07/31/2015 por Marcelo Paz Soldan
Una imposible historia de amor. Sobre Huérfana Virginia, de Amparo Silva Ugrinovic

Una imposible historia de amor. Sobre Huérfana Virginia, de Amparo Silva Ugrinovic

Amparo Silva, autora de "Huérfana Virginia"
Amparo Silva, autora de “Huérfana Virginia”

Una imposible historia de amor. Sobre Huérfana Virginia, de Amparo Silva Ugrinovic
Por: Alex Salinas

La novela Huérfana Virginia, en breves líneas, cuenta las desventuras del chuquisaqueño Lorenzo Ezequiel Córdoba y Ricaldi, eterno enamorado de Jacoba, a quien su padre, Leónidas Cerda, obliga a casarse con el turco Malaquías Matta. Años después, debido a un plan de rescate mal ejecutado, Ezequiel es obligado a permanecer encerrado quince años en casa de los Cerda, disfrazado en las prendas de una chola a quien llamarían “la huérfana Virginia”. No quiero entrar en terrenos sobre la sobre interpretación ya que, como decía mi profesor Malcolm Read al referirse a Bernal Díaz, un zapato en el lodo es solamente eso, un zapato en el lodo. Sin embargo, adelantaré algunas ideas que son rebatibles.
En Huérfana Virginia, aunque se perciban ecos de la ciudad de Sucre, la naturaleza grotesca de sus personajes aleja a la obra de una mímesis realista y la coloca en el plano de la fábula. En ese sentido, como artefacto literario diferente, quizás debamos aplicar al texto de Silva aquello que José Donoso explicaba de su novela Casa de Campo (1978):
No debe ser la simulación de un área real, sino que debe efectuarse en un área en que la apariencia de lo real sea constantemente aceptada como apariencia, con una autoridad propia muy distinta a la de la novela que aspira a crear, por medio de la verosimilitud, otra realidad homóloga.
Huérfana Virginia, aunque en un principio parezca una historia celebratoria de las costumbres y del lenguaje ampuloso de una clase dominante, con sus filias y fobias, su deseado afrancesamiento, aquello que a veces confundimos como lo chuquisaqueño de antaño pero que apenas son algunos de los rasgos de una mayor riqueza y heterogeneidad de estas tierras que no siempre ha sido vertida al papel, al encontrarnos con una casa donde el narrador permanece quince años, bajo premisas de las que no es capaz de convencernos, sus deseos eróticos jamás realizados y un charco de sangre donde los frustrados amantes se confunden, sabemos de inmediato que nos encontramos ante otras subterráneas implicaciones.
La casa, de por sí, nos remite a un contexto mayor. Casi siempre se refiere a un distorsionado contexto social, el de la ciudad o el país, como lo hemos visto en Casa Tomada, de Julio Cortázar o la misma Casa de Campo de José Donoso. Al observar la casa en Huérfana Virginia, nos damos cuenta entonces de la profunda y demoledora crítica de la escritora a su sociedad, algo que no se expresa abiertamente (lo celebro), sino en el hacer de sus personajes, principalmente los masculinos, que nunca son lo que creen ser y no hacen lo que se proponen. Cuál más claro ejemplo que Ezequiel, que se mete a una casa a rescatar a su amada, mas permanece en ella por años, disfrazado de pollera y amenazado por un enano de 60 centímetros.
Todo aquello que Ezequiel hace y dice de sí mismo y de su ciudad, debemos tomarlo con pinzas, leerlo a contrapelo, con un viso de ironía y, quién sabe, también con algo de piedad:
“…mi familia visitaba la suya (la de Jacoba), honorable exquisita, no tan acomodada, pero de rancia aristocracia, como la mía”; o “Quién no querría estar, felizmente acomodado en esa hermosa ciudad, donde la historia de primera mano, brillantes ideas, genialidad, notoriedad y auge, alcanzaban el cenit de la cultura”.
No quiero arruinar la novela a nadie, pero diré que más de un personaje revela un origen incestuoso. Esto no debe ser visto como transposición histórica de las relaciones endogámicas de las élites chuquisaqueñas del ayer, aunque así lo sea, pues en la literatura las implicaciones del incesto, por lo menos desde Freud, son mucho más amplias. Su aparición o su superación deciden literalmente la reproducción de la cultura, el avance de las civilizaciones. Encerrarse en el ambiente estrecho de la familia, y la inhabilidad de abandonar un primer objeto de goce revelan el fracaso de la creación y la renovación, la debilidad masculina para normar sobre un nuevo orden social. Así, la aparición del incesto en Huérfana Virginia debe leerse más ampliamente, como la incapacidad de algunos individuos y clases sociales para abrirse a otras influencias, a mezclarse y adueñarse de los heterogéneos aspectos de otras culturas y lenguas (nacionales o extranjeras) para mantener el motor de una sociedad en marcha y hacia adelante.
Habrá algunas cosas que reprocharle a Silva: la intrusión de decenas de personajes que poco aportan al texto, los no muy convincentes resortes que impulsan a sus actores (el amor, el odio o la venganza), incluso el recurrir como sostén al esperpento, los lugares comunes del escándalo (como el último Arzáns pero sin moraleja): sodomía, pedofilia, los repetidos casos del penis captivus (faltaba un gato de dos cabezas). Y quiero pensar más como rasgos de una sociedad pobre en sus obras, aunque rica en su maledicencia. Al margen de esto, agradezco a Silva el desconcierto, la incomodidad de la lectura ante los pasos sin huella de un frágil y vacilante doctor chuquisaqueño que jamás quisiéramos fuese nuestro monstruoso progenitor.
Fuente: Ecdótica