Por Lourdes Saavedra
Imposible regresar al lugar del que te fuiste de G. Munckel nos conduce por una ruta intensa y melancólica marcada por la persistencia de la memoria, el duelo y afrontar un presente que se desvanece entre los relatos de carreteras, ciudades y cementerios. Munckel de manera precisa y fluida, cual ejercicio de taxidermia, diseca recuerdos que conforman una galería aleatoria de fotografías, vestidos de novia devaluados y accidentes automovilísticos. En el relato “Alguien tiene que guardar las imágenes de los que se fueron” podemos comprobar que la materia oscura del olvido es salvaguardada por una mujer que colecciona cuanta foto encuentra en la calle, a pesar de su trabajo de vendedora de flores también ejerce el oficio clandestino de ser guardiana de recuerdos que se desgastan en el papel de los días. Otro relato que combina el pasado con la nostalgia es “Corani, 1994” el cual contiene un eco poético y melancólico representado por la imagen de un automóvil convertido en un santuario oxidado, donde el ritual del viaje se convierte en un eterno retorno al encuentro con el padre muerto.
Otra línea muy interesante de la escritura de Munckel son los cuentos de hermanos, elaborados de manera meticulosa con texturas afectivas que causan un impacto certero desde su anterior libro El día del fuego (Editorial Nuevo Milenio, 2020) en la narración “Imposible regresar al lugar del que te fuiste” el reencuentro fraterno produce hilos narrativos en la búsqueda de un ayer perdido del hermano “visitante”, entre el polvo y el descuido de la casa paterna se encuentra la imposibilidad del retorno y el no poder salvaguardarse de la infancia como un gigante que se aleja; este cuento tiene un ritmo cortazariano, porque logra introducirnos en la piel de sus personajes que se desencuentran en el tiempo, en los afectos y el ejercicio inquebrantable de enfrentar el presente.
Un recurso narrativo muy interesante es la versatilidad de los lugares donde fue escrito el libro, esos axis mundi de la bitácora la casera del puestito de comida callejera del centro urbano de Cochabamba, avenidas de Buenos Aires cerca de Chacarita, las luces que se apagan y encienden en los diálogos de taxistas en la puerta de un motel, los amores del pasado que aparecen abruptamente y carreteras que completan un adecuado puzzle que nos conduce entender la literatura como un viaje sin retorno, donde Munckel nos resguarda como flâneur que transita por la casa del lenguaje, siendo a la vez testigo y narrador de la compleja condición humana.
Fuente: La Ramona