Sobre la literatura indigenista
Entrevista a Leonardo García Pabón
Por: Michel Zelada Cabrera
Fue el guionista del video “Recorrer esta distancia”, sobre el primer capítulo de Felipe Delgado, de Jaime Saenz, y ha realizado estudios minuciosos sobre la obra de este autor paceño además de publicar libros sobre diversos campos de la literatura.
Leonardo Garía Pabón, investigador y crítico literario enseña en la Universidad de Oregon (EEUU) desde hace 22 años, además de investigar sobre literaturas hispanoamericanas de siglos pasados.
Admite que no tiene un conocimiento exacto de la literatura boliviana contemporánea, porque está concentrado en el pasado. Y es sobre la evolución de la literatura indigenista que conversamos con el académico, quien está en la ciudad invitado por el Centro Patiño al sexto Foro de Escritores.
–¿Cómo evoluciona la literatura indigenista en Bolivia?
En la época colonial, en los siglos XVI, XVII y XVIII no hay una literatura que llamaríamos indigenista. Es historia o tratados, no hay indígenas como personajes novelescos y literarios y están más dentro el campo de las ciencias sociales y la historia. Eso es muy fuerte, se suele citar a este texto El lazarillo, donde se relata el camino desde Buenos Aires hasta Lima. Se atraviesa todo Los Andes y por supuesto pasa también por Sucre y Potosí, Cochabamba, La Paz. Es interesante porque si bien es un relato de viajes y hay un personaje indígena que dialoga con el narrador del texto.
Surge la independencia y Bolívar dice “aquí no hay más indios y todos somos ciudadanos”, entonces surge el historiador Cortés y responde que la esclavitud no tiene historia. No era cuestión de decir aquí se borra la colonia y empezamos de cero.
–¿Y cambia en algo la percepción del indígena dentro la literatura?
Surgen dos fenómenos, al principio el indio se convierte en personaje de leyenda, se hace toda una romantización e idealización del indígena. Gorriti es un ejemplo de ello, y es Manchay Puytu uno de sus inventos, mucho después aparece la versión de Néstor Taboada Terán y otras similares.
En el texto de Gorriti, se habla del amor entre un mestizo y una criolla. Luego el indígena desaparece del escenario.
En esa época en literatura se siguen los modelos franceses e ingleses y se preocupan más por lo que ocurre en la ciudad.
Emergen temas como los crímenes pasionales, crimen y expiación. La idea que se tiene del campesino es que está ahí pero no se lo asume como parte de la vida nacional.
En el siglo XIX el indígena no aparece como personaje de la literatura, aparece como leyenda idealizada.
–En qué momento emerge el indígena como personaje pleno de la literatura nacional
El gran cambio lo trae Alcides Arguedas, pese a la crítica que se le puede hacer a su obra o al él mismo como racista o amargado, pero se trae a ese 80 por ciento del mundo indígena a la narrativa en castellano, con Wuata Wuara, Raza de Bronce y otras obras.
Esa tradición que el empieza se continúa todo el siglo XX con diferentes variantes: “Altiplano” de Raúl Botero, la obra de Jesús Lara y otros.
– ¿Cuáles son los temas recurrentes que se abordan en ese boom de la literatura indigenista?
Temas como las violaciones, el cura que se aprovecha de los indígenas, el hacendado cruel y déspota. Todas esas temáticas se repiten hasta que los mismos acontecimientos históricos le van quitando importancia como la Guerra del Chaco, la Revolución del 1952, Evo Morales.
–¿Cambia esa percepción del indígena explotado?
Si, el gran cambio se da, indiscutiblemente, con la irrupción de la literatura de Jaime Saenz y su personaje el aparapita. El indio aimara que se convierte en aparapita deja de ser indio y se convierte en un personaje urbano. Ya no es un indio, ya es un ciudadano paceño. Pobre, marginado o como se lo quiera ver. Su relación con el campo es distinta.
Y en otra obra de Saenz, “Santiago de Machaca” se ve también ese fenómeno. El personaje va a Santiago de Machaca porque tiene negocios, y está metido en el contrabando, lo acusan de delitos y tiene otras aventuras. Ya no es el indígena rural que trabaja la tierra que ora a los dioses. Ya se despoja de toda mística. Es un indígena urbano con conexiones con lo rural.
– Parece una paradoja, cuando el indio era explotado y no accedía al poder era objeto de la literatura y ahora, que en muchos aspectos ha cambiado su situación, ya no es interesante para la literatura
Cornejo Polar ha estudiado esta situación en Perú. No hay un escritor en Perú que pueda hablar del mundo indígena que no sea en términos que no sean realistas como José María Arguedas, como Scorza. Las nóvelas de éste último tienen que ver con personajes míticos que no mueren. Árguedas hace una poética de la magia del mundo indígena.
En Bolivia no hay narradores que puedan captar los dos mundos, que puedan traducir el mundo quechua o aimara en una narrativa más poética y menos sociológica. Hay como un vacío.
Aunque tal vez exista, pero yo no la conozco. Entre 1950 y 2000, no recuerdo.
–¿Cuáles cree que son las razones para esa ausencia de narrativa indígena, hoy?
Lo que pasa es que la narrativa indígena es una narrativa política, pero desde la perspectiva del criollo de la ciudad que habla del indígena.
Con José María Arguedas es distinto porque él es un mestizo que se ha criado en el campo, y su lengua materna es el quechua. Hay una posición importante en Arguedas que no encontramos en un autor boliviano.
En la medida en que la literatura del mundo indígena deja los temas como la explotación del indio, y surge otro momento político con Evo Morales, ya no hace falta el discurso político del indigenismo que reivindicaba a los indígenas del campo porque ya están reivindicados.
Lo que hace falta es la existencia de un escritor del campo que pueda hablar de la experiencia del campo en este contexto donde ya no existen hacendados o explotación.
Luis Tapia sostiene la tesis de que el mundo aimara es totalmente capitalista y hay una terrible explotación del aimara por el aimara. Ahí no existe regla de comunidad, el que tiene el dinero, el que es dueño de los camiones es el que tiene poder.
Fuente: Lecturas