09/05/2008 por Marcelo Paz Soldan
Víctor Hugo Viscarra

Víctor Hugo Viscarra

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Víctor Hugo Viscarra, escritor suburbano
Por:Ramiro Párraga Chirveches *

Es uno de los autores contemporáneos de la literatura boliviana que ha contribuido significativamente a la producción narrativa suburbana de estas últimas décadas, explorando la vida semioculta de hombres y mujeres, de aquellos submundos que da la noche y la calle. Sus escritos tienen la virtud de romper hábitos de lectura de lo clásico heredado, hacia nuevas realidades que hoy emergen, como flores exóticas en las metrópolis de América Latina.
Nace el año 1958 y muere el año 2006. Entre sus obras citamos: Coba: lenguaje secreto del hampa boliviano (1981); Relatos del Víctor Hugo (1996); Alcoholatum & otros drinks: crónica para gatos y pelagatos (2001); Borracho estaba, pero me acuerdo (2002), y Avisos necrológicos (2005).
Probablemente no figure en antología alguna ni forme parte de los más difundidos escritores de la producción narrativa cuentística, como otros que le precedieron: René Bascopé, Humberto Párraga o Arturo Borda.
Se podrá estar en desacuerdo con la forma de sus escritos, mas no con su temática. Algunos podrán tener preocupaciones por no alcanzar a definir el género literario de su producción por su índole y tendencia literaria; otros buscarán trabajar con aquellas tradicionales divisiones literarias, ubicándolo en el neorrealismo y/o el modernismo; hay quienes ya saben de antemano que ninguna de las clasificaciones podrá ser suficiente para ubicar su producción, el tono descarnado y original con que se manifiesta.
Hay quienes incursionan en el ámbito de la estética literaria, y esto lleva al “descreo de las estéticas” que ya Borges calificaba como abstracciones inútiles, que varían para cada escritor y aun para cada texto, reduciéndose a estímulos o instrumentos ocasionales o, simplemente, la astucia y hábitos de quien escribe, y que ciertamente no configuran una estética; mas no podrá negarse que la belleza es común, para todo escritor, no importando su estilo.
En su primer escrito, Coba: lenguaje secreto del hampa boliviano, intenta esclarecer los significados de las palabras usadas por el vulgo (términos étnicos, antropológicos, sociales, lingüísticos) y encuentra en ellas una temática virgen de un mundo anónimo que pronto sería utilizado en sus escritos. Luego vienen sus Relatos del Víctor Hugo, que exploran e intuyen ideas y personajes, sin preocuparse de la pulcritud de las palabras, sino de la sinceridad de las emociones.
Por ello, no es raro encontrar en su relato La frontera un sentimiento premonitor cuando escribe: “Nacido allá/ adoptado como un hijo y aprendiendo de lo marginal y el automarginamiento/…lejos del alcance de los moralistas”, y una identidad cuando agrega: “La frontera marca el límite de la ciudad y este mundo, que de tanto conocerlo, he llegado a querer porque es lo único que conozco y si lo abandonase, perdería mi ‘todo’ que poseo”.
Y así fue; allí escribió y transitó, con su paso pausado, con su nariz y espalda corva, con su espíritu atormentado, invadido por sus demonios. Allí aprendió a vivir su vida y aprendió a vivir su muerte, hechas ambas de balbuceos ebrios y fragmentos neuróticos.
Desde aquellos dos primeros escritos, continuando con Alcoholatum & otros drinks; Borracho estaba, pero me acuerdo, hasta sus Avisos necrológicos y otros cuentos son comunes la descripción de los protagonistas de la geografía marginal de las ciudades, cada uno de singular expresión telúrica: los k’epiris, las prostitutas, los policías, los alcohólicos, la imilla vendedora de servicios completos, los “polillas”, la chola proveedora de bebidas, o bien, la vejez, el amor, la Navidad, los animales, el tambo, la catedral, las cantinas, las cafeteras, etc., y todos aquellos seres que viven en el velo de la noche de los barrios suburbanos de La Paz.
Con estos actores y sobre estos escenarios se desarrolla la acción argumental de la cuentística de Viscarra. Hombre y calle penetrando en su íntima soledad hasta la aniquilación de su vida, como una representación de la Nada cobijante que arrastra la conciencia de su ubicuidad en el polvo de los zapatos de sus personajes. El tejido narrativo es tejido de voces, “construido utilizando fragmentos de discursos”, mostrando una penetración y gran conocimiento de los perfiles notables de la vida de sus interlocutores, su psicología y sus costumbres.
De realismo directo testimoniado en narraciones breves, tienen sus escritos fuerza interpretativa y honda sensibilidad. Utiliza onomatopeyas, anglicismos, galicismos, neologismos, aymarismos, quechuismos y bolivianismos que definen una identidad propia de su comunicación.
En el contexto de la producción nacional, es una voz solitaria que se define con lenguaje claro y crudo. Tiene una rara cualidad antológica; unas veces, su lenguaje se hace metafórico e imaginativo, de tono cambiante, tratando de excavar lo oculto de los sentimientos y las pasiones; otras, es virulento, cáustico, fugaz, sin mapas lingüísticos. Protagonista, una veces; informador, otras; testigo invisible las más de las ocasiones, sus escritos tienen carácter sensorial, artístico, son imágenes casi visuales acompañadas de la palabra impía.
Sus variados personajes no hacen más que vivir esperanzas truncas y delirios libidinosos. Lo circunstancial de la vida, le permite abrirse con ellos hacia las zonas oscuras de la subjetividad, estampando un sello a sus relatos y su estilo disperso. Así transita por el ámbito externo, mezclando la segunda persona con la primera y/o con la tercera, hábilmente concretizado hasta la náusea. En el juego de los puntos de vista y el juego de los planos no abusa de los recursos, sino que los somete a la creación de espacio, hilvanando la trama narrativa existencial, cuya variedad de situaciones le permite innovaciones en el relato.
Su producción literaria es una exploración de la representación verbal convertida en escritura y una postura autodidacta del que no aprendió en universidad alguna. Su voz sale de las profundidades de este submundo urbano y su testimonio expresa una fraternidad humana arraigada en la miseria y el cautiverio de la vida atrapada en la indigencia y lo patético en que viven muchos de sus personajes.
La constancia de lo erótico se hace obsesiva, al igual que la soledad y el alcohol; la vida y la muerte siempre están atravesando sus escritos. Y con ellas, la desesperanza ávida mora y crece en la piel y el alma de aquellos subhombres, de aquellos submundos, donde la supervivencia humana no hace más que arrastrar el olor de su miseria en cualquier sitio.
En consecuencia, sus tópicos se adhieren recurrentemente en personajes semiocultos e ignorados, viviendo en la orilla u orillados de lo urbano noctámbulo. Expresando una subcultura, recogidos en su coba lingüística, expresados con ironía y humor, dentro de la influencia foránea de modismos, hasta convertirlo en elementos de provocación y estímulo visual e ideológico, deliberadamente popular.
Su diferencia con quienes han incursionado en este submundo es el hecho de que él supo vivir también el sufrimiento humano de lo circunstancial, la hondura de la vida de lo callejero y fue partícipe de la metafísica con que describe el trasfondo de sus personajes preferidos, lo que lo deja sin posibilidades de poder separar su experiencia de lo real o lo imaginado.
En una ocasión, al entrevistarlo en una radio, un comunicador lo comparó con Jaime Saenz y sus personajes, a lo que él contestó que la diferencia está en que “todo lo que he escrito lo he vivido, pues no soy escritor de escritorio”. Y así fue Víctor Hugo Viscarra, como él mismo dijo: “Las vivencias personales son las que cuentan, y si estas memorias me ayudan a librarme de mis demonios, y a quienes las lean les sirven de algo, podré pensar que no fueron escritas en vano”.
Viscarra abre el pensamiento con sus propias leyes, las leyes de la lógica narrativa, social, suburbana. No podemos negar que representa el paso de lo suburbano al infinito literario que se fragua con características únicas y protagonistas propios. Y es en este afán que su pensamiento se descubre a sí mismo y se libera de la cadena de estereotipos, y aprende a transitar, por atajos inéditos, los caminos de la literatura boliviana.
* Director del Centro Interdisciplinario Andino Boliviano (CIAB)
Fuente: La Prensa