Cuando sucede todo… Entre las horas
Por Rosario Barahona Michel
Un ejercicio metódico de catarsis, un eco profundo que resuena a través de una sonora voz interior, un mar pandemónium que vibra a torrentes, desbocado y enloquecido, buscando una salida. No sé cuál de estas expresiones utilizar para comenzar a escribir sobre Entre las horas de Cecilia Romero.
Sin embargo, lo más interesante, es que las tres caben como anillo al dedo y el lector queda libre de elegir. Esta convicción de obsequiar la libertad de pensamiento al lector, y al lector inteligente, es una característica de las audaces letras de nuestra autora y del andamiaje narrativo que las sostiene.
Discrepo humildemente con la opinión de Giovana Rivero, quien prologa este libro afirmando entre otras cosas, que Romero, “es digna hija de Bécquer”, y discrepo porque simplemente no necesita serlo. Debo confesar pues, que lo que más me impactó de este libro fue la franqueza translúcida de la mano con la que fue escrito: la claridad de sus palabras y las aristas de cada una de ellas, como constituyendo un muro con el que el lector, a boca de jarro, colisiona.
Y es que a Romero no le hacen falta las poses ni los disimulos, no quiere demostrar nada que no es, porque cada quien, a fin de cuentas, es lo que es. Y ella es una escritora reflexiva, original e intacta aún, que, -puedo apostarlo- tiene aún mucho por decir.
Es por esto que aunque las ciento veinticinco páginas de su libro no la totalizan Romero demuestra ser en Entre las horas, una escritora libre como las gaviotas de sus historias, ya que aborda temas casi impensados: ancianas abandonadas en gélidos parajes, periodistas misericordiosas que acompañan las vacaciones perennes de la vecina en su relato Tierra de fuego, reminiscencias de amores prohibidísimos en Nadia– ¿o tendríamos que decir “Lolita”?- playas casi underground como las de Tarde en puerto rojo y mi favorito: Livertad, con una uve revolucionaria a propósito, letra renegada, absoluta y desenfadada como las aventuras políticas de sus personajes del Chile bajo dictadura.
Desde Entre las horas, aquel espacio infinito donde todo puede suceder. Un espacio como el de la fotografía de la silla de la portada, a través del cual las palabras se entrecruzan, astutas, como saetas agudas al son de rítmico movimiento.
Me es un gusto presentar el trabajo de Cecilia Romero, quien desde su escritorio, viene desenvolviendo palabras sin trampas, poniéndole el hombro a la producción intelectual femenina boliviana.
Con mujeres así, vamos avanzando.
Fuente: Ecdótica