Las peripecias de la intimidad
Por: Christian J. Kanahuaty
El libro de crónicas de no ficción Conductas erráticas (publicado por el sello Aguilar, 2009) abre un nuevo marco de límites para la narrativa en nuestro país. Propone una mirada reconstructiva de las historias personales de los autores. Miradas que provienen de viajes o de encuentros con los recuerdos recortados de la memoria a veces obstinada que se niega a irse y otras veces descreída porque juega a que ese episodio retratado es sustancial para entender la vida presente.
Antes de continuar cabe hacer una aclaración pertinente en el orden de que si bien este texto no explorará cada uno de los textos reunidos en éste libro, pretende hacer, más bien, una lectura del conjunto de ellos.
Pienso que Conductas erráticas es también una suerte de apuesta por la escritura, es decir, por la forma, la manera y los temas que se eligen a la hora de escribir. Ya no se trata del terror ante la hoja en blanco, ni se iguala a la pretensión de contarlo todo de un solo tirón, sino que es más un ejercicio, una suerte de entrenamiento para lo que vendrá, el que no se hace sobre un terreno liso, sino sobre la propia vida del autor, escritor, persona y personaje todo al mismo tiempo y sin que rompa equilibrios de continuidad narrativa ya sean temporales o espaciales, por ello da la impresión de que a pesar de recurrir a la memoria, muchos de los textos hablan desde un presente continuo y vertiginoso.
No es libro que tendría que pasarse por alto, debe ser tratado con cuidado, como la muestra del rescate de género explorado a medias en nuestra narrativa. Se usó la crónica de no ficción con fines periodísticos la mayoría de las veces, pero muy pocas, tuvo un aliento autobiográfico.
Y es justamente su dimensión autobiográfica la que es explorada en los textos reunidos en este libro, la autobiografía de una infancia ya perdida, de encuentros en aeropuertos desconocidos, la lucha en un terreno de juego conocido pero adverso o la inundación de sensaciones que da mirar una foto digital que remita a unos niños jugando a bucaneros.
Estos textos son una carta de presentación de la literatura que se hace a hurtadillas de la vida que uno lleva. Están escritos al pie de un proyecto narrativo mayor. Dan muestra de eso y no se dejan intimidar por la esperanza de contar algo que pueda llegar a interpelar a los lectores de tal modo que crean que lo que se está contando no es la vida de determinado autor, sino de una determinada generación o ciertos episodios de personas con caracteres similares. La intimidad en este caso logra generar lazos que van más allá de los afectivos los que hablan del reconocimiento de no sentirse perdidos o de lazos que cuentan que el silencio no es la única salida.
Apostar por el interior de escritores con mayor o menor fama con mayor o menor reconocimiento no es nunca una empresa sencilla. Se necesita valor y coraje para iniciar una labor así. Por eso es ejemplar Conductas erráticas, porque pone el acento en los lugares donde no se observa continuamente.
Como indica el adjetivo, se trata de ir errático por una vida o por una historia y no saber a ciencia cierta que contornos tendrá ésta en el tiempo por venir. Es apostar por lo nuestro, por lo propio y cercano y no hablar de lo desconocido y políticamente correcto, no por dejadez o falta de compromiso, sino porque a partir de lo interior se puede conocer mejor el exterior que construye todo ese mundo personal, ésta vez, no sólo de los escritores, sino de todas las personas que habitan un determinado territorio durante un tiempo definido.
Nuestras conductas son lo que somos, lo que seremos y, sobre todo, nos conducirán por caminos erráticos. Para luego a tientas por esos caminos con el fin de reconstruirlas. Parece que ese es el sentido del libro, el susurro de los textos.
Es un texto honesto y, sobre todo, desmitificador. Debido a que rompe el mito de que lo intimo no es entretenido y también desbarata la idea que se tiene sobre éste momento donde todo parece ser discurso regional o político, hay la posibilidad de usar la mirada para ver y dedicarse a otras cosas y eso habla muy bien de nosotros, que no sólo estamos prestos a defender una ideología, sino que estamos dispuestos a entablar un dialogo a partir de nuestras vidas y experiencia, porque al final, es lo único que tenemos como propio y conocido.
Conductas erráticas es un andar y es también un sendero. Porque será el modo en que caminen las nuevas narraciones y al mismo tiempo será el camino que transitaran las nuevas historias que se contarán desde las distintas geografías del país y eso no es poca cosa.
Fuente: Ecdótica