Apreciación de Rodrigo Urquiola
Por: Christian J. Kanahuaty
Lluvia de piedras, finalista del Premio Nacional de novela de 2010, es sin duda una novela que vale la pena leer. Escribo esto no con el ánimo del crítico sino con el sentimiento de la amistad y del respecto y la admiración por su obra.
Urquiola marca el camino. La novela de Urquiola es de una sutileza estremecedora, podría ser comparada con otras novelas aparentemente similares, pero lo que hace es justamente convertir elementos ya conocidos en una suma completamente nueva de realidad que va a camino entre lo onírico, el horror, la ansiedad y el viaje íntimo.
Y aquí, intimidad no significa habitaciones o departamentos de puertas cerradas. Intimidad significa permanente cuestionamiento sobre lo que los ojos ven y resulta increíble que así sea, porque la realidad que nos presenta Lluvia de piedras está marcada por el constante nombramiento de aquello que nos empeñamos en señalar como real. No es simplemente una novela sino una forma de ver y entender el mundo y la escritura.
Porque justamente uno de los rasgos de la novela de Urquiola es su escritura, ya Mauricio Souza Crespo lo decía al referirse a la obra de Zavaleta Mercado, lo que se presenta es, como en el cuento de Poe, una carta robada que se oculta en el lugar más visible de la habitación, y esa carta, en ambos casos, es la escritura. La forma peculiar de construir con palabras un apocalíptico escenario dota a la novela de una singular belleza. Cercana quizás a la novela de Auster El país de las últimas cosas. Pero, no. Lluvia de piedras no sigue esa senda descrita por Auster, lo que nos muestra es que existe y hay otra forma de nombrar las cosas; en su escritura se siente el aliento de otras lecturas y de otra forma de construir todo el andamiaje narrativo para convertir un hecho como la vida después de la muerte en un acontecimiento digno de narrar.
En la novela se conjugan fuertemente, la poesía, la narración y la descripción. Urquiola, entonces es poseedor de un conocimiento genuino sobre lo que es escribir y contar una historia, no sólo con el fin de entretener, sino con la idea de introducir al lector dentro de los escenarios que él es capaz de crear en cada página.
Finalmente, al leer tuve la sensación de asistir a un momento importante. Uno donde debía decidir. Me explico. Desde hace un tiempo se ha venido escribiendo y reseñando novelas de corte intimista que parece ser el signo con el cual se van escribiendo ciertas historias y novelas en la Bolivia de hoy. Los artífices de esa tendencia son jóvenes nacidos entre 1975 y primeros años de la década de los ochenta.
Y sin embargo, la novela de Urquiola, parece dividir las aguas. Unas hacia Fantasmas asesinos, Hablar con los perros y Lluvia de piedras y otras hacia El lugar del cuerpo, Hoteles, El amor según, Western, Cinco. Ninguna de las dos aguas es mala o buena, simplemente son tendencias hacia donde se dirige la narrativa en nuestro país. Y por ello, es necesario prestar atención a todo el ejercicio narrativo desplegado por Urquiola, porque es diferente y de alguna manera oxigena y demuestra que hay un punto intermedio al igual que Hablar con los perros, entre la intimidad y el exterior, o si se quiere ir más lejos, entre el intimismo y la política.
Fuente: Ecdótica