Herencias en Bolaño
Por: Christian J. Kanahuaty
Debo reconocer que desde que vi la película Roma de Adolfo Aristarain estuve pendiente de la aparición, en librerías o en puestos de libros de segunda mano, del libro Vidas imaginarias de Marcel Schwob, libros casi de culto, y que no encontré hasta hace una semana.
El libro llegó a mis manos, de nuevo, gracias a Don Jaime Nistauz; lo visité en su puesto de libros y volvimos a conversar de nuestros escritos, hablamos de nuestros amigos y recordamos pasajes de libros que nos habían gustado, él como siempre tratando de que yo leyera más policiales y yo sin saber explicarle con certeza qué tipo de libros eran los que me gustaban, porque decirle que las novelas intimistas o las de aventuras o las del tipo de novelas que escriben Fadanelli, Volpi, Auster, Barrico, Tabucchi, Tolstoi, Echenique, Fresán, etc. me parecía que era lo mismo que guardar silencio.
Así que le pregunté si tenía novedades, buscó y me pasó como unos cuatro libros pero se dio cuenta que no hacían eco en mí, así que me dijo que tenía Vidas imaginarias, casi salto porque siempre que lo visito le pregunto si tiene ese libro, aunque está última vez pregunté primero por la Montaña mágica sin duda persuadido por Mann luego de haber leído ese fantástico libro La novela de una novela; pero en fin, la cuestión es que buscó un poco entre sus libros y revistas y ahí estaba, primera edición en lengua española, editorial Seix Barral de España. Entonces lo compré.
Y aquí es a dónde quería llegar. Ese libro fue leído y alabado por personas como Jorge Luis Borges, Bioy Cásares y Alfonso Reyes. Y todos ellos escribieron libros que trajeron resonancias de ese extraño e imaginativo volumen, pero, fue casi en la mitad del libro que me di cuenta que Bolaño también lo había utilizado como caja de herramientas en Entre paréntesis. Bolaño cita a Schwob sólo para decirnos que Borges, Reyes y otros más son herederos de él, y quizás también, sin quererlo, también lo es el primer libro de cuentos de Rodrigo Fresán Historia argentina, pero él mismo Bolaño evita decir que Literatura nazi en América, su tercer libro, es una nueva puesta en escena de lo que planteó Schwob en su libro.
Ya hemos dicho muchas veces que Bolaño era más que un escritor, un lector y que ahí radicaba su fuerza y su aparente y sutil valentía. El valor de Bolaño no estaba en ir a Chile –por accidente- antes del golpe del 73, ni estaba en ser guardaparques, ni en vender lencería y bisutería, no, sí un poco estaba fundada en el hecho de haber quemado sus naves innumerables veces en busca del amor o del libro proyectado. Pero me parece que el verdadero valor de Bolaño y su valentía está en poner en duda el valor de la literatura desde la literatura en cada una de sus novelas y en particular con La literatura nazi en América. Que como decíamos tiene un fuerte eco de Schwob; un eco que lo hace poner en escena historias de personas inexistentes que estuvieron ligadas al mundo del arte durante buena parte de la mitad del siglo XX y más precisamente durante todo el advenimiento del nazismo en Europa y en América, tanto es así que algunos de los personajes retratados por Bolaño guardan entre sus más íntimos tesoros fotos con Adolfo Hitler.
Es un libro extraño, sin duda, pero más extraño aún es no haber reparado mucho en él, sí, en Bolaño se cumple la sentencia que dice que fue de menor a mayor y que cada libro suyo fue mejor que el anterior, pero habría que investigar en la obra de Bolaño para encontrar todos los juegos y guiños metaliterarios que establece y que encubre, la literatura con él siempre estará en entredicho, siempre se la criticará y siempre se la reactualizará y por ello Bolaño es un autor nuevo que parece ser de otro tiempo.
Bolaño puede no decirte que la fórmula para narrar la aprendió de tal o cual escritor, pero te lo muestra en el texto, en el verdadero lugar en que se hace literatura: dentro de un libro. Como hemos podido leer en sus entrevistas Bolaño no sólo era un polemista sino que se empecinaba en dar la contraria, y eran, ahora que lo pienso, defensas de un escritor que aún no se sentía por completo seguro de lo que había hecho, porque no era de los que creen en los halagos, era más bien de los que creen en lo desafortunado que es ser escritor en estas tierras. Y es por ello, que el 2666 al ser leído en clave “historia de la literatura” termina siendo un buen expediente de lo que la literatura en palabras grandes muestra y esconde en sus líneas mayores. Y también es por eso que se encargaba de dar listados de autores antes que “consejos sobre el arte de escribir cuentos”; a Bolaño, como a cualquiera de nosotros, le gustaba que lo lean, no que le pregunten ¿Cómo funciona la literatura y cómo se hace para escribir un buen cuento y en qué medida sus novelas son autobiográficas? No, esas preguntas a Bolaño le despertaban ideas más que respuestas, pero eran ideas que se trabajaban en el tiempo. No en la entrevista efímera, sino en el libro perdurable.
Por ello las reactualizaciones, los intertextos, la metaliteratura, la literatura por la literatura desde la literatura y para la literatura. Y ahí como Schwob la literatura es el momento, más que el lugar, de decir lo que no se dijo antes y de reír aunque no se tengas ganas de reír y sobre todo, de volver hacia el pasado cuando todo en el mundo te obliga para ir hacia adelante.
Fuente: Ecdótica