06/09/2014 por Marcelo Paz Soldan
4000 de Alex Aillón Valverde

4000 de Alex Aillón Valverde

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4000 de Alex Aillón Valverde
Por: Jorge Aguilar Mora (Crítico mexicano)

En una inesperada advertencia leemos: “Si los lectores de 4000, movidos por curiosidad o simple referencia, vuelven a leer Howl o Pido la palabra, me sentiré más que satisfecho; y estos escritos, a lo largo de estas páginas, no habrán vivido en vano.”
Al final del libro, el mundo estalla en mil pedazos y nosotros los lectores podemos agregar un epílogo: “No será necesario releer; ya los hemos vuelto a vivir”.
Volvemos al principio, y el primer poema, “4000”, con epígrafes de los dos padres involuntarios de este libro – Allen Ginsberg y Eliodoro Aillón Terán – no se deja atrapar por la lectura, se escapa hacia el futuro: “Voy a hablar de la soledad de Bolivia…” Y aquí, como en uno de los poemas finales, “Policía secreta”, no tenemos más remedio que obedecer a la orden: “Búsquenla”.
Sí, utilizaremos todos nuestros recursos, no podemos dejarla ir, porque pone en riesgo la seguridad de nuestro estado, no sólo del Estado, de todos nuestros estados.
El mundo del aullido y de la petición de palabra era un estallido; y Alex Aillón va en busca de ese primer estallido, como si fuera suficiente que ya todo está destruido, que nada es recuperable. Va en busca de ese estallido original para seguirlo, paso a paso, día tras día, año tras año, dando testimonio de cómo ese mundo estallado va dejando sus huellas en su propia vida, en su único cuerpo. En su soledad.
Alex Aillón está solo, porque lo único que se encuentra después de toda una vida de búsqueda es “el recuerdo de ella”… deshecha en sus moléculas, disuelta en la humedad de la tarde, sobreviviendo en “la imagen del amor”. Locura, sólo locura. ¿Qué más esperanza que la ironía, que la risa de nosotros mismos? Todo es una gran farsa, un gran auto sacramental que no merece sino lágrimas, risas, abucheos, tomatazos.
Nadie espera nada, ni siquiera se espera a Godot, porque ya lo sabemos: Dios es bueno, es tan bueno que no quiere que creamos en el amor. No, no en el amor. En cualquier cosa menos en el amor. Alex Aillón no tiene razón, tiene la razón de la sin razón, que es la soledad. Que es Bolivia. Que son los 4000…
En esa soledad, la poesía de Alex Aillón es la salud de los enfermos, como le diría otro cronopio. O es – risas, lágrimas, tomatazos – la enfermedad de la salud. El va de esos dos polos de la temperatura vital, enfermedad grave la de estar sano, salud enorme la de estar loco, pero siempre dentro de la vida. Siempre dentro de la vida.
Alex da un testimonio de la vida, del mundo, de nuestra vida y de nuestro mundo, y así es, capitalista o no, poético o no, un aullido que no es un eco… el aullido original es la sombra… los 4000 aullidos son nuestra única esperanza de nunca entendernos.
Fuente: Ecdótica