Suenan campanas arrebato…
Por: Carlos Hugo Molina
Llueve,
como pocas veces;
como llovería yo
si desatara mis recatos.
Manuela Sáenz
Paola Senseve se ha ganado el silencio de todas las palabras. Utiliza las mismas que discurren plácidas en el diccionario de la vida cotidiana, pero adquieren en Vaginario, la calidad de provocación y de asombro.
Quién abre las puertas de lo insondable, debe hacerse responsable de las visitas que aceptarán la invitación. Y en un momento de irreverencias sublimes en lo público, en la política, en las relaciones patriarcales, se necesitaba que alguien asuma el serlo, también, en los afectos de la ternura y la sensualidad sublimada o pedestre. Con palabras redimidas y creadoras.
Del silencio del descubrimiento, seguirá previsiblemente, la vocinglería destemplada que nace de los arrebatos reprimidos. De los que no fueron por temor, por miedo o por desidia. De ellas deberá conocer Paola otros matices que seguramente no esperaba. Cuando las palabras se escriben, dejan de ser propias y cada cual, escribe su propia Historia.
La sucesión de Nombres de Mujeres con los cuales se teje este tapiz, son los de Todas y todos nosotros. Los nombres de hombres que aparecen, son referencias que le dan matices. Resulta que Paola, reordena las relaciones y los afectos, y los sentimientos giran en torno de Ellas y no por ellos. El aceptar esta realidad, agrede nuestra masculinidad machista que no admite perder protagonismo. Las páginas sociales de los periódicos, dicen otra cosa de lo que dicen las páginas de este libro.
En Vaginario, hay exploración de la sexualidad y la inocencia. Hay búsqueda de la inocencia en la sexualidad. Hay sexualidad que no es ni búsqueda ni inocencia. Las confesiones suenan a tropelías y se insinúan desenlaces contundentes. Todo esto, escrito por alguien que debe llevar paralelo a sus palabras, lo que siente y descubre. Trasciende el perfume de la construcción simultánea de evidencias y ensoñaciones.
La agresividad de algunas situaciones descritas con sentimiento, pulcras y cantarinas, existen más allá de que se quieran aceptar públicamente. El bajar al incesto encubierto, como recurso psicológico para superar la culpa, no es menos patético que la simplicidad y contundencia de un beso. Conviven en estas páginas como si fueran naturales. Quizá lo son y no lo sabemos. O no queremos saberlo.
Hay una sucesión de escenas y situaciones, con lágrimas y sonrisas; orgasmos y frustraciones; como la vida cotidiana, algunos matices estarán más cerca nuestro que otros; y podremos, seguramente, terminar de construir la trama, con mayor facilidad en alguno de los cuentos. Por ser un mosaico antes que un crisol, los colores son independientes y no tenemos porque pretender desdibujarlos. Estamos si, frente a un rompecabezas que se mete en todos los espacios.
Esta exploración/construcción de Paola, solaza irreverente. Es parte del tiempo, de las circunstancias y del espacio, condiciones que son imposibles de desconocer por nuestra condición falible. Ni Ángeles ni Diablos. Ni Santas ni Putas. Human@s imperfect@s, dichosamente.