Y en el fondo tu ausencia de Rosario Barahona Michel
Por: Marcelo Paz Soldán
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amén
María del Rosario Barahona (Sucre, 1974) es la ganadora del XIV Premio Nacional de Novela con Y en el fondo tu ausencia. La novela se desarrolla en la Charcas del Siglo XVIII. La historia se basa en hechos reales, pero: ¿A quién le importa si lo son? Una buena historia se puede desarrollar en un escenario en el que el ocasional lector no puede verificar su autenticidad. La historia que nos cuenta Rosario se convierte en parte de nuestro imaginario después de leerla, la asimilamos como cierta haya ocurrido o no. Ya no podremos desprendernos de sus personajes.
La historia acontecida tantos años atrás revive a través de sus personajes, que nos cuentan de primera mano lo acontecido; Rosario es el médium, la escritora cuya misión es dejar que esos personajes cuenten a través de ella lo sucedido. Y en el fondo tu ausencia es una novela llena de fantasmas que recorren sus páginas para tomar voz propia; son fantasmas que están muy vivos.
El ambiente en el que se desarrollan las historias es religioso, como lo era La Plata en el siglo XVIII. Varios narradores intercalan sus voces narrativas para que ellos nos cuenten lo sucedido; María del Carmen Gil y el Padre Suero son los dos protagonistas/relatores principales. María del Carmen, gran lectora a la que le persiguen los personajes de las fantasías que lee, nos cuenta en primera persona los motivos por los que se encuentra al cuidado de su hermana mayor, Juana de Dios Gil, “perdida en los vericuetos sin rumbo de tu memoria”. Nos señala los motivos de la muerte de sus cuatro hermanas menores y la peste que las azotó. Juana de Dios Gil no pronuncia palabra alguna, salvo en contadas ocasiones; es también tratada de curar por Santusa, una mujer parda que en ocasiones toma voz propia para contarnos su parte de lo acontecido.
Del despacho que fue de nuestro padre, puedo decir mucho. Está poblado por libros y por almas, sí, por almas. Almas de reyes, de esclavos, de cristianos, de doncellas como vos y como yo, de Quijotes, de Dulcineas, de Sanchos, de la rancia historia de la dinastía de los Borbones, de los Tudor. Allí se divierten a sus anchas, esperando ser abiertos para comenzar a azuzarte con sus inquebrantables voces de lluvia.”
Por su parte el Padre Suero deja que su consciencia nos hable. La suya es una suerte de última confesión y nos dice de la perversidad de su alma, la que ya nunca tendrá perdón (216):
“Nunca estuviste dispuesto a hacer ningún tipo de sacrificio, amigo mío. Pero en esta noche serena, es como si escucharas mis atrevidos pensamientos y me desafías, sí, me desafías, o será, amigo, que yo, como la voz de tu conciencia, estoy desafiándote.”
Las historias de María del Carmen y del Padre Suero se entrecruzan en la búsqueda de la expiación, del perdón en la confesión de los pecados que los persiguen:
“Expiación también es no saber qué hacer con mis cartas encontradas esta mañana en el soleado dormitorio de nuestros padres. Queriendo vencer a nuestros familiares fantasmas, cerré mi despacho con la llave que cuelgo de mi cuello, como vos, hermana, llevas colgante la pesada cruz de madera que se mece al compás de tu cuerpo. Entré al reino parental, llevando mi libro, mi vaso de agua por si me daba sed, mi lupa para el cansancio de la vista. Abrí la cerradura con tanta facilidad, de que tuve la certeza de que alguien me esperaba adentro.”
María del Rosario escribe una novela para redimir a sus personajes, pero es probable que sus personajes estén condenados a seguir buscando el perdón. Mientras las hermanas Gil y el Padre Suero tratan de descansar en paz, el libro de María del Rosario recorre ahora, como un fantasma, la importante bibliografía boliviana de los últimos años.
Fuente: Ecdótica