09/04/2025 por Sergio León

Tres momentos con Cachín

Por Martin Zelaya

Oruro, septiembre de 2016

Un no tan frío fin de invierno, pasadas las 21:00 en el Parque Castro y Padilla, Cachín vuelve a Orurito tras más de 20 años. Fueron muy contados los retornos en las últimas cuatro décadas. Cachín casi puede escuchar, dice, los anuncios a viva voz que voceaban la programación de tanda del cine de domingo. Era a fines de los 40 o a inicios de los 50.

Recorriendo las viejas calles del centro orureño, cuenta que su abuelo y su padre fueron distribuidores de películas y tenían en los centros mineros –incluso más que en la ciudad– su mercado fuerte. “Por eso yo pienso que Tornatore hizo Cinema Paradiso inspirado en mi vida… Cambiando algunos títulos, yo soy ese niño que creció con el cine”, repetía en más de una reunión.

Volviendo a aquella noche, le costó reconocer la casa de infancia de Eduardo Mitre a un par de cuadras de la plaza 10 de Febrero, y al caminar rumbo al hotel, casi no pudo convencerse de que la 6 de Octubre era así, angosta, como cualquier calle de casco viejo, y no la gran avenida troncal que guardaba en su mente.

Fueron tres días de trabajo para organizar la Obra reunida de Jorge Suárez en la edición de la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia. Pudimos haber trabajado en Cochabamba o La Paz, pero él quiso que sea en Oruro, donde aún nos esperaba la casa paterna.

La Paz, agosto de 2017

En un pequeño garzonier del centro paceño, quedan de lado, en la abarrotada mesa, los papeles y libros, las agendas y el celular-grabadora. Cachín y Adolfo Cárdenas recuerdan entusiasmados el ambiente literario cultural paceño de fines de los 70 e inicios de los 80. Tras una sesión de boleros de caballería, The Beatles y mucho, mucho Leonard Cohen, y cuando Adolfo ya se hubo recogido, terminado el último vino, YouTube sugiere un videoclip más –lo había estado viendo recurrentemente en semanas pasadas– y don Luis lo recibe en silencio y con un asomo de lágrimas en los ojos, tal cual los protagonistas del video.

“Es que la Aretha es así… siempre se las arregla para hacernos llorar”, comenta. Y luego pide otra y otra y otra repetición más, por favor.

El tema es este:

Cochabamba, fines de 2018

Cachín camina titubeante en el casi vacío Prado, pasadas las 3 a.m. “No te preocupes, el bastón del Rubén (Vargas) siempre me cuida”. La noche se hizo larga y entrañable como todos los encuentros. Uno con vino blanco, el otro con huaris. Una hoja de cuaderno regalada por el mozo del anterior boliche me sirvió para apuntar las ideas para el libro que ya entonces me daba vueltas, y sigue inédito.

Su generosidad era proverbial. Las veladas más largas y en las que estaba más entusiasta era cuando la charla se centraba en un proyecto o dilema ajeno. No regateaba consejos, sugerencias, posibilidades.

“Aquí no hay Café Ciudad… habrá que recogerse nomás”. En las tres cuadras hasta su casa, solo recuerdo aquella frase que ya es un clásico –encabeza un largo perfil que le hice años antes–; pero solo entonces, en la templada madrugada cochala, me percaté que se refiere al maestro del tenis Roger Federer, que siempre, siempre, estuvo presente, aunque sea un momento en casi todos los encuentros: “es que son muy pocos, como Federer por ejemplo, los que pueden aprovechar la extrema habilidad posible”.

Fuente: elduendeorurocultural.com/