En el barco camino a Finlandia. De izquierda a derecha:
Nora Zapata, Ruth Cárdenas, Homero Carvalho y Javier Claure.
Apuntes de un proyecto literario
Por: Javier Claure C.
Segunda y última parte
El Primer Encuentro de Poetas y Narradores Bolivianos en Europa (Estocolmo), comenzó el viernes 13 de septiembre de 1991, a las 08.45, en los locales de ABF (Asociación para la educación de los trabajadores). Después de un discurso de bienvenida, Pedro Shimose habló de “Indigenismo y las culturas andinas”. A continuación, el poeta orureño Héctor Borda presentó una ponencia acerca de los “500 años de explotación”. Y para terminar la mañana, Alberto Guerra disertó sobre “Igualdades y desigualdades entre dos continentes”. Por la tarde, el poeta chuquisaqueño Luis Andrade habló de “El idioma español”, y se continuó con debates, lectura de textos y conclusiones.
El sábado 14 inició la mañana el escritor Homero Carvalho, disertando sobre “Europa en la literatura boliviana”. Después de una breve pausa, Ruth Cárdenas y Nora Zapata hablaron de sus experiencias como poetas bolivianas radicadas en Europa. Seguidamente, el filólogo Luis Vélez argumentó acerca de “El lenguaje y sus consecuencias”. Después del almuerzo, Víctor Montoya y Edwin Salas explicaron sus ponencias. A las ocho de la noche se llevó a cabo un programa cultural con grupos de baile y música boliviana. Esa noche tuve la oportunidad de leer algunos de mis poemas. Edwin Salas era el presentador del acto y pidió un aplauso por mi trabajo (digo esto sin ánimos de ofender a nadie). Este gesto de honestidad se me ha grabado en la cabeza para siempre.
El domingo 15, el periódico sueco Noticias del Día (Dagens Nyheter) publicó una nota acerca de esta reunión literaria. Anders Cullhed, catedrático de literatura de la Universidad de Estocolmo, hace un resumen del encuentro y empieza su artículo diciendo: “La barbarie que era nuestro terruño —dioses toscos, vikingos salvajes y un idioma duro como el hierro— ha interesado siempre a una cantidad de almas ardientes del otro lado del mundo. Uno de ellos es el magnífico poeta boliviano de principios de siglo Ricardo Jaimes Freyre”. Y se pregunta: ¿Qué sabemos de la literatura boliviana? Y dice: “De su literatura no sabemos nada. La mujer de temple Domitila Chungara despertó atención (pasajera) con sus informes sobre la vida de los mineros en los años 70, y la editorial ’Askild & Kärnekull’ publicó, en 1983, la novela de Augusto Céspedes ‘El metal del diablo’, sobre los magnates del estaño y sobre maldiciones. Eso es todo en sueco…”.
Ese mismo domingo hicimos un hermoso viaje en barco a Finlandia, donde continuaron las bromas, anécdotas y pequeñas tertulias informales. El poeta Héctor Borda, con su buen humor, arrancaba largas risas. Me acuerdo cuando paseamos por la cubierta del barco a eso de las seis de la tarde, cuando el sol se estaba entrando. Alberto Guerra me decía: “Sigue adelante, eres un poeta macerando”. Y don Héctor continuaba: “Así es, Claurecito, sigue adelante, hay que agarrarle al toro por las astas”. Esas palabras de algún modo fueron muy alentadoras, porque eran sinceras y salían de su corazón de poeta con experiencia y trayectoria. Con los demás participantes llegué a entablar una linda amistad. Conversábamos de todo y reíamos como si se tratase de nuestras cosas familiares. Para mí fue un placer conocer personalmente a poetas y escritores que los leía en periódicos, revistas literarias y en el “Índice de la poesía boliviana contemporánea, segunda edición, 1983” de Juan Quirós.
Javier Claure leyendo poesía en la noche cultural del 14 de septiembre de 1991, donde el poeta Edwin Salas era el presentador.
Después de ese periplo sobre las aguas del mar Báltico, la mayoría de los poetas y escritores retornaron a los países desde donde venían. Homero Carvalho, Alberto Guerra y Pedro Shimose viajaron a Italia y Noruega para exponer temas sobre la literatura boliviana. A su vuelta a Estocolmo, Shimose se marchó a España. Carvalho y Guerra se quedaron en Estocolmo un corto tiempo más. Es decir, nos seguíamos reuniendo en la casa de alguno de los anfitriones para conversar. Una vez entre trago y trago, me acuerdo bien, Homero Carvalho se puso un abrigo del Ejército Rojo (aún conservo la foto) que Ángel Ontiveros había comprado no sé dónde. Y la verdad es que la postura del momento con ese abrigo verde de charreteras rojas en los hombros, con esos mostachos, su peinado y la mirada hacia arriba, parecía un retrato fiel de Stalin.
Con Ruth Cárdenas hice buenas migas. Estuvo una noche en mi casa, y admirablemente se la pasó en vela leyendo y corrigiendo la ponencia que expuso en el encuentro. Me regaló un poemario no muy extenso, donde hay poesías en español e italiano. El poema que más me gusta es “Oda a la muerte” y aquí transcribo un párrafo: “Yo, apenas poeta/ mitad los otros/ casi ninguno/ te llamo:/ hermana muerte/ a ti que entras/ sin golpear la puerta/ perdona si te interrumpo/ tu silencio de mármol y ciprés/ mas, cuando vengas por mi/ no te disfraces de negro/ araña viuda, triste…”
Me acuerdo cuando la acompañé, por la mañana, al colegio de Tensta, donde expuso algunos cuentos a niños de habla hispana. Cuando fui a despedirle al aeropuerto, cruzamos palabras alentadoras y nos dimos un beso en la mejilla.
De Nora Zapata tengo lindos recuerdos: su conversación, su risa y, sobre todo, su sensibilidad. Había leído sus poemas en el suplemento cultural del desaparecido periódico Presencia. También me regaló su poemario titulado De las estrellas y el silencio, que ganó el premio Franz Tamayo en 1973. Me lo dedicó con las siguientes palabras: “A Javier; poeta, amigo y hermano en esta aventura vital de todos los días, Nora Zapata Prill”.
Como todos los poetas escribe igualmente sobre la muerte. En un poema largo titulado “transeúnte séptimo, prohibido cambiar las sílabas de la muerte” dedicado a A. Ávila Jiménez dice: “… dormirás esta noche a mi lado/ con gajos que plantarme a la cintura/ prohibido/ como esa/ y estaremos seguros del silencio/ continúo donde comienza la oscuridad/ emerjo de tus brazos mutilados como loto que falta en la laguna/ Moras en mí/ pie irremediable/ tu piedad nacida en mis caminos/ se quiebra en los reptiles lanzados a la noche… ”
Edwin Salas no estuvo presente en todas las reuniones y en las despedidas que hicimos, debido a que su esposa dio a luz justamente esas fechas. Por otra parte, es mi obligación mencionar que durante todo el encuentro pagaba los gastos con el dinero recaudado. O sea, llevaba la cuenta al pie de la letra para evitar cualquier malentendido. Además, los otros miembros del grupo eran testigos, en directo, de los gastos que se hicieron desde el primer día de este acontecimiento literario. Es más, nos reuníamos los cuatro y yo rendía cuentas por escrito y con recibos, así sea de una corona. Revisados los ajustes económicos, firmaban los integrantes del grupo. Todo está bien documentado en un cartapacio que lo conservo como recuerdo.
Otra cosa que debo aclarar; es que jamás hubo un “principal organizador” dentro del grupo. Y lo digo esto basándome en la realidad y la documentación que tengo en mi poder. Ahí se puede observar el trabajo de cada uno de los integrantes del elenco organizador. Además existen cartas, diferentes tipos de letra, cuentas, sumas, restas, porcentajes, firmas, nombres, pagos, recibos de boletos de tráfico, recibos de restaurantes, de viajes, de correo, de pasajes y otros documentos como prueba.
En fin, así pasaron esos hermosos días llenos de actividades. La última noche antes de que Homero Carvalho y Alberto Guerra retornaran a Bolivia, les hicimos una linda despedida. Comimos bien, tomamos unos tragos y conversamos toda la noche. Creo que no dormimos ni una hora. Al día siguiente, después del almuerzo, nos fuimos en taxi al aeropuerto. Después de unos abrazos, calurosas palabras y apretones de manos, se despidieron para entrar a la sala de espera. A unos cuatro metros de nosotros, antes de pasar el control, se dieron vuelta, nos hicimos señas de adiós y se perdieron entre la gente.
Despedida a Homero Carvalho y Alberto Guerra. En el aeropuerto. De izquierda a derecha: Javier Claure, Víctor Montoya, Alberto Guerra, Angel Ontiveros y Homero Carvalho.
NOTA. El grupo Noche Literaria está totalmente desintegrado.
Las fotos adjuntas en este trabajo pertenecen exclusivamente a mi álbum privado.
Concluido el encuentro, y al cabo de un buen tiempo, recibí dos cartas. Una de Ricardo Pastor y otra de Pedro Shimose, donde expresaban sus agradecimientos por la atención en Estocolmo.
Para leer la primera parte pulse aquí
Fuente: Ecdótica