Por Eduardo Cruz Acillona
Antes de entrar en materia, me dejo por aquí anotado el recordatorio para, la próxima vez que vea al autor, pedirle una tarjeta de visita. Quiero comprobar y corroborar mi teoría de que en ella tiene que poner algo parecido a “Edmundo Paz Soldán. Experto en meterse en jardines” a mayor velocidad que la que sugiere el libro de Eloy Tizón. Ya lo hizo en su anterior libro de relatos, Las visiones (Páginas de Espuma, 2016), en el que, no contento con haber escrito y publicado anteriormente la novela Iris (Alfaguara, 2014), se embarcó en una colección de relatos ambientados en el mismo escenario mezclando una suerte de géneros entre la ciencia ficción, lo fantástico y lo real que constituían una extensión de la novela para, por tanto, leerlos como tal, o tomarlos como relatos cerrados e independientes y quedar complacido de todas maneras. Esa habilidad para tratar de tú a tú al lenguaje en concreto y a la ficción en general pocos la manejan como él, sabiendo salir ileso y victorioso con envidiable soltura.
Vuelve Paz Soldán por derroteros similares con un libro de relatos, La vía del futuro, en los que vuelve a enfrentar cara a cara a la ciencia ficción con el realismo más cercano. A lo largo de los ocho cuentos que conforman el libro, a veces nos sorprende con un humor despiadado, cruel (como si fuera una actualización de aquel humor de El verdugo, de Berlanga, en el que las situaciones presentadas son terribles, pero no puedes evitar reírte) y otras nos llama a cuestionarnos toda nuestra vida con sentencias lapidarias. A veces, dudamos entre la ciencia ficción y la realidad y otras miramos con desconfianza a nuestro alrededor buscando cámaras espía sin notar que el teléfono móvil que descansa sobre la mesa de al lado en la terraza del bar está trabajando de manera autónoma e independiente, ajena al uso que solemos darle.
Quizás una idea que sobrevuela el ambiente de este libro es la que expone un personaje en el cuento “En la hora de nuestra muerte”, cuando le preguntan si cree en Dios: “Para mí, Dios es el GPS. Una máquina que te dice cuál es el mejor camino a seguir, nunca te falla y está encendido las 24 horas. ¿Qué otro dios quieres?”. Una reflexión que nos retrotrae al Gran Hermano de Orwell, al algoritmo de Zukelberg, etc…
Porque el futuro que plantea Paz Soldán ya está entre nosotros. En el primer cuento, nos presenta una religión que hace recordar en muchos aspectos a la de la Cienciología, pero que se basa no en la sonrisa artificial de Tom Cruise sino en la inteligencia artificial en general, elemento este que se hace presente en varias ocasiones a lo largo de la lectura. A partir de ahí, asistimos a una sucesión de situaciones que, si bien no ocupan nuestro día a día, están a la vuelta de la esquina, como la economía de los bitcoins (“El señor de La Palma”), la conexión con otras vidas inteligentes (“Mi querido resplandor”), la convivencia con los androides (“La muñeca japonesa”), la memoria a expensas de un chip instalado en nuestro cuerpo, etc… El futuro, en este libro, ya no es lo que era: no hay naves voladoras, ni invasiones extraterrestres, ni viajes interestelares… “Bienvenidos al nuevo mundo” se titula el último relato del libro. ¿Podremos responder con la habitual frase hecha de cortesía, “Bien hallados”?
Hay quien dice, para alabar un libro, que se lo leyó del tirón, que, en el peor de los casos, lo devoró en un par de tardes. Quizá ese particular y peculiar baremo sirva para la novela. En todo caso, ya les adelanto que no va a funcionar para este libro. No tengan prisa. Disfruten de cada relato. Prueben cada historia como algo único, dense tiempo hasta abordar la siguiente. Ustedes no regresan de un viaje y, sin deshacer las maletas, ya se están embarcando en el siguiente: descansan, lo disfrutan en el recuerdo… Les aconsejo que hagan lo mismo en estos viajes al futuro. Repósenlos. Tranquilidad. Por lo que parece, el futuro tiene pinta de que va a durar bastante tiempo…
Fuente: www.criticoestado.es/