Una crítica marginal a Víctor Hugo Viscarra
Por: Gonzalo Montero Lara
(Réplica a “Sobre la obra de Víctor Hugo Viscarra: ¿Amarillismo turístico?” de Freddy Zarate)
Cuando se hace referencia a la “literatura marginal”, nuestro pensamiento se enfoca en el escritor boliviano Víctor Hugo Viscarra. Sin intención de polemizar con el autor de un artículo al respecto, publicado en el suplemento Lecturas & Arte de Los Tiempos, el 2 de febrero pasado, al respecto puntualizo algunos aspectos.
La “marginalidad” es “estar al margen de…”. En efecto, la cosmovisión de Víctor Hugo desde su contexto, se halla al margen de otros, por esta razón refleja necesariamente su entorno enriquecido por su fantasía creadora. A muchos, de hecho, incomoda la sórdida realidad que reflejan sus obras, pero gracias a ellas podemos penetrar a un mundo paralelo que ignoramos de la misma manera como esquivamos el cuerpo de un indigente.
Colocar a este escritor en el banquillo de los acusados de un tribunal inquisidor extraño, es pretender juzgar un eventual extraterrestre por delitos en este planeta.
Víctor Hugo Viscarra, como muchos talentos naturales, emerge con luces propias y se desarrolla a pesar de su posicionamiento social adverso y sus propios demonios alimentados por las carencias que le marcaron la vida hasta la muerte. Los talentos surgen para el pesar de algunos, de lugares insospechados de nuestro tejido social, y muchos brillan a pesar de ellos mismos. En nuestro medio, Jaime Sáenz, Arturo Borda y otros iconoclastas, no fueron modelitos de conducta a imitar, dentro las convenciones de su medio, pero su obra ha contribuido de manera indiscutible a la literatura nacional y universal.
Descalificar a un escritor muerto al poner en duda la autoría de sus obras, considero un lamentable exceso. Víctor Hugo caminó con sus libros bajo el brazo y cargó la cruz fatal de su fama mucho tiempo. Estuvo en la tierra el lapso necesario para decir las cosas de frente.
Manuel Vargas, tengo entendido su amigo y mentor, es posible haya colaborado con él en la revisión y corrección de los textos de este notable escritor inacadémico, pero quienes conocemos sus obras nos percatamos del abismo estilístico entre ambos.
Manuel Vargas es sobrio, solemne e impecable y los relatos de Víctor Hugo están pletóricos de sarcasmo, ironía y humor, cubriendo la ruda desnudez de sus escabrosos paisajes literarios. La antología “Ch’ajchu de Itapallu” producido por el movimiento cultural del mismo nombre, revela la habilidad literaria y sensibilidad de Viscarra en un poema espontáneo –de innegable valor lírico y testimonial–, escrito, como se diría en su argot, “al pie del cañón”.
Al final de cuentas, la última palabra sobre esto la tiene Manuel Vargas.
Fuente: Lecturas