Pájaros desarraigados en las regiones prohibidas
Por Rosario Barahona Michel (Premio nacional de novela 2012)
Como en un diálogo de viajeros “Pájaros que migran hacia el este”- título del cuento del mismo nombre- dos personajes de Fabiola Morales interactúan, echándose como piedras, las culpas predecibles de una relación atormentada:
“- Dices, regreso a casa y luego resulta que vas a Venezuela.
– Te equivocas, toda América es como volver a casa” (Morales, 2012: 11)
Y yo, que me quedo cavilando: ¿Qué es, al final de cuentas, aquel tan sostenido intento de “volver a casa” en el libro/universo de Morales? ¿Es esa casa de infancia, de veraneo, de la abuela, de tantos y tantos lugares comunes en el imaginario contemporáneo de lo que podría considerarse una “casa”, un hogar boliviano de la década de los ochenta?. “Nos gustaba quedarnos la tarde entera frente al televisor, ver los autorobots o He-man” (Morales, 2012:94); Programas ochenteros de TV!
¿Será el hogar aquel lugar ansiado al que no se puede volver? ¿Puede alguien, como Dorothy, calzarse las mágicas zapatillas de rubí, que te conducirán directamente a la casa de tu infancia?
Sin tomar en cuenta los lugares geográficos en los que la autora ubica a sus personajes (París, Stuttgart o México DF), parece ser que el punto de retorno de la brújula del destino marca para ellos siempre hacia esta latitud, marca, desaforadamente, el terruño o algo parecido a éste: Bolivia, y América, porque toda ésta, argumenta, es como volver a casa. Fuera de los contornos nacionales (y americanos quizás) es donde los personajes aprenden a usar modismos ajenos a ellos, a comprender otras culturas, a pensar distinto y por una u otra razón, se abandonan al miedo como si éste fuera un amigo inevitable y a la vez, confiable. Están pues, en una expresión: “lejos de casa”.
La chica boliviana que quiere ser madre de un niño alemán y no se acostumbra a vivir en Stuttgart (y mucho menos sin hijos!), o la limosnera mexicana ¿o argentina? (alcohólica y abusada por su propio padre!) que extiende la mano a los transeúntes, o la amnésica que parece estar en su propio hogar cochabambino (aunque así no se lo nombra, casi innombrables los lugares que duelen) y sin embargo, está tan lejos. Es que ellas están, siguen estando, “lejos de casa” y son pues estos y muchos otros mundos subterráneos los que nuestra narradora explora, reclama y denuncia con su pluma intrépida.
Y en fin, “¿Cuál es la región prohibida que nos está prohibido traspasar?” se pregunta Edmundo Paz Soldán, al hacer el comentario de la contratapa, para enseguida responderse a sí mismo y de paso, a nosotros, los lectores: “En los cuentos de Fabiola Morales Franco el drama consiste en que no hay ninguna región prohibida: el amor o más bien la falta de amor, es un arte de guerra en el que todo vale para destruir al enemigo”
Si bien sus palabras son como siempre válidas, y se constituyen en puerto confiable de donde partir, desde mi perspectiva profundamente femenina, me atrevo a decir lo contrario: que todas son regiones prohibidas cuando lo que ha primado en la vida ficcional de los personajes (no de la autora, desde luego) es la falta elemental del amor, hecho que puede marcar a hierro candente el alma, y más, cuando se trata de una infancia sin amor. Son pues estos detonantes que a manera de trajes fantasmales, envuelven a los personajes recreados por Fabiola Morales: pájaros migrantes y/o ángeles desalados, mansos algunos, enojados otros, pero siempre anhelando fervientemente el refugio del amor. El abrazo ideal de un hijo no nacido, el de un padre sobrio y el de una madre cuando menos, presente.
Por tanto, visto de esta forma, por un lado, cabe decir que los textos de Fabiola Morales se constituyen en una fuerte crítica social de la sociedad boliviana de las últimas décadas. Las preguntas no se dejan esperar: ¿Cómo criaron, en general, los padres bolivianos a sus hijos? ¿Cómo influenció en los niños de los ochenta el retorno de la democracia? ¿Cuál es el imaginario común de los jóvenes bolivianos, hijos de la democracia, que emigraron a estudiar al extranjero, a quienes les tocó convivir/enamorarse de extranjeros? Por tanto, considero que este trabajo es un punto de partida para elaborar reflexiones varias y dejar otras preguntas sobre la mesa de trabajo en torno al tema central, que no es otro que el desarraigo.
Por otro lado, como trabajo literario, valoro su perspectiva casi siempre sorpresiva en el manejo del relato, renunciando a las soluciones cómodas, dejando así, casi flotando en el aire, interesantes figuras que no calzan en el rompecabezas de sus historias e incitan a razonar, para lograr resolverlo. La intensidad de los contenidos narrados estratégicamente a través de la potencia de las imágenes, proviene quizá de una influencia “hasbuniana”, melancólicamente cruenta, brotando casi naturalmente al unísono de esta, como en una escena de alguna película de Kubrick.
Invito pues al lector, a zambullirse en la profundidad de las aguas intrincadas del imaginario boliviano contemporáneo: he aquí también nuestras “regiones prohibidas”.
Fuente: Editorial Nuevo Milenio / Ecdótica