Tito Yupanqui:La fe hecha razón
Por: Freddy Zárate
El personaje Francisco Tito Yupanqui (1535-1608) es conocido sobre todo por su labor artística. Las múltiples interpretaciones de la obra de Yupanqui están ligadas a su representación sobre la Virgen de Copacabana. Los datos que nos proporcionan el agustino Alonso Ramos Gavilán (1570-1640) y Fray Antonio de la Calancha (1584-1654), parten de creencias ligadas a la fe sobre el prodigioso origen de la imagen de la Virgen de Copacabana. El protagonista principal de este “milagro” es el escultor indio Francisco Tito Yupanqui. Según ambos escritores clericales, este devoto carecía de talento artístico para crear una escultura digna de devoción. A falta de talento, Yupanqui interpuso oraciones, ruegos y ayunos, pidiendo gracia divina para que sus manos crearan la imagen del santuario que hacía falta a Copacabana. El escultor –afirman ambos sacerdotes– fue un instrumento sobrenatural y la obra un testimonio divino.
La historia de la Virgen de Copacabana tiene un génesis milagroso por el cual Dios venció a las deidades andinas valiéndose precisamente de un indio: Francisco Tito Yupanqui. Esta percepción clerical se fue dogmatizando en la mentalidad espiritual de sus creyentes. Los diferentes estudios iconográficos, históricos y literarios tienen este tronco común de interpretación.
“La Virgen del Lago”
En la segunda década del siglo XX el escritor Armando Chirveches (1881-1926) publicó la novela “La Virgen del Lago. Crónica de una romería a Copacabana” (1920). El protagonista del relato es Renato Urdaneta. Es descrito como un hombre que vive acompañado de su madre. Chirveches lo retrata débil y consternado, aparece en la novela como un convaleciente de tifoidea. Pero el verdadero mal que aqueja a Urdaneta son sus visiones terroríficas, sus constantes delirios o sus carcajadas sordas y siniestras como las de un enajenado. La angustiada madre, afectada por los padecimientos continuos de su amado hijo, rinde culto a la Virgen de Copacabana con la esperanza de recibir un milagro.
El personaje Urdaneta es de creencia incrédula, pero el sufrimiento interno y la angustia de su madre hacen que decida viajar a Copacabana. Estando en el lago Urdaneta retrata la vida cotidiana de este mundillo provinciano. Los moradores de Copacabana tienen ingenuas inquietudes y sencillas preocupaciones existenciales, pero sobre todo producen innumerables relatos de milagros. Según sus creyentes –escribe Chirveches– la primera patrona de Copacabana fue Santa Ana. La Virgen de la Candelaria vino después, gracias a la constancia y a la admirable fe de Francisco Tito Yupanqui. La población de Copacabana vive reunida en torno al santuario, vive de él, trabaja para él. Esta apreciación parece no haber variado mucho con el paso del tiempo.
“Pintar una mona”
Años más tarde, siguiendo esta misma línea, el escritor Claudio Cortez A. (1900-1954) publicó “Francisco Tito Yupanqui: historia y milagros de Nuestra Señora de Copacabana” (1953). El relato se enfoca en retratar la vida íntima de Yupanqui. Cortez refleja las frustraciones, sus delirios, sus rezos y las esperanzas del escultor. Según el relato de Cortez, había una necesidad imperiosa de los habitantes de Copacabana para rendir culto a la imagen de la Madre de Dios.
Esta necesidad existencial era para aliviar las muchas penas de sus habitantes, para imponer sensatez y recibir bendiciones: “Queremos una imagen de la Virgen María, a cuyos pies podamos decir nuestras quejas y llorar pidiéndole su amparo contra todas las injusticias”. Este clamor llegó a los oídos de Francisco Tito Yupanqui, quien conmovido por los ruegos de su pueblo se preguntó así mismo: “–Si yo pudiera tallar una imagen de la Virgen… si yo fuera pintor”.
A partir de ese momento el corazón y el cerebro de Yupanqui fueron dominados por esa insólita ilusión: “Un sueño descabellado y loco”. Claudio Cortez puntualiza que Yupanqui ya era un hombre viejo para aprender el oficio de pintor: “Tal vez podría aprender los oficios de carpintero, de albañil, pero tallar la imagen de la Madre de Dios, imposible”.
En un lapso de tiempo Yupanqui fue acentuando varias imágenes. Uno de sus bocetos fue calificado como un atrevimiento: “Pintar de ese modo la imagen de Nuestra Señora (…). Más le valía a este infeliz dedicarse a pintar una mona”. La persistencia de Yupanqui llegó al agrado de los clérigos, uno de ellos sentenció: “Tal vez no puedas entenderme, pero te digo que tus manos de pecador han ejecutado una imagen excelsa, a la cual Dios Nuestro Señor ha iluminado con su divina gracia (…). Esta Señora es propia de vuestra raza nacida de estas Indias de España no podía ser sino morena, de ojos negros y bellos”. A partir de ese momento los “milagros” de la Virgen de Copacabana fueron amplificados por sus devotos habitantes. Cada ruego, cada suplica, era escuchada por la Virgen: “–Es un milagro… El hecho es patente. Esta Señora escucha –decían unos y otros–”.
Toque celestial
La historiografía sobre la Virgen de Copacabana tiene varias interpretaciones. Se puede mencionar por ejemplo al historiador Víctor Santa Cruz (1902-1978) que escribió “Historia de Copacabana” (1949), Fray Julio María Elías publicó “Copacabana” (1981), entre muchos otros. Lo que une estas historias sobre la Virgen del Lago es el personaje Francisco Tito Yupanqui: un hombre que consiguió valer su visión de arte, su idea acerca de la Madre de Dios.
La obra humana de Yupanqui fue aprobada, consagrada y amplificada por los clérigos y posteriormente por los moradores de Copacabana. Hasta el día de hoy prima la idea que la Virgen de Copacabana concede milagros. Cada año las repetidas romerías y visitas al santuario son prueba de que segmentos de la sociedad boliviana y peruana necesitan creer, ser bendecidos, sentir en sus vidas milagros.
Esto nos muestra que el Estado boliviano y la modernidad imitativa en la esfera de lo público no lograron suplir aspectos básicos como salud, empleo y justicia. La creencia premoderna de recibir “milagros” por visitar el santuario de la Virgen de Copacabana abre espacio de credulidad en el espíritu de sus creyentes hasta el día de hoy. La versatilidad de los humanos y sus dogmas tienen en muchos casos un origen y una explicación humana. Pero el ser humano le da un toque celestial a sus subjetivas creencias. Como sentenciaría Friedrich Nietzsche: “Humano, demasiado humano”.
Fuente: Lecturas