04/24/2015 por Marcelo Paz Soldan
Tres veces albricias

Tres veces albricias

Sergio Suarez

Tres veces albricias
Por: Juan Pablo Piñeiro

Albricias, albricias, tres veces albricias. La Poesía completa de Sergio Suárez Figueroa ha sido publicada. Debemos esta gran noticia a la implacable pasión de Rodolfo Ortiz y Alan Castro, quienes trabajaron durante mucho tiempo para editar este libro publicado por la editorial La Mariposa Mundial.
Recuerdo que hace muchos años justamente La Mariposa Mundial tuvo el acierto de publicar El tránsito infernal y el peregrino, el cuarto libro de poemas de Sergio Suárez Figueroa, en el dossier de uno de los primeros números de la revista.
Recuerdo que hace muchos años justamente La Mariposa Mundial tuvo el acierto de publicar El tránsito infernal y el peregrino, el cuarto libro de poemas de Sergio Suárez Figueroa, en el dossier de uno de los primeros números de la revista.
Ese dossier de inmediato adquirió un lugar privilegiado en muchas bibliotecas. Yo lo pude disfrutar mejor gracias a la sensible lectura de Fernando Ballivián, un amigo poeta, ya que más allá de leerlo como poesía, lo leía como una guía, como un itinerario, como un viaje… es decir como poesía. Como se debe leer poesía.
La tarea de recuperar los poemas de Sergio Suárez Figueroa fue verdaderamente titánica. Especialmente para acceder a una copia del poemario Como la grave niebla del pánico, cuya existencia era ignorada por muchos conocedores y cuyo título era confundido por los pocos que sabían del libro.
Alan Castro, después de hacer varias averiguaciones, logró convencer a una prima suya que vive en Estados Unidos de perseverar con paciencia hasta obtener una copia del libro que se encontraba, cómo no, en la Biblioteca del Congreso.
Ahora el libro se encuentra transcrito en la Poesía completa, para fortuna de todos nosotros. Este poemario publicado en 1961 puede leerse como la primera parte de un tríptico muy interesante, conformado además por Siete umbrales descienden hasta Job y el ya citado El tránsito infernal y el peregrino.
Creo que todos los seguidores de la poesía boliviana pueden establecer un diálogo entre este libro y Visitante profundo de Jaime Saenz publicado en 1964. En verdad uno puede establecer un diálogo entre toda la obra poética de ambos creadores y encontrar en las diferencias, las luces y las sombras que adornan cada uno de esos caminos.
Y es natural, porque Saenz y Suárez Figueroa eran amigos y por lo mismo eran conscientes del recorrido poético de cada uno. Lo que llama la atención es el capítulo que le dedica Saenz a su amigo en Vidas y muertes. Llama la atención porque justamente el poeta paceño no habla casi nada de la poesía de Suárez Figueroa. El retrato se concentra más en la faceta política de este, e incluso llega a afirmar que el autor había nacido el 9 de abril de 1952, junto con la Revolución Nacional.
Y seguramente puede llegar a ser cierto lo que dice, no por nada cuentan los editores en el prólogo de la Poesía completa, que fue Saenz quien aprovechando que trabajaba para identificaciones ayudó a su amigo a conseguir un carnet de identidad en el que se lo identificaba como boliviano.
Con esto logró que Suárez Figueroa naciera en dos países, Uruguay y Bolivia. Naturalmente el poeta cruceño uruguayo era un ferviente seguidor de la revolución y Saenz tiene mucha razón en lo que dice. Pero aún así, es llamativo que se detenga tan poco en su labor poética o incluso en su talento para la música.
Sobre todo si uno compara el texto dedicado a él con el que dedica a otros poetas que ambos frecuentaban, como Arturo Borda o Antonio Ávila Jiménez. Pero bueno, por algo será.
Sergio Suárez Figueroa nació en Uruguay y llegó bastante joven a un país que después determinaría su lugar de nacimiento en Santa Cruz de la Sierra. Tenía un gran talento para la música que se manifestaba en su dominio de la guitarra. Además de eso era poeta. Por eso el arquetipo que aglutina su bitácora poética es Orfeo.
Aquel hombre que engendró en sí mismo las dos tareas más importantes que se ha trazado la humanidad. Por eso Orfeo se transforma en su propio viaje. Para mí es muy importante saber que Suárez Figueroa vivió mucho tiempo en El Alto, obviamente antes de que se convierta en otra ciudad.
El Alto, así como La Paz, es una ciudad única. Lo que conmueve y admira de esta ciudad única es que todos sus habitantes están acostumbrados a luchar. Vivir en El Alto es difícil, pero es difícil para todos los que viven en El Alto. El transcurrir diario está lleno de obstáculos y necesidades, y por lo mismo de solidaridad. La gente es combativa y rebelde, y por eso siempre marcará la agenda política del país, y seguramente en unos años también marcará la agenda poética de nuestra literatura.
Y todo esto se debe a una sola cosa, en El Alto las cosas se ven de otra manera. Se ven desde otra perspectiva. Especialmente la ciudad de La Paz ,que vista desde El Alto puede llegar a adquirir la forma de un descenso infernal, un descenso como el del poeta Suarez Figueroa que se transforma en Orfeo para escribir su bitácora en este mundo.
Tiene mucha razón Alan Castro al afirmar que el poema El arte de alquilar una casa es una especie de ars poética de Suárez Figueroa. Uno siente como si su poesía fuera eso, el tránsito de un peregrino en el interior de la casa que le ha tocado habitar. Una casa que está llena de detalles, de historias y principalmente de luces y de sombras.
Una casa que el creador reconoce porque sabe que ya ha estado ahí. Y lo sabe porque “no ha limpiado su cadena”. El que la limpia no aprende. Sergio Suárez Figueroa aprende. Por eso sabe que esas voces que lo visitan, esas voces que lo convierten en clariaudiente, esas voces que lo quieren derribar están ahí presentes, discutiendo sobre su alma hasta la llegada de la madrugada, por una sola razón. Porque el poeta no pertenece a las sombras, puesto que si así fuera, las furias diarias de nuestra miseria humana no se molestarían en tratar de quitarle la cordura.
Esa revelación luminosa se convierte en la certeza con la que Suárez Figueroa ilumina su camino. Se convierte en la fuerza con la que el poeta y músico palpa los abismos de su propio infierno. Un infierno que se parece a la ciudad de La Paz y un tránsito infernal que se parece a la luz. Albricias, albricias, tres veces albricias.
Fuente: Letra Siete