12/10/2012 por Marcelo Paz Soldan
Tamayo es el peligro

Tamayo es el peligro


Tamayo es el peligro
Por: Mauricio Murillo

Es necesario, como sucede en Felipe Delgado de Jaime Saenz, destacar de vez en cuando la figura del poeta paceño.
Existe una escena en Felipe Delgado, novela de Jaime Saenz, donde la charla entre Beltrán y Delgado gira en torno a Franz Tamayo. “Tamayo es el forjador del idioma nuestro, es el hacedor del idioma boliviano”, leemos. “Hay palabras y palabras. Y verdaderamente hay palabras; las de Tamayo”, afirma Beltrán luego de que los dos han mirado el Illimani. Pocos han sido los textos y autores que han reivindicado a raja tabla al escritor y pensador boliviano. En su época fue vilipendiado y las más de las veces (me imagino que esto tuvo peor efecto) ignorado. Pese a esto, la figura de Tamayo como poeta (pese a su estampa política y pública) sigue presente en nuestras letras y, lo más importante, lo mismo sucede con sus libros. Si bien no es el autor más reconocido o al que se recurre con más frecuencia, por lo menos su apellido sigue rondando discusiones, estudios y lecturas.
LA FIGURA. En la novela de Saenz, Beltrán afirma que muchos opinan sobre el poeta paceño y que “lo hacen únicamente con la intención de deformar su figura”. A esto, de manera eufórica, Delgado explica: “Todo el mundo se ocupa de Tamayo. Hay muchos que sostienen que la obra de Tamayo es ajena a nuestra realidad, y alegan que Tamayo debería escribir tragedias bolivianas y no griegas. No tienen idea del contenido. No pueden percibir la fuerza de Tamayo, y por eso ignoran que la obra de Tamayo es una obra boliviana por excelencia. Sin ánimo de ofender a nadie, yo afirmo que los versificadores precisamente jamás podrán comprender una letra de Tamayo. Los versificadores que se las dan de poetas son quienes se dedican a difamar a Tamayo. Y también los simuladores metidos a políticos”. La reivindicación que llevan a cabo estos dos personajes no se completa en la mera queja, sino que proponen una nueva manera de ver la obra y la figura de Tamayo.
LO INELUCTABLE. En Scopas, tragedia del poeta paceño, aparecen de manera destacada dos conceptos: lo ineluctable y el peligro. Esto ineludible aparece como una influencia de la tragedia clásica. Lo importante al notarlo es que la presencia de lo que no se puede evadir está íntimamente relacionada al lenguaje y al hecho de decir. En Scopas leemos: “¿Cómo no entiendes lo fatal de Scopas? / Hay un demonio en él ineluctable”. Así, lo fatal forma parte de este hacer que se desglosa de la escritura tamayana. Dice Scopas, el escultor de la tragedia de Tamayo: “Todo poeta, creador esclavo, / Tiene algo de una bestia sacra y ciega. Su hado es crear, y ay de él si no creara (…) / A mí me arrastra la fuerza ineluctable / El potro soy que algún titán cabalga, / Puñal que esgrime algún poder oculto, / La mansión de un demonio!”. En la obra de Tamayo el lenguaje, la enunciación, es algo que no se puede eludir. La progresión de la palabra, su movimiento horizontal, es también una metáfora del paso del tiempo. En este sentido, nombrar, hacer desde el lenguaje, la escritura que se confunde con la pintura, la música y la escultura, todo esto, es una actividad peligrosa.

EL PELIGRO.
Volviendo a la novela de Saenz, encontramos esta otra afirmación de Delgado: “Nosotros los bolivianos deberíamos esforzarnos por comprender la plena significación de eso que se llama peligro; no existe otra manera de comprender la significación de Tamayo. En virtud de semejante significación, tal como yo la entiendo, considero a Tamayo un poderoso y soberano poeta. Tamayo es el peligro. Tamayo hace lo que hace. Escribir es quizá lo que menos hace. No vive la vida. No vive su vida, ni vive su muerte. Y tampoco vive peligrosamente, como quería el filósofo. ¿Qué hace Tamayo? Para decirlo de una vez y sin rodeos, lo que Tamayo hace es simple y llanamente vivir el peligro”. Vivir el peligro desde la escritura es caer en lo ineluctable, la única manera de hacer obra. El riesgo de trasplantar, de escribir, de nombrar, de enfrentarse a la vida, a la realidad y al tiempo. Pensemos las maneras en que era concebido Tamayo como escritor; las voces necias contra las que tuvo que enfrentarse, las afirmaciones huecas que tuvo que aguantar, retraído en la poesía. La ventura del hacer. Tamayo, además de poeta, brujo, mago y orfebre, fue un temerario. Esto lo entendemos al enfrentarnos a su obra. Dice Scopas: “[L]a belleza injerta de peligro”. Así comprendemos la obra del poeta paceño. Ese espacio poético que se contagia de riesgo. La actividad escritural también como un lanzarse al vacío, la osadía, el sacrificio. Tamayo es el peligro.
Dice delgado en la novela de Saenz :
“Nosotros los bolivianos deberíamos esforzarnos por comprender la plena significación de eso que se llama peligro; no existe otra manera de comprender la significación de Tamayo. En virtud de semejante significación, tal como yo la entiendo, considero a Tamayo un poderoso y soberano poeta. Tamayo es el peligro. Tamayo hace lo que hace. Escribir es quizá lo de menos (…). Lo que Tamayo hace es simple y llanamente vivir el peligro”.
Fuente: Fondo Negro