Por Litzi Gabriel García Zenteno
4000 no es un poemario calificado así, por la cantidad de contenido, no son 4000 poemas, son “4000 metros sobre el nivel de la locura” y “4000 metros sobre el nivel de la desolación”. Cada uno de los poemas expresa desde la “matriz del universo” matices de la tristeza, la eternidad, la ausencia, el amor y la muerte para conmovernos de 4000 maneras. Y está a la mano en una cuidada y delicada versión artesanal gracias a la editorial Electrodependiente.
“Voy a hablar de la soledad de Bolivia, que bien podría ser la soledad de todos nosotros”. Así anuncia Alex Aillón Valverde a 4000, un libro cargado de una soledad que “nos hace gigantes”. Una inmensa soledad boliviana que, a través de poemas, construye caminos por los cuales “asistimos en multitud al majestuoso espectáculo de nuestra propia soledad”. Además, se nota un tributo a la obra de Allen Ginsberg y a la poesía de Eliodoro Aillón Terán, su padre. Ambos “cantaron al desencanto de su tiempo y sociedad, pero también a la esperanza”. Aunque Aillón Valverde cree que a él y a su generación solo les queda cantar al desencanto.
Pero para hablar del desencanto que plantea el libro debemos preguntar si ¿hay poemas en 4000? De eso, no cabe duda, pero el autor no está tan seguro de que contengan poesía. Siguiendo a Octavio Paz, Aillón califica a los poemas del libro como “artefactos –solo forma/s– que he utilizado para contar pasajes e historias dispersas de mi vida, también desperdigada”.
Como lector sumándonos a la propuesta del autor, concluiríamos que, si alguien logra ver en estos artefactos una “pulsión poética”, entonces la razón de ser de cada poema expresado en 4000 estará justificada. Ahora bien, ¿cómo son los artefactos? Sencillos, directos, prácticos. Efectivos como un “sándwich de huevo”, dice el poeta. El mercado es competitivo y 4000 ofrece unos productos ecológicos que “tienen la siempre apreciada cualidad / de no joder el alma”.
4000 contiene 14 poemas. Algunos poemas tratan del amor, pero no expresan un amor de fantasía, un amor falso, sino uno verdadero, un amor a pie. “Nosotros inventamos el amor”, así titula uno de los poemas; en otro se nos dice que “en el amor, y sólo en el amor / somos un poco socialistas”; en otro verso, de otro poema, nos recuerda: “Volvían las peleas, / volvías a mandarla a la mierda, / igual lo volvía a hacer, igual la amabas”; otro poema anuncia que “nunca volveremos a ver algo así, / la imagen del amor. / La imagen de sus ojos agitados por la locura”; y otro poema responde a un quejido: “Aaaayyyy, me muero de amor. / Nooo, no te mueres, pendejo. / Aaaayyyy, se me arruinó la vida por amor. / Nooo, no se te arruinó, pendejo”.
La muerte también aparece en el libro. En uno de sus poemas se vuelve central, la percepción de lo injusto de ciertas muertes: “Pero ahora está muerto, / y muchos de los que merecían estarlo, / no lo están.” En otro poema uno mismo se rescata de la muerte: “De la fiesta de humo de los bares / en los que sólo se muere una vez”, dice el poeta, “me he resucitado”. Y en uno más se muestra cómo la muerte se presenta a cualquiera: “Mi dealer está muerto / y mi luto es blanco, no negro”.
Y existen otros poemas a los que no se sabe exactamente qué expresan, quizá porque expresan mucho. Un ejemplo de estos poemas es el bello poema “The rain runner”, el corredor de la lluvia, un poema que habla sobre “esta ciudad, esta ciudad, esta ciudad, esta lúgubre, luminosa, gloriosa ciudad.”
Aullamos mientras una pandilla de ekekos ebrios baila las morenadas del Apocalipsis con los tacones rotos y el rímel aguado al son del caótico refulgir de las constelaciones.
Este poemario es como un juego de cartas o dados, uno quisiera intuir o predecir qué es lo que vendrá, pero llegado el momento aparece lo inesperado. Te toma por sorpresa. Cada poema es una “propuesta decente” que te invita a jugar, porque entre la composición existe un juego, uno que empieza al abrir y leer cada página. ¿Te animarías al juego de los poemas, estrofas y versos? ¿A esa soledad boliviana expresada en más de 4000 emociones? Nosotros nos animamos, ¿y tú?
Fuente: La Ramona