Soledad
Por: Tomas Transtrômer
Traducción del sueco: Sergio Badilla Castillo
“Aquí estuve a punto de morir una noche de febrero.
El auto patinó de costado en el suelo resbaladizo fuera
en el lado equivocado del camino. Los autos que venían –
sus lámparas – se acercaron demasiado.
Mi nombre, mis hijas, mi trabajo
se desencajaron y se quedaron en silencio atrás,
cada vez más lejos. Yo era anónimo
como un niño en el patio de recreo rodeado de enemigos.
El tráfico en dirección contraria tenía inmensas luces.
Me alumbraron mientras yo maniobraba y maniobraba
en un temor transparente que flotaba como clara de huevo.
Los segundos aumentaron – tuve lugar allí –
se hicieron tan enormes como edificios de hospital.
Casi uno podía quedarse
y respirar por un tiempo
antes de ser aplastado.
Luego surgió un amparo: un grano de arena salvador
o una ráfaga de viento. El auto partió
y se arrastró rápidamente a través del camino.
Un poste fue chocado y se quebró – un retumbo agudo –
Voló en la oscuridad.
Hasta que se aquietó. Me quedé sentado en sosiego
y ví cómo alguien vino a través de la borrasca de nieve
para ver qué fue de mí.
II
He vagado largo tiempo
por los campos congelados de la Gotlandia del Este.
Ningún individuo ha estado a la vista.
En otras partes del mundo
hay algunos que nacen, viven, mueren
en un constante gentío.
Estar siempre visible – vivo
ante un enjambre de ojos –
debe dar una expresión facial determinada.
La cara cubierta de barro.
El murmullo sube y baja
mientras se reparten entre ellos
el cielo, las sombras, los granos de arena.
Tengo que estar solo
diez minutos por la mañana
y diez minutos por la tarde.
– Sin programación.
Fuente: letras