“Tan cerca de la luna” de Brayan Mamani Magne
Por: Isabel MEsa
En narrativa se denomina “caja china” a la técnica literaria en la que, como si fuese una caja china, dentro aparece otra similar pero más pequeña y dentro de ésta, otra más pequeña aún y así hasta el infinito. Luego, al cerrarse, se vuelve a la narración inicial como el perro que muerde su propia cola. Esta es precisamente la técnica que utiliza Brayan Mamani en su último libro Tan cerca de la luna, ganador del Primer Premio Nacional de Literatura Infantil 2012.
Un aspecto interesante de la “caja china”, en su estructura literaria, es el hecho de que entre las distintas historias, que van una dentro de la otra, no necesariamente deben existir vínculos de argumento o de personajes. Así Brayan origina dos historias principales cuyos protagonistas se dirigen a un mismo punto: a la contemplación de la luna sobre el lomo de un dinosaurio dormido. Casi como una narración surrealista, el autor nos advierte que el lugar más cercano para ver la luna es llegar al lomo de aquel dinosaurio que fue sepultado por una tormenta de arena cuando emprendía su viaje a conocer a los bondadosos dioses que le habían enviado a su compañera de vida en el momento en que más solo se sentía. En la actualidad, este dinosaurio se había convertido en una montaña
En esa misión están Fernando y Galileo, Nicanor y el escritor. Fernando es miembro de una pandilla de barrio, obligado a robar unos libros a su vecino para obtener algo de dinero. Galileo, muchacho impedido de las piernas y que tiene que caminar con muletas, descubre al ladrón a quien chantajea con denunciarlo si no lo lleva hasta la luna. Vecinos y amigos por esa casualidad, ambos inician un viaje para conocer la súper luna en el que van a compartir mucho más que esa amistad casual que los une.
Por otro lado está el escritor, cuya vida se resume solamente a escribir y leer hasta que un día se enamora de Andrea Punk quien es su primera novia. Desgraciadamente, así como Andrea llega a su vida también desaparece dejando al escritor sumido en la más profunda tristeza y sin poder escribir una sola línea más. Así, este personaje queda sumido nuevamente en la soledad: “El escritor está solo. Despierta solo, almuerza solo, se acuesta solo. Al principio, no le gustaba estar así de solo. No le gustaba tener que comprar una entrada en el cine. No le gustaba tener que enviarse sus propios regalos de Navidad. No le gustaba jugar solitario todo el tiempo. Por eso, para no sentirse tan solo, cada vez que tenía la chance, trataba de alargar las conversaciones con la repartidora de periódicos”. Sin embargo, un buen día, decide escribir sobre la luna. El escritor convence a Nicanor, el único ser con el que tiene contacto y con quien juega frecuentemente al ajedrez, de ir hasta la luna para de esa manera poder escribir mejor sobre ella.
De estas dos historias esenciales, y que viajan paralelas a través de la novela, se van desprendiendo a su vez pequeñas historias llenas de las más exquisitas excentricidades que el ser humano pueda encerrar; historias que al final regresan hasta el origen mismo de donde partió la novela.
A su vez, Brayan juega en estas historias con seres humanos elegidos al azar, ya que el lector puede identificarse con cualquiera de ellos, cada uno con un deseo expreso de alcanzar algo que están seguros hará dar un giro a su vida actual. Buscan algo que signifique un verdadero cambio a la monotonía y a la rutina, algo que, de pronto, implique la felicidad. Pero, lo que no saben los que van a contemplar la luna sobre el lomo de aquel gigante, es que éste está solamente dormido y que cada vez que siente que alguien escala sobre él, se sacude para “advertir al mundo que la felicidad absoluta –que la perfección– era algo inalcanzable, y que más valía quedarse con lo que se tenía, porque de otro modo, uno podía terminar igual que el Dinosaurio Dormido: sepultado por la ira del destino y atrapado en una soledad perenne”.
Una vez más, Brayan Mamani nos sorprende con su creación literaria en un libro que marca una manera distinta de hacer literatura juvenil; que si bien ganó un concurso infantil, está destinado a lectores a partir de los 12 años. No se pueden dejar de mencionar las ilustraciones a tinta de su hermano Diego, que le dan a la obra un toque simpático que nos recuerda a los cuadernos de viaje que tanto escritores como ilustradores siempre tenemos a mano.
Fuente: Boletín “Vuelan vuelan” No. 47. Febrero, 2013