Foto tomada el 14 de septiembre de 1990, a las afueras de ABF, Estocolmo (local donde se llevó a cabo las conferencias del encuentro).
De izquierda a derecha: Ruth Cárdenas, Homero Carvalho, Pedro Shimose (detrás), Alberto Guerra, Nora Zapata, Edwin Salas (detrás), Víctor Montoya, Héctor Borda, Javier Claure, Ricardo Pastor, Luis Vélez (detrás), Tito Siva y Luis Andrade.
Apuntes de un proyecto literario (Primera Parte)
Por Javier Claure C.
Han pasado veinte años del “Primer Encuentro de Poetas y Narradores Bolivianos”, efectuado en Estocolmo, y todavía recuerdo los acontecimientos como si hubiesen ocurrido ayer.
Cuatro amigos interesados en la literatura: Edwin Salas (Q.E.P.D), Ángel Ontiveros, Víctor Montoya y el autor de esta nota, organizaron este evento que tuvo gran éxito en Estocolmo y buena repercusión en Bolivia.
A Edwin Salas lo conocí en la universidad cuando estudiaba informática, ya que él estudiaba para un doctorado en ingeniería mecánica. A Víctor Montoya lo conocí en la presentación del poemario Datos para la biografía de un hombre, del poeta argentino Chiche Diamanario (seudónimo de Mario Chichelnitzky), quien actualmente vive en Barcelona. Y con Ángel Ontiveros iniciamos una amistad en los años 80. Nuestro afán por la literatura nos llevaba a reunirnos horas (sin que faltara buenos tragos, por su puesto) para intercambiar ideas y pensamientos. En los veranos, aprovechando el sol que aparece en Suecia, solíamos juntarnos en el parque Ivar Lo para iniciar nuestras pequeñas tertulias. Fue en una de esas reuniones que surgió la idea de hacer un encuentro de poetas y narradores bolivianos. Al principio, solamente era un sueño porque, como bien es sabido, todo sueño fracasa sin el soporte económico. La pregunta era entonces: ¿Cómo financiar este proyecto literario?
Nos repartimos tareas. En lo que a mí respecta, los otros compañeros del grupo decidieron designarme secretario de hacienda. Así lo señala el protocolo firmado por Edwin Salas y Ángel Ontiveros el 1 de abril de 1990. Me lo entregaron ese mismo día, cuando tuvimos una reunión en las oficinas de la universidad, donde Salas estaba haciendo su doctorado. En dicho documento, Salas figura como auditor; aunque, a decir verdad, los otros dos miembros del grupo siempre estaban presentes en el momento de rendir cuentas.
Mi nombramiento se debe, creo, a mi firme e inquebrantable crítica a “ciertos miembros” de las asociaciones culturales en Suecia, que se habían embolsado (y se embolsan) gran parte de las ayudas económicas que reciben del Estado.
Debo señalar con orgullo que nuestro grupo jamás tuvo ambiciones de lucro. No éramos una empresa empeñada en ganar dinero, ni tampoco utilizamos falsas etiquetas para ocultarnos bajo una bandera. Simple y llanamente se trataba de un gesto altruista. Queríamos difundir, al pueblo sueco y a la colonia latinoamericana, la literatura boliviana. En esa época no había internet. Nos enterábamos de las noticias de nuestro querido país por el desaparecido periódico Presencia, que llegaba al Centro Socio-Cultural Boliviano. La literatura boliviana, pese a sus grandes talentos, no era conocida. Don Carlos Medinaceli, crítico literario boliviano y fundador de la revista “Gesta bárbara”, solía decir: “La mayor desgracia para nosotros es haber nacido en Bolivia, la cola del mundo…”. Pero hoy, contrariamente a estas palabras, Bolivia avanza, con sus errores, en lo político y en el aspecto literario. Existen en el país buenos escritores y poetas que hacen progresar, día a día, la literatura boliviana. Muchos de ellos se han perfilado a nivel internacional.
Foto2: De izquierda a derecha: Luis Vélez, Nora Zapata, Javier Claure, Alberto Guerra y Héctor Borda.
Me propuse, entonces, hacer un trabajo de hormiga para conseguir ayuda económica: escribía cartas a diferentes instituciones culturales, me citaban para conversar personalmente y los logros iban saliendo, poco a poco, a luz. Mientras tanto, los otros compañeros trabajaban por su cuenta. Nos reuníamos cada cierto tiempo para informar los avances. Y la verdad es que había éxito. Lo que inicialmente era una simple ilusión se tornaba en una realidad.
El 17 de enero de 1990, organizamos una tertulia en los locales del Centro Socio-Cultural Boliviano (en Bredäng). Publicamos un pequeño folleto titulado “Poetas Bolivianos en Suecia, Noche Literaria”, en la que participaron: Héctor Borda, Víctor Montoya, Olga V. de Arizcurinaga, Edwin Salas, Ángel Ontiveros, Yerko Rhea Salazar y Javier Claure. Fue una noche muy agradable y concurrida en la que el poeta orureño, Héctor Borda, leyó sus poemas durante una hora. El mismo año, el 24 de noviembre a las 19:00 horas, organizamos otra tertulia, también en los locales del Centro Socio-Cultural Boliviano (en Karlaplan). Para esa fecha nos dimos a conocer como grupo Noche Literaria. Publicamos nuevamente un cuadernillo, titulado “Poetas y narradores bolivianos en Suecia”, en cuyo prólogo se advierte: “Uno de los objetivos fundamentales de estos encuentros literarios es el de preparar el ambiente para el futuro encuentro de poetas y narradores bolivianos en Europa, a efectuarse en septiembre del 1991. La colonia boliviana, en Suecia, estará muy bien representada.”
Los participantes esta vez fueron María Joaniquina, Ángel Ontiveros, Juan Carlos Romero, Javier Claure y Humberto Vásquez. Los invitados especiales de la noche: Bernarda Díaz (poetisa chilena), Mario Romero (poeta argentino, Q.E.P.D) y Ana Rojas Portillo (declamadora boliviana).
El grupo Noche Literaria siguió trabajando hasta que finalmente vio el sueño realizado. Tuvimos el honor de tener en Estocolmo a las siguientes personas:
Ruth Cárdenas, poetisa (Sucre, Bolivia, 1957), llegó desde Italia.
Ricardo Pastor, escritor (La Paz, Bolivia, 1940), llegó desde Estados Unidos.
Pedro Shimose, poeta (Riberalta, Bolivia, 1940), llegó desde España.
Nora Zapata, poetisa (Cochabamba, Bolivia, 1945), llegó desde Suiza.
Homero Carvalho, escritor (Santa Ana, Bolivia, 1957), llegó desde Bolivia.
Alberto Gruerra, poeta (Oruro, Bolivia, 1932 – 2006), llegó desde Bolivia.
Otros escritores y poetas bolivianos radicados en Suecia, quienes además habían publicado libros, eran:
Héctor Borda, poeta (Oruro, Bolivia, 1927)
Víctor Montoya, escritor (La Paz, Bolivia, 1958)
Edwin Salas, poeta (Casarabe, Bolivia, 1954)
Olga V. de Arizcurinaga, poetisa (La Paz, Bolivia, 1927)
En realidad, en el documento enviado al Instituto Sueco, el 3 de octubre de 1990, figuraban dos escritores más que no pudieron llegar por motivos de trabajo. La convocatoria para este acontecimiento cultural se lanzó la misma fecha y estaba orientada a todos los bolivianos residentes en Europa o cualquier otra parte del mundo que hayan publicado libros.
De esta manera, se sumaron también al encuentro por cuenta propia Luis Vélez Serrano (filólogo cochabambino, llegó desde Suiza), Luis Andrade (poeta chuquisaqueño, llegó desde Bolivia) y Tito Silva (escritor beniano, llegó desde Holanda).
Fuente: Ecdótica