Tukson de Giovanna Rivero
(Texto leído por Giovanna Rivero en la presentación de su libro Tukson, historias colaterales)
Como muy bien saben mis amigos cercanos, mis padres, mis hijos, los que me conocen íntimamente, la literatura es mi vida, mi tirana, mi camino y mi elección. Junto a Alejandro e Irene, la literatura completa un triángulo amoroso que, debido a su gran precio y exigencia, no siempre es equilátero, a veces adquiere vértices tan agudos que cuesta respirar. Sin embargo, felizmente, aquí estamos de nuevo, ahora con “Tukzon, historias colaterales”, un libro que comencé a escribir hace un par de años y que, me enorgullece decirlo, cobró por fuerza propia, una forma que ahora les propongo como “novela híbrida”.
Cuando les pedí a los editores del sello La Mancha que se arriesgaran por mí con este nuevo rótulo: “novela híbrida”, las primeras y naturales advertencias apuntaron, por supuesto, al desafío conceptual que implicaba el adjetivo. “Lo híbrido” se puso de moda en los noventa, cuando la globalización recién asentaba sus reglas de juego y las sociedades comenzaban a mezclar sus rasgos, lenguas y cosmovisiones, así que tampoco hemos descubierto la pólvora. Para pólvora, en todo caso, la provocación del español Unamuno con su famosa “nivola” en alusión a la extrema literaturiedad a la que aspiraban los jóvenes escritores de la Generación del 98, a fines del XIX, y que pretendían recuperar para la literatura su naturaleza ficticia, deslindándola de impostados compromisos sociales. Escribir lo mejor que se pueda era, es un compromiso social y político tan revolucionario como cualquier otro, y a veces más que cualquier otro, porque el escritor que se sabe tal, no puede hacer de la coyuntura su única fuente de inspiración. De hecho, la escritura es, en sí misma, un proyecto. Sin embargo, las dificultades, los síndromes, los vicios y los sueños que ocupaban a los osadísimos noventayochistas eran distintos a las que se perfilan para nosotros, los que escribimos desde un volcánico Siglo XXI.
Les expliqué, pues, a mis editores, que mi apuesta por “novela híbrida” constituía más que una provocación de portada, una reflexión sobre el propio proceso de mi escritura, y una invitación al lector a abordar estas historias desde un lugar móvil, digamos, desde una nave espacial cuya fuerza centrífuga es alta y disparatada, pero se encuentra regulada por otras fuerzas igualmente duras. Así, si bien cada episodio narrado en Tukzon se mueve y resuelve en su propio ecosistema y puede funcionar como objeto literario de manera independiente, yo quería tejer una membrana invisible que los conectara, era mi deseo que por encima de esas historias se erigiera una historia superior, latente, una historia congénita, si quieren, un monstruo. Las novelas absolutas, de estructuras clásicas y trama convergente me fascinan, y no he renunciado a su llamado, pero esta vez no pude resistirme al experimento con lo formal, quizás porque más que el respeto por el género novelesco o el temor a su imposibilidad, me rindo a un mandato más importante: el mandato de mi época. Como escritora del Siglo XXI debo lidiar con la fragmentación y encontrar en ella un sentido. “Tukzon” es la más reciente e intensa de mis búsquedas de ese sentido.
Es muy pronto para saber, en términos de comunicación libro-lector, si lo he logrado, si la historia que respira debajo de estos catorce relatos tiene el encanto de Frankenstein o si, simplemente, es una batalla más en esa contienda que los escritores libramos cada día con la ficción, que a veces, como un hijo bastardo, se vuelca en contra nuestra. Como sea, espero que disfruten de esta novela bastarda tanto como yo disfruté urdiéndola.
Fuente: ecdotica-6413e4.ingress-bonde.easywp.com / La Mancha