08/17/2011 por Marcelo Paz Soldan
Se presenta en La Paz Una cuestión de fe de Santiago Espinoza y Andrés Laguna

Se presenta en La Paz Una cuestión de fe de Santiago Espinoza y Andrés Laguna


Presentación de Una cuestión de fe
Por: Andrés Laguna

Hace unos meses la guionista y realizadora madrileña Yolanda García Serrano, en una breve y más o menos amigable discusión, me dijo con algo de timidez, pero con convicción que: “Los críticos de cine deberían extinguirse. Como los dinosaurios”. Por entonces, supongo, creía que yo era un colega suyo. Cuando los otros comensales le hicieron notar que soy miembro de esa especie a la que condenó a la desaparición, creo que se sintió algo avergonzada, pero de todas formas intentó justificar su afirmación. Como para tantos, para García Serrano los críticos no somos más que engendros que tenemos por único fin destrozar la obra de esforzados y sufridos realizadores. No es la primera vez que me pasa algo similar. En Bolivia los realizadores muchísimas veces nos han declarado la guerra. Incluso algunos, pienso en especial en uno con tendencia a las dependencias, a las perfidias y a preguntarse por la suerte de los camélidos andinos, van mucho más allá que Yolanda, no desean nuestra extinción, simplemente niegan nuestra existencia. No nos desean la suerte de los dinosaurios, aseguran que tenemos la misma naturaleza que los dragones. Es decir, dicen que en Bolivia no existen críticos de cine que merezcan el rótulo. Tal vez Carlos Boyero tiene razón cuando afirma que los críticos debemos mantenernos lo más alejados posible de todo lo que está detrás de una película, de una obra, en especial del los cineastas. Posiblemente sea lo más sano y seguro. De todas formas, lamento que, salvo contadas excepciones, cineastas y críticos seamos incapaces de mantener diálogos fértiles y provechosos para el cine boliviano.
Desde diferentes lugares, a partir de experiencias singulares más o menos distintas, desde nuestra particularidad, Santiago Espinoza y yo aprendimos a amar al cine desde muy niños. Por ejemplo, él forjó su devoción por las películas de Woody Allen, cuando paralelamente yo me dejaba encandilar por la obra de Jim Jarmusch. Personalmente, agradezco sinceramente haber tenido una infancia llena de enfermedades, pues guardando cama, gracias a la guía de mi madre, descubrí Casablanca, La dolce vita, Tiempos modernos y, la indeleble, Citizen Kane. Y mi vida jamás volvió a ser la misma. Algo similar le pasó a Santiago. Ambos fuimos espectadores voraces, obsesivos visitantes de video clubes, ambos nos enamoramos de blondas actrices que jamás conoceríamos. El cine boliviano no fue nuestro primer amor, pero fue uno de esos que jamás se olvidan, que están en cada uno de los rincones de la vida. Como lo ha reconocido en varias oportunidades, Santiago perdió la inocencia cuando vio La nación clandestina. Por mi parte, recuperé la inocencia cuando experimenté a Cuestión de fe. Estoy casi convencido de que Santiago tiene un futuro en el cine. Yo no. Me limito a ver, pensar, hablar, comentar y escribir sobre cine. Nada más. Nada menos. Desde que nos conocimos Santiago y yo hemos compartido eso. Siempre lo haremos. Una cuestión de fe, es el resultado de esa experiencia. Es el resultado del ver, pensar, hablar, comentar y escribir sobre el cine que sentimos más íntimo, que sentimos más conectado a nuestra historia singular, ese cine que nos afirma o nos niega, ese cine que queremos afirmar o negar. Justamente, ser crítico de cine es profesionalizar el gesto espectatorial, es llegar a ser un espectador profesional, es convertir en oficio a nuestra patología singular. Por supuesto, recurriendo a ciertos recursos estratégicos para realizar una lectura de las obras cinematográfica, con rigor y disciplina, pero sin jamás perder la pasión y la emoción, que siempre acompañan al hecho de amar al cine.
Se puede hacer historiografía desde muchos territorios, nosotros, como “espectadores profesionales” hemos optado por hacerla a través de la crítica de cine, a través del instrumento que nos permite identificar y valorar los discursos, las tendencias estéticas, las inclinaciones ideológicas, las temáticas, del cine boliviano de las últimas tres décadas. No es para nada gratuito o casual que esta noche nos acompañen Pedro Susz y Marcos Loayza. Ambos representan a todo lo que hemos querido rendir tributo en este libro. La obra cinematográfica de Loayza contiene lo que amamos del cine boliviano, compromiso, discurso y una verdadera propuesta artística, esos gérmenes que nos cambiaron la vida. Por su lado, Susz es el crítico cinematográfico nacional por antonomasia, es el hombre que hizo escuela, que ha servido de ejemplo y ha fungido de espíritu tutelar de todos los que escribimos sobre cine en el país, es el hombre que junto a otros ha hecho respetable el oficio crítico. Quiero creer que en Una cuestión de fe le hemos hecho una gran reverencia a todo lo que Marcos y Pedro representan.
En la vida uno debe ser agradecido, así que me permitiré dar las gracias a un puñado de personas importantes. Este libro no hubiese sido posible sin el financiamiento y la paciencia de la Fundación Herrmann. En especial, debemos dar las gracias a la Presidenta de la Comisión de Fomento a la Cultura de la Fundación Herrmann, Rosángela Conitzer de Echazú, que no sólo fue la encarnación de la paciencia mencionada, sino que también tuvo la gentileza de escribir un acertadísimo texto de presentación. Marcelo Paz Soldán, cabeza y corazón de la editorial Nuevo Milenio, trabajó de manera inagotable para ajustar todos los detalles de la impresión y de la distribución, su amistad y transparencia siempre han sido determinantes para nosotros. Jesús Pérez nos honró con el dibujo de la tapa del libro, además de habernos ofrecido un pieza de arte maravillosa, que me conmovió hasta las lágrimas, tuvo la generosidad de hacer una bella y lúcida lectura de nuestra obra a través de su dibujo. Quiero darle las gracias el equipo de la Ramona, en especial a Sergio de la Zerda, nuestro más cercano compañero y fiel amigo, que siempre nos sostiene. Rápidamente, robando un poco los minutos, quiero darle las gracias a mi familia, a mis amigos y a mi mujer, las auténticas razones para vivir la vida.
Una cuestión de fe es una historia del cine boliviano de las últimas tres décadas, construida a través de críticas de buena parte de las cintas más emblemáticas de dicho periodo de tiempo. Pero ante todo es una afirmación del cine boliviano, es una reescritura, es el gesto comprometido de dos espectadores patológicos. Muchas gracias.
Fuente: Editorial Nuevo Milenio