10/10/2011 por Marcelo Paz Soldan
Un aparapita no nace se hace: Sobre la obra de teatro "Aparapita" de Mondacca / Andrade

Un aparapita no nace se hace: Sobre la obra de teatro "Aparapita" de Mondacca / Andrade


Un aparapita no nace se hace (sobre la obra de Andrade y Mondacca: “Aparapita, para para leer Felipe Delgado de Jaime Saenz”
de Ricardo Bajo, el Lunes, 10 de octubre de 2011, 0:02)
Por: Ricardo Bajo H. (suplemento La Ramona, periódico Opinión, 16-10-11)
Fotografía: Marcelo Paz Soldán

1.- “Aparapita: para leer Felipe Delgado de Jaime Saenz” de Claudia Andrade y David Mondacca volteó taquilla el fin de semana del 8 y 9 de octubre en el Teatro Municipal de La Paz. ¡Incluso se colocaron sillas en la invisible fila 16 en platea! Hubo gente que se quedó fuera los dos días. Es extraño. No estamos en pleno Fitaz y sin embargo el teatro se llena, silenciosamente, sin mucho ruido. Con muchas nueces. El hábito por el buen teatro es un secreto a voces, desde Santa Cruz a La Paz con elencos eclécticos, obras dispares, directores audaces y mucha mucha gente (joven) subiéndose a los escenarios, a puro pulmón, con nulo apoyo del Estado y escaso de la empresa privada. El teatro boliviano está vivo y anda de parranda. No le digas. A “nadies”.
2.- David Mondacca y Claudia Andrade llevan años colocando en escena a Saenz. Ya he perdido la cuenta pero me acuerdo de la trilogía (“No le digas…”, Santiago de Machaca” y “Los cuartos”) y de “Moreno de plata” y “El santo del cuerno”. Y ahora “Aparapita”, sin duda el más ambicioso, el más auténtico, el más completo aporte a la difusión de la obra del escritor paceño, la propuesta más solida de todas, regalando teatro con identidad, con sabor boliviano alrededor del universo poético y simbólico de Saenz. “Aparapita” está conformado por diferentes fragmentos de “Felipe Delgado”, “La noche” y “La Piedra Imán” de Saenz. Y por supuesto consigue uno de sus objetivos: apetece volver a leer a Jaime, maldito entre los malditos, resucitado siempre.
3.- Esta vez Mondacca no está solo. Sus monólogos –algunos estremecedores por terribles- vienen acompañados de 14 aparapitas, del bodeguero Corsino Ordoñez, de Beltrán, de viejo jubilado, de su amor maldito…Siete actores y actrices (María Elena Alcoreza, Jhazel Vargas, Angel Terceros, Rodrigo Ayo, Miguel Angel Mamani, Luis Elías y Alejandro Cambero junto a a la participación de quince artistas del Taller de Teatro de la Universidad Católica Boliviana colocan ese contrapunto perfecto al trabajo a destajo de Mondacca y su destino común saenziano. La platea entregada y entusiasta, meros cómplices.
4.- “Aparapita” habla de trago (“nada de cerveza, por respeto”), de bodegas, de “cementerios de elefante”, de sacos, de cargadores, de templos, de niños muertos, de paternidad, de velorios, de dolor y muerte, de pesadillas horribles, de “delirium tremens” etílicos, de humor y cojudos, de madres muertas y padres ausentes, de calaveras, de sexo y alcahuetes, de anarquistas y mundos soñados, de vicios y fuegos purificadores, de suicidas con causa. Pero en realidad habla de nosotros, de todos nosotros. De todos los que envidian a los aparapitas, de todos los que beben para no sufrir, de todos los que sufren para no beber, para que el tiempo no dure tanto, de todos los que esperan para no morir, de los desamparados, de todos los que nos refugiamos en nuestra bodega-refugio particular: corazón, templo y tumba.
5.- La obra de Claudia Andrade –cuidada, prolija tanto en la dirección como en la puesta en escena desde la musicalización de Luis Elías y Rodrigo Ayo a la escenografía de Ramiro Vargas- es dura, oscura, por momentos siembra el desasosiego, solo matizado por rachas de humor salvador. Y sin embargo, tiene un extraño final feliz. Felipe –atormentado y existencialista, sabedor de la presencia ineludible del vicio y de la muerte- logra su sueño: su saco auténtico de aparapita, su carga, su wawa soñada para que siga sus pasos, su cohorte de colegas, sus hojas de coca, su trago infame y su lluvia. Al fondo el Illimani con sus pesadillas apocalípticas, su espejo de vida y muerte. Felipe Delgado, predestinado, envidia de los aparapitas, señores y amos de la ciudad, puros del alma, desprendidos ya del cuerpo. Muertos por un trago. Y de fondo la omnipresente y pegadiza “Nevando está” de Adrián Patiño y otros de Simeón Roncal, interpretados a la concertina de Luis Elias. “Fox trot” del nuevo siglo. Hace falta querer ser y merecer ser un aparapita. En la ciudad amada y odiada, La Paz.
Fuente: Suplemento La Ramona