Voluntariamente desnuda
Por: Fernando Molina
(Prólogo del poemario “Ánima” de Alejandra Barbery)
La última escala de la poesía: cuando despojada de todo adorno, voluntariamente desnuda, entrega también, como última ofrenda, su filiación a una patria lingüística: less is more. San Francisco en el abarrotado y lujoso salón del castillo de sus padres tira al piso sus ropajes, una tras otra se arranca sus insignias condales, la espada de empuñadura de plata, los ricos cueros, las finas telas interiores que lo protegían del roce de la cabalgadura a la que nunca más se empinará, y al mismo tiempo que se desviste, su cuerpo se ilumina. El espíritu se basta a sí mismo. No necesita de nada más que de su propio impulso. El sentimiento también se basta a sí mismo. Se prende solo, como las luces fosforescentes. Unplugged. No se hace vasallo de las palabras; las palabras son vasallas suyas, es decir, vasallas del Sentimiento, rey sin cetro ni ornamentos pero que, en la espartana jerarquía del espíritu, nadie osará contradecir.
Los poemas de Alejandra Barbery no reúnen, desprenden; no acumulan, se despojan; no pretenden, logran…
A veces se dice de alguien que incurre en una confidencia: “Ella se desnudó ante mis ojos”. Pero en este caso no hay espectáculo. La desnudez viene de antes del libro, antes de la escritura, más allá de la confidencia; y es la misma desnudez de los ojos que miran el poema, acuosos, trémulos, vivos… Lo más impresionante de la lectura son siempre los ojos que recorren las líneas. Dos esferas palpitantes. Dos esferas que palpitan y que trabajan, escudriñando las palabras. Qué texto podría compararse con la vida perfecta de estos dos seres inquietos alojados en el rostro. Y sin embargo estos poemas no los desmerecen. Están a la altura de los ojos que los leen.
Para la filosofía del despojamiento, los versos deben seguir la senda de la música, sin objeciones. Los de este libro recorren esta ruta –que es la ruta de Orfeo hacia el infierno– descalzos. Nada suena aquí más que la música. La música tiene la palabra. Y cuando digo “tiene” quiero decir que la conquista, como una película llega a su “fin”, demoradamente, luego de laboriosa urdimbre. No es fácil hacer música con palabras. Al menos no con palabras que sean verdaderas vasallas del sentimiento. More than sounds, just brinks in an emotional path.
Se sabe entonces que Alejandra es poeta. Se descubre además que, además, es música. Pero resulta también, y esto también lo sabemos, que en otras tardes pinta bellos colores en unos cuadros que, vaya con ello, son musicales. Y así tenemos, entonces, a Alejandra Barbery, un triángulo de fuerzas indomables. Artista irreductible, voluntariamente desnuda, por los tres lados, al escrutinio de los ojos maravillados.
Fuente: Ecdótica