09/03/2008 por Marcelo Paz Soldan
Tukson. Historias colaterales (reseña inédita)

Tukson. Historias colaterales (reseña inédita)

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Todos los daños son siempre colaterales
Por Wilmer Urrelo Zárate
Las palabras que uno oye

Las comentarios más frecuentes que escuché hasta ahora acerca de la más reciente novela de Giovanna Rivero, Tukzon, historias colaterales (Editorial La Hoguera, 2008), es que se trataba de un libro arriesgado. Y cuando preguntaba por qué creían que era así siempre me respondían: son como cuentos pero con ánimos de novela.
El salto al vacío
Al leer las primeras páginas uno se encuentra con una Giovanna Rivero, ciertamente, arriesgada, arriesgadísima, diría yo, como nunca antes había visto en su producción anterior o en cualquier otra creación nacional reciente. ¿Son cuentos independientes o una novela que el lector debe armar mientras la va leyendo? Ni lo uno ni lo otro, pues tengo la impresión que eso de novela híbrida que aparece en la portada se cumple a cabalidad. Y ahí viene otra pregunta: ¿Tenemos que esperar a la fuerza, siempre, la típica novela, donde encontremos personajes ir del principio al final y nada más? ¿O es hora de empezar a explorar otros campos, digamos, un poco más sutiles? ¿Atrevernos a entrar en ellos?
Otras lecturas y el famoso hilo conductor
Hace poco tuve la suerte de leer un excelente libro que, al igual que el de Giovanna Rivero, transita por esos lugares algo inexplorados de la novelística. Lo hace sin miedo y con bastante suficiencia. El libro del que les hablo se llama Animal de dos semblantes, de la mexicana Margo Glantz. No quiero decir que sean lo mismo o que ambas novelas se parezcan al extremo, sin embargo me parece que estas autoras tienen la certeza, la lucidez, de percatarse que las posibilidades de la novela aún poseen ciertos resquicios abiertos y que es el momento para aprovecharlos. Rivero lo sabe bien y apuesta por ello con cuentos (¿o deberíamos llamarlos capítulos?) a ratos simplemente geniales. Recuerdo con especial placer el llamado Other Voices, el cual, tengo la impresión, explica muy bien esta novela laberinto, como la califica el comentario de la contraportada. ¿Es la periodista de Moter Fucker el hilo conductor? No sé, me animo a pensar que no, o más bien: por suerte no lo es. Quizá el verdadero punto común de todas estas historias colaterales sea la soledad, los personajes extravagantes, nuestras rutinas cotidianas, esas agobiantes rutinas cotidianas. Y es cuestión de abrirse un poco como lector o lectora para hallar el famoso hilo conductor, ese con el que tanto nos friegan los académicos a la hora de preguntarse de qué va la nuestra novela.
Mujeres
Tukzon, historias colaterales hace eso, nos muestra que pese a todos los años transcurridos la novela aún goza de buena salud, y cómo no va a ocurrir esto si tenemos escritoras sí, mujeres que apuestan por hacer algo distinto, como es el caso de Glantz y Rivero. ¿Pero eso es todo? ¿Es una novela cien por ciento buena? Claro que no. Hay momentos en que el libro, en que esta la novela híbrida, cae un poco o bien aparecen escenas algo complejas de entender por qué están ahí (por ejemplo eso de los davidianos y los razorbacks), pero sólo son momentos, pues en general es un libro que avanza con seguridad, con fuerza y que además nos da nos da la gran posibilidad de hallar personajes inolvidables, como es el caso de la chica-pez o el agente H.
Mierda
Cada vez que me preguntan qué es lo que le falta a la literatura nacional respondo con una frase extraída de Respiración artificial, del buen Ricardo Piglia: en algún momento, uno de sus personajes dice, refiriéndose a la producción literaria de su época, que él, a diferencia de los otros, simplemente se había ido a la mierda. Giovanna Rivero hace eso un poco con esta novela, aunque irse a la mierda no es fácil, pues cuando lo haces muy pocas veces comprenden qué está ocurriendo o si lo hacen resulta que no hallan el famoso hilo conductor. Irse a la mierda, eso es lo que nos hace falta.
Fuente: Ecdótica