las menciones a autores y conceptos no serán tratados como mero articulador o soporte del relato, sino que se preguntarán permanentemente sobre la relación del hombre y el Universo, sobre el carácter vital de las relaciones, se cuestionarán la permanencia, se problematizarán ante la simpleza de las cosas y las situaciones, diseccionadas con estos instrumentos sutiles.
La filosofía y la literatura, al ser unas formas del pensamiento humano que permiten observar los caracteres generales, son esenciales a las cosas y a los fenómenos de la realidad objetiva, nos enseñan que el proceso del conocimiento de la naturaleza por el hombre comienza por las percepciones de los sentidos. La filosofía, así como la literatura, genera una identidad material y metafísica a la vez, pudiendo definirse formalmente como una metafísica de la realidad y esta metafísica como un carácter esencial de lo físico.
La filosofía aportará a la obra herramientas de pensamiento crítico que ayudarán a su vez a cuestionar la tradición y la autoridad, asimismo ayudará al autor a explicar las causas y fines de la verdad, el tratamiento de la realidad, las experiencias y la propia existencia de los personajes.
Por su parte el erotismo, en general, está relacionado con una actitud ante la vida que implica abrir los sentidos para experimentar sensaciones que provoquen goce, pasión. Es una forma de libertad que expresa la pulsión de vida en lo que se hace, o hacia lo que se desea, constituyéndose en un dispositivo complejo.
“La diferencia del espíritu y del cuerpo no es en absoluto la de la continuidad” ya nos lo decía Bataille. Se debe entender que en los límites de la continuidad todo es espiritual, no hay oposición allí entre el espíritu y el cuerpo (esto parece ser entendido por el autor e inserto en la trama y el desarrollo de los personajes)
Por su parte, el autor parece prevenirnos en relación al concepto de que el mundo real permanece como un desecho del mundo divino, el cuerpo humano mortal se asimila poco a poco al conjunto de las cosas. “En la medida en que es espíritu, la realidad humana es santa, pero es profana en la medida en que es real”.
En mi opinión, el autor ha comprendido que el arte literario del presente tendrá que ser capaz de plasmar el acto y el concepto sexuales con una rotundidad pocas veces ensayada, lo que con sus relatos nítidos y una imaginación (o experiencia) auténticas, el autor logra, aun cuando sin dejar de lado un cierto conservadurismo de sus presupuestos estéticos (o lo que se puede entender más bien como un decoro en el trato de los momentos más elevados) que los dota de una función más romántica que práctica.
No habré de desarrollar, de forma intencional, los aspectos relativos a la trama en sí misma, puesto que lo deseable es que esta referencia los lleve a la lectura de la obra, de hecho muy aconsejable, al ser una obra de fácil lectura y entendimiento, pese a la complejidad de su entramado.
Aventuraré solo a decir que la obra es, en lo profundo, un tratado sobre el Amor. Concepto abstracto al que Scott desentraña dotándolo de una virtud específica: la relación metafísica de los seres más allá de lo concreto.
De todos los temas propios de la existencia humana, probablemente ninguno tan fundamental como el Amor y probablemente ninguno tan inacabado.
Si nos detenemos en la frase de Lacan: ”El amor es dar lo que no se tiene” podemos resaltar que el amor de cierta forma es un aporía: término de contradicciones o paradojas irresolubles.
En fin, nos encontramos con una obra para leerse con satisfacción verdadera, como logra la buena literatura, una oportunidad para ahuyentar nuestros prejuicios por medio de la imaginación y dejarnos seducir por la mezcla perfecta de sublimación y de búsqueda, alcanzada a partir del enlace entre la literatura, la filosofía y un agudo tratamiento del erotismo, muy bien logrado por el autor.
Los invito entonces a adentrarse en esta nueva novela que el autor presenta hoy aquí. Puesto que el mundo que creamos requiere de palabras que lo iluminen, rompan su rutina, reformulen conceptos cotidianos y nos lleven a imaginar, siquiera imaginar, ámbitos de plena libertad.
La nave de Teseo, quizá, nunca arribará a puerto.
Muchas gracias.
Fuente: Editorial Nuevo Milenio