04/09/2011 por Marcelo Paz Soldan
Reseña de Norte en Babelia

Reseña de Norte en Babelia


Fronteras mentales
Por: Luis Satorras

La elocuente fotografía de unos raíles de tren que se alejan hacia el infinito ha sido elegida por la editorial para ilustrar la última novela de Edmundo Paz Soldán (Cochabamba, Bolivia, 1967). Es la representación de un anhelo: más allá, arriba, arriba, hacia el Norte. Hasta llegar al inmenso país, Estados Unidos, que existe allí, una vez atravesada la línea divisoria. Una vez llegados, confundirse con sus habitantes, penetrarlos y, si es posible, aniquilarlos. Esta es la pesadilla recurrente que invade los sueños de los americanos que viven en California o Tejas, planteada en esta terrorífica historia. El peor futuro imaginable. Norte es la mejor novela de su autor y funciona como metáfora de la situación que acabo de describir. Paz Soldán, originario de uno de los países más pobres del continente, es, ahora, profesor de literatura hispanoamericana en la Universidad de Cornell y ha hecho el mismo itinerario que sus personajes, el gran viaje, el itinerario liberador. Nuestro autor se hace cargo de un abanico amplio de tiempo, desde los años treinta del pasado siglo hasta el mismísimo 2009 y lo puebla de variados personajes distribuidos en tres narraciones que, al principio, son claramente independientes pero confluyen al final en un vértice de pasión y conciliación: sucesos irrevocables y elecciones infelices por un lado y trofeos que el azar (y el tesón) otorgan a veces a los seres humanos por otro lado. En los tres hombres protagonistas, hay locura, fiebre y actitudes compulsivas; en la mujer que narra la historia más contemporánea hay desorientación, culpabilidad y arrebatos de ira, pero redimido todo por su actitud reflexiva. Vidas contrapuestas de dos emigrantes en tiempos distintos, “dos personas en los extremos de la locura”. Martín, cautivo toda su vida en un sanatorio mental, pinta acuarelas como única actividad; Jesús, violento y tortuoso, se mueve por los dos lados de la frontera y es un asesino en serie. Estremecen al lector los crímenes, sanguinarios y furiosos pero descritos en lenguaje distante y objetivo. El tercer hombre, Fabián, aunque “perseguido por las furias” y eso quizá le justifique, parece un ser fragmentario al que le falta un hervor, una parodia de la casta universitaria. El personaje de Michelle tiene una dimensión distinta. Como única voz que toma la palabra representa en parte al propio autor y sirve de orientación al lector. Nos trae a la memoria memorables palabras de Rulfo (“repegados al muro de las casas, casi arrastrados por el viento”), comenta los imponderables del trabajo artístico, pone orden y saca conclusiones. Conoce la experiencia del mal y sabe que todos estamos expuestos a su influencia y anota, avisada: “El mundo, un lugar con materiales altamente inflamables. Y yo me quemaba”.
Fuente: El País / España