Por Claudia Bowles
Chubascos aislados es la nueva colección de cuentos de Claudia Michel, publicados por editorial Mantis, en esta nueva etapa de la casa editora, que llega con una frescura extraña, la que resulta de la combinación de un lenguaje llano y transparente, con tramas cotidianas y hasta familiares, pero que bordean el vacío, el misterio, el llamado de la fuerza irresistible de lo desconocido.
A lo largo de 19 cuentos, Claudia Michel nos presenta escenas de la vida cotidiana de, adolescentes con problemas habituales, familias de parejas jóvenes, experiencias iniciáticas de grupos de amigos, pero todas ellas siempre en una proximidad peligrosa pero también seductora hacia ciertas fuerzas que parece ejercer el mundo natural y que imprime virajes en el devenir de las acciones. De pronto una joven adolescente ‘invisible’ como el cuento mismo titula, convierte su inocencia y exclusión en un gesto próximo a la agresión y a la muerte, gesto que ni siquiera intenta desentrañar. Otra, desdeña en ‘El llamado’ las diversiones habituales de la escuela y hasta el familiar mandato de la madre (a comer) para sondear los misterios del agua que seduce poderosamente.
La cita de Rebeca Solnit con que arranca el libro es, claramente, anunciadora del sentido que este elemento, el agua, va a tener en el desarrollo de los relatos, en el destino de los personajes. Un indicio también de la omnipresencia que la naturaleza imprime y que puede transformar esa cotidianeidad en la disolución de fronteras entre la realidad ‘comprensible’ y los misterios inescrutables. Extrañas sensaciones, a veces premonitorias, por las que todos los personajes se van sintiendo en una u otra circunstancia, atraídos.
La naturaleza puede aparecer agresiva o indómita, como símbolo de lo que no cede ante el hombre y sus acciones: sea contra el cemento de una construcción o la tozudez del tejido celular canceroso, la naturaleza se yergue -tímida- como fruto pequeño (los Tomates ‘Cherry’), ajena a las invasiones dolorosas de la muerte.
En todos estos escenarios naturales que acompañan a los distintos relatos de Claudia Michel, hay un elemento dominante y significativo. El agua es uno de los elementos constantes entre sus ejes temáticos: ya sea como bendición, o como (sobre todo) atrapante y prometedor futuro alternativo. Como una masa estremecedora y misteriosa que presagia realidades invisibles y poderosas.
Parecería haber en muchos de los personajes, un deseo incontenible de fundirse -en su humanidad- con la naturaleza, casi como único recurso de sobrevivencia, volverse ella (volverse agua) de alguna manera.
El agua es un paisaje que enmarca, ora en la escena urbana, como en El llamado, ora en la escena rural como en Aluvión, el destino de los personajes. La fuerza del agua es casi de un poder ordenador, y por ello, ineludible.
Toda esta ‘serie’ de escenas, nos llegan con un lenguaje clarísimo, en descripciones breves, casi mínimas pero absolutamente suficientes. Sin la complejidad de mayores indagaciones psicológicas pero con la claridad de la intuición, sin la abundancia de referencias geográficas o temporales, a todas luces innecesarias, los cuentos de Claudia Michel nos dejan, sin embargo, en estado de inquietud o cuando menos de reflexión, respecto a los avances de la humanidad en un mundo extraño por cuyas incursiones, le es cada vez más ajeno y enigmático.
Fuente: El Deber