08/29/2012 por Marcelo Paz Soldan
Sebastián Antezana: “La crítica debe ser rigurosa”

Sebastián Antezana: “La crítica debe ser rigurosa”


Entrevista a Sebastian Antezana (2ª parte)
Por: Mijail Miranda Zapata

– Aunque no sigan una sola línea, imagino que sus trabajos guardan una voz propia en común. ¿Cuál es la voz de Sebastián Antezana en su escritura?
No sé si ésa es una pregunta que un escritor pueda responder. Yo no puedo, ciertamente. Lo que sí podría decirte es cuáles son las cosas que no quiero hacer, cuál es el tipo de literatura que no me interesa, cuáles son los gestos narrativos que no quiero dar o cuáles son los caminos que no quiero recorrer, que, como te digo, cambian de acuerdo a las épocas. En el periodo de escritura de la primera novela no quería hacer ciertas cosas y por consiguiente sí quería hacer otras. Lo mismo en la época de la segunda. Entonces, no sé cuál será mi voz, pero sí conozco, básicamente, las direcciones hacia las que me quiero mover. No te las digo ahora porque son cambiantes. Igual son cosas instintivas, que uno no necesariamente razona. Ahí hay cierta riqueza en la literatura y el arte en general. Entra en juego mucho de una intuición, un poco primitiva, y quizás ahí resida realmente el talento. O quizás habita en pelear contra la intuición y domarla. No sé, es una muleta, no necesariamente válida, pero estoy empezando. No es una excusa, pero recién estoy descubriendo hacia donde voy.
—Dijo que “íntimo” es una mala palabra en el contexto de la literatura boliviana contemporánea. Pero hay también muchas otras “malas palabras”. ¿Por qué considera que se han generado tantos prejuicios dentro lo que se está escribiendo?
La narrativa contemporánea de ciertos escritores, que por cosas del azar han coincidido temporalmente y tienen, más o menos, las mismas edades, tiene ciertas coincidencias estilísticas. Esto apunta a que hemos experimentado ciertas influencias parecidas, no tanto en las vidas privadas como en las vidas sociales. Tenemos influencias musicales, de cine, de literatura, que nos han llegado casi al mismo tiempo (no sé si esté bien que yo me incluya en esto). Por lo tanto, han respondido con obras que apuntan a ciertas temáticas similares. Entre ellas está la preocupación por la “literatura íntima”, esto del minimalismo a la hora de la narración, estos gestos más bien despojados. Se habla mucho de la literatura apolítica, sin razón creo yo, pero es otra de las recurrencias que se mencionan respecto a cierto segmento de la narrativa contemporánea, sobre todo la escrita por gente joven (entre comillas). La juventud es un criterio que se ha convertido en un sinónimo de algo positivo, cuando no lo es en absoluto. El que alguien sea joven no lo hace bueno, ni malo, ni nada de eso. Estos términos o calificativos que se manejan, desde el mundo de la prensa y sobre todo desde el editorial, que a veces se replican sin la reflexión necesaria tanto en lectores como en escritores, me parece que son formas un poco chatas de ver a la literatura. Porque uno se acostumbra a leer y escribir parcialmente. No es sano esto de caer en los reduccionismos calificativos.
—Mencionó esta tendencia apolítica que se le endilga a la literatura “joven”. Marcos Giralt, en su ponencia en el VII Encuentro de Escritores Iberoamericanos, decía que toda escritura es subversiva…
Por supuesto. Aunque, no sé si subversiva. Depende cómo tomas las palabras “escritura” y “subversiva”. Lo que puedo decir es que toda escritura es definitivamente política. Incluso la escritura que está despojada de toda alusión, giro o recurrencia a cierto mundo que podemos considerar la cotidianidad, demuestra una actitud política marcada y ésa es una obviedad. No querer verla me parece una ceguera escandalosa. Toda literatura, narración, poesía o gesto literario tiene un correlato político, al igual que uno económico y de muchas otras dimensiones. No digo que sean importantes, pero están ahí.
—¿Cuál cree que sea el compromiso de la crítica en esta labor de “instrucción”?
Hay dos tipos de crítica: la académica y la periodística. Se tendrían que tender más puentes entre ambas. No necesariamente tienen que ser la misma cosa, ni estar caminando lado a lado, porque tienen funciones distintas. Te voy a hablar más de la periodística porque me parece que la académica en general, dentro y fuera del país, goza de mucha mejor salud. En cuanto a la crítica periodística, considero que estamos en un lugar bastante bajo. Creo que lo que la puede realzar es lo que te decía hace un momento, la educación. No quiero sonar pedante, porque yo no soy un tipo especialmente instruido. Nada más lejos de la realidad. Me refiero a la lectura constante y una toma de posición crítica. No digo que el crítico debe ser un leñador. Sino que debe ser riguroso con lo que lee. Leer y criticar la obra de acuerdo a los parámetros y mundos que propone, quedándose en ellos. Obviamente tendiendo puentes hacia otras obras y visiones, pero con rigurosidad. No hay eso y hace mucha falta.
—¿Cuáles serán las funciones de la crítica periodística para con el escritor y el lector?
La crítica periodística no necesariamente tiene una responsabilidad frente al escritor. No creo que ahí haya un vínculo que merezca ser reforzado. Frente al lector, por supuesto que sí. La crítica periodística se ocupa básicamente de guiar a los lectores. La académica se orienta a crear espacios críticos de lectura, que también podrían hacerse desde el periodismo, pero al no tener los mismos formatos, no tienen la misma posibilidad de hacerlo. Ésta última también se encarga de crear cierta tradición. Por correspondencia al periodismo le cae la función, no menor, de hacer de guía, mostrar camino y para hacerlo se necesita lo que ya dije varias veces: una voluntad de ordenamiento y una capacidad lo suficientemente generosa y rigurosa para decir qué está bien o mal. Y también tender ciertas líneas de lectura entre el libro reseñado y alguna otra dimensión cultural o social. Esa es la función del crítico. No quedarse para nada en la descripción, ni la opinión, ni en la palmada en la espalda que no le hacen bien a nadie. Eso solamente llena páginas y hace que un crítico gane un sueldo, pero nada más. Se queda en el divertimento, sin llegar más allá, cuando sí debería hacerlo.
Fuente: Fondo Negro